El New York Times todavía espera a hacerle una entrevista a Barack Obama. Por eso, que el nuevo presidente norteamericano concediera ayer su primera entrevista a un medio extranjero a la cadena dubaití Al Arabiya tiene una significación especial. Pero si el gesto es elocuente, no lo es menos el contenido de las declaraciones, que significan -tal y como ha anunciado Obama- un cambio sustancial de la política de EEUU hacia el mundo musulmán y en especial hacia Irán. Hoy la Casa Blanca está elaborando una carta abierta al régimen iraní para descongelar formalmente las relaciones y comenzar las negociaciones. Los gestos están siendo acogidos con cierto recelo -pero con creciente interés- por Teherán.
En la entrevista, Obama exhibió todo un conjunto de gestos inéditos en ningún redecesor en su cargo. Reclamando sus orígenes keniatas, su segundo nombre –Hussein-, a su familia paterna musulmana, y su infancia en Indonesia (donde residió varios años), Obama lanzó un mensaje claro a Al Arabiya: "Mi tarea hacia el mundo musulmán es comunicarle que los estadounidenses no son su enemigo", e insistió en que su administración busca establecer con el mundo árabe-musulmán una relación de "mutuo respecto" e "interés mutuo”.Después de poner miel en los oídos de los oyentes musulmanes, Obama dejó sin embargo clara una cosa: "Israel es un fuerte aliado de Estados Unidos y no dejará de serlo. Continuaré creyendo que la seguridad de Israel es esencial”. Pero después del aviso para navegantes, el presidente norteamericano lanzó un mensaje optimista: “también creo que hay israelíes que reconocen que es importante alcanzar la paz -matizó-. Estarán dispuestos a hacer sacrificios si el momento es apropiado y si hay una cooperación seria de la otra parte (…) Y lo que queremos hacer es escuchar, abandonar algunas ideas preconcebidas que han existido y quese han consolidado durante los últimos años (…) Pienso que si hacemos eso, entonces habrá una posibilidad real de conseguir algunos avances decisivos".No hay duda de que el cambio -en las formas- respecto a la administración Bush es diametral. Pero las apariencias no deben esconder el fondo. EEUU se encuentra ante la difícil tarea de explorar la vía diplomática y por tanto de hacer concesiones a Teherán –un régimen independiente y abiertamente hostil- para poder acometer las no menos complejas operaciones del repliegue iraquí y del refuerzo afgano con un Irán al menos tácitamente pasivo. Pero al mismo tiempo Washington necesita contener el avance de una potencia regional emergente, con un liderazgo creciente en el mundo musulmán y que podría dotarse de una fuerza militar inquietante si se hace con armas atómicas. En ese sentido, Obama, al mismo tiempo que alababa la "gran civilización persa", avisó que Estados Unidos usará todos los instrumentos a su alcance para que Irán no obtenga el ingenio nuclear.Las reacciones de Teherán a este cambio de actitud de EEUU están a medio camino entre el recelo y la buena disposición, como concentró ayer Mahmoud Ahmadineyad: "Escucharemos atentamente sus declaraciones y si hay cambios reales, serán bienvenidos". Sin embargo, el presidente iraní puso el listón alto al exigir a Washington que se disculpe por sus medidas contra Irán de los últimos 60 años, incluido el apoyo norteamericano al golpe contra el gobierno de Mohamed Mosaddeq en 1953 y el derribo de un avión iraní de pasajeros en 1988. Ahmadineyad también pidió "cambios profundos" en la política exterior de EE UU, entre ellos que deje de apoyar a Israel y que retire a las tropas que tiene estacionadas por el mundo.Estas exigencias –más propagandísticas que reales- no impiden que la Casa Blanca prepare un inminente contacto diplomático con el régimen de los Ayatolás. Hoy, un día después de las declaraciones, el Departamento de Estado trabaja en distintos borradores de una carta abierta dirigida al pueblo iraní, que Washington espera que contribuya a descongelar las relaciones entre los dos países y abra la puerta a conversaciones directas bilaterales. La carta –según el diario británico The Guardian- tendría un tono conciliatorio y asegura a Teherán que Washington no busca el derrocamiento del actual régimen, sino que aspira a que cambie de comportamiento. Sin embargo, se hace un llamamiento a Teherán para que ponga fin a lo que Estados Unidos considera su patrocinio estatal del terrorismo –en referencia al respaldo de Irán a organizaciones como Hezbolá o Hamás. De confirmarse la apertura de relaciones diplomáticas, sería la primera vez desde 1980 que ambos países tienen contactos bilaterales. La Revolución Islámica de Jomeini derrocó en 1979 la brutal dictadura del Sha de Persia –un títere de la CIA-, y poco después estudiantes islámicos asaltaron la embajada norteamericana en Teherán, señalada por los Ayatolás como un nido de espías. EEUU y la URSS armaron hasta los dientes al Irak de Saddam Hussein, que se lanzó a una guerra contra Irán que causó más de un millón de muertos. La hostilidad antinorteamericana del régimen de Teherán ha sido manifiesta e intensa desde entonces.