Eslavos

Entrevista a Jorge Lavelli

«Es una obra muy significativa, no solo en la obra de Tony Kushner, sino en el teatro del siglo XX. Desde una perspectiva histórica Kushner es un autor que ha marcado una época. Es un teatro de gran actualidad que habla de cosas que siguen sin ser resueltas.»

Entre mi gente conocida existía un rejuicio hacia Tony Kushner porque imaginaron cosas tontas como que un americano no podía hablar del proceso de la revolución soviética, como si un americano viviera en otro planeta. Es una idea un poco infantil de lo que es América y de su base fundamental para el teatro moderno. O que una crítica al modelo soviético no podía venir de un socialista o de un comunista, tenía que ser un saboteador. ¿No cree que la pregunta que lanza el personaje de Vodya Domik, la niña radioactiva (¿qué conclusión debemos sacar del naufragio?) concentra esa posición esencial de la obra de enfrentarse a la transformación social, enfrentándose a la verdad? La niña es sorprendente desde el punto de vista del teatro, porque no viene a contar una historia sino que viene a decir una verdad. Es un trabajo dialéctico que permite que el observador saque sus conclusiones, lo que no da ninguna respuesta tampoco. Llama a sacar las respuestas que todavía hoy no se han esclarecido; la idea de que el hombre nuevo de Lenin no hizo su trabajo. Esta chica, como alucinada, viene con un pensamiento optimista y positivo de un futuro como lo habría soñado Lenin en principio. Me pareció muy atractivo, no para consolar a la gente sino porque todo está por hacer y por hacer de forma diferente. Todo lo que era propio de ese régimen que se fue asfixiando son elementos que no pueden formar parte de una sociedad democrática y socialista, nadie lo puede ver de esa manera y sin embargo se cayó en eso. Pero eso es lo primero, decir la verdad… lo dice un socialista como Kushner, y tienes que enfrentarte a ella. Claro. Es que hay una fuente de inspiración brechtiana. Brecht toma una historia distanciada, cogía una ópera del siglo XVII y te la llevaba a un período histórico impreciso, como “La ópera de dos centavos”. Pero hay aquí un poco ese proceso siguiendo lo esencial de ese momento de vida del mundo entero. Pero tratando el tema como si hubieran pasado por la piel del autor, con una gran atención. Son temas evocados desde un dramatismo muy singular y a través de esos ejemplos tan teatralmente válidos, que tiene un sentido inédito de la teatralidad fascinante. No responde preguntas pero sí toma partido, como la imagen de las babushkas discutiendo sobre los problemas planteados por la conquista del socialismo, mientras barren la nieve en plena nevada… Hay un sentido muy agudo del humor y de la realidad. Cuando conocí la URSS en ese periodo encontrabas un chófer de taxi que te hablaba en francés o en inglés con un conocimiento profundo, y resulta que había estudiado para profesor. Y ganaba lo mismo que si hubiera sido profesor. Podías salir del taxi con la impresión de “pobre hombre” pero sin embargo en vez de encontrar gente amargada de hacer su trabajo, que es lo peor que te puede pasar, sabes que tienes un poder de percepción, una sensibilidad, una inteligencia, un conocimiento, la literatura como dominio… ese también es un tema difícil de comprender. Dese mi punto de vista eso es lo que mató el socialismo en la URSS, desconfiar de la inteligencia y de la crítica. Claro, en la obra las babushkas conocen muy bien la dialéctica marxista… Precisamente la obra aborda también la subversión de la teoría… Sí, por eso es una obra genial. A parte del conocimiento del teatro que transpira de punta a punta, al mismo tiempo los interrogantes son muchos y formidables. El socialismo de ahora guarda los peores resabios de entonces, la ambición y el gusto por el dinero, y al mismo las mismas restricciones en el sentido que no hay la libertad de un verdadero cuestionamiento, de movilización. Y estrictamente en el terreno teatral, es una contradicción viva: un teatro de distracción o un teatro de cuestionamiento, ¿no? El poder está en manos del que dirige un teatro. Es una elección que tiene que hacer el director de un establecimiento teatral, subvencionado por el Estado o por otras instituciones. El caso de la Colina era eso, un teatro nacional. En mi caso fue a contracorriente porque lo más útil o lo que tiene más éxito son los actores reconocidos, los clásicos, “actualizarlos”… ese tipo de vocabulario para justificar el nivel de impotencia para hablar de los problemas de nuestro tiempo. No hay que irse a buscar ejemplos de hace tres siglos, y no es que tenga nada en contra de Shakespeare, al contrario. Yo he tenido la posibilidad de llevar adelante la experiencia de la Colina porque era un teatro nacional, e igualmente me atacaban por todos los lados. Un trabajo obstinado y a contracorriente. Y realmente hubo un crecimiento de público y de abonados como no se conoce en otra experiencia en París desde que existen los teatros subvencionados. Demuestra que existe gente que no solo se interesa por las cosas del pasado sino por los problemas de hoy, profundos. Sino ¿para qué sirve el teatro?. En noviembre estrena “El avaro” de Molière en el María Guerrero… Sí. Es algo que va a sorprender muchísimo porque yo nunca he hecho una pieza de Moliere. Y si no lo he hecho es porque siempre he encontrado más urgente hacer otras. Va a ser una experiencia atractiva para el espectador, para los actores, para el estilo. Moliere es casi un autor de nuestro tiempo pese a haber estado nutrido de otras fuentes. Trabajaba como Brecht buscando lo que había por aquí y por allá, lo que hacían las troupes del teatro italiano de Borgoña, o buscando en los autores latinos. Yo lo voy a tratar como un autor moderno en el sentido en el que los sentimientos y las sensibilidades no van a ser arcaicos. Moliere siempre se ha hecho como en farsa, que es una palabra y una forma que detesto. Dudas hasta el final de si vas a hacer un drama o una comedia. Es como la idea de Lope de la comedia en la que se puede hacer una elección. Y la elección que hace es un poco fantástica: todo puede arreglarse a través de lo inesperado aunque el dinero sea el rey. No es un tema de época, es “un tema”.

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