Engaños y paradojas de la crisis

«El hecho de que el Gobierno estadounidense de Bush adelantara el «plan Paulson» para salvar entidades financieras, reforzado después con el más abultado paquete de Obama, denotó que el supuesto conflicto entre liberalismo e intervencionismo brillaba en este caso por su ausencia, dejando claro que el mismo capitalismo que habí­a provocado la crisis era el primer interesado en beneficiarse de esos planes de salvamento, sobre todo si no entrañaban contrapartidas que condicionaran su propiedad o su gestión»

Asistimos a un discurso económico servil que, tras cegar otras osibles salidas, acaba proponiendo como la única viable la conocida ley del embudo, consistente en socializar pérdidas y privatizar beneficios. (PÚBLICO) LA VANGUARDIA.- ¿Se pueden afear las cuentas griegas e ignorar la gran juerga gastadora financiada por otros, fundamentalmente asiáticos, que caracteriza a la economía de Estados Unidos que a todos nos condiciona? En su calidad de inventores del embrollo industrial son más bien los correctos y perfectos del Norte, social y geográfico, los principales responsables del estropicio. Sin embargo el debate va por otro lado porque el propio debate tiene dueños y no es un debate libre. Que se hable de PIGS y no de la manifiesta y grandísima cerdada que supone un sistema económico global, que, en el mundo y en la eurozona, beneficia a los más fuertes que diseñaron tal sistema, dice mucho sobre el momento que vivimos. Hay que enseñarles a los arrogantes del Norte que una sola berenjena rellena griega y una vida menos colonizada por el dinero, valen más que toda la supuesta eficacia industrial alemana o que esa degradada existencia que reduce al ser humano a consumidor EL CONFIDENCIAL.- Standard & Poor’s (S&P) ha rebajado la calificación de la banca española en su conjunto por el riesgo económico de España, ya que la recesión dificultará durante un largo periodo de tiempo el entorno en que operarán y generará elevadas pérdidas en su cartera crediticia por la morosidad derivada del paro y de la exposición al ladrillo. La agencia de calificación crediticia ha bajado la nota al sistema financiero español desde el grupo ‘2’ hasta el grupo ‘3’, dentro de su escala que mide la fortaleza del sector financiero en función del riesgo país. Opinión. Público Engaños y paradojas de la crisis José Manuel Naredo Tras dos años largos de crisis, el mero hecho de refrescar nuestra frágil memoria sobre cómo han ido evolucionando las percepciones de los problemas resulta bastante clarificador. Recordemos que cuando los gobiernos de los países de nuestro entorno acabaron asumiendo la crisis, acordaron como un solo hombre que no había que dejar la recuperación al libre albedrío de los mercados, sino que los estados debían aportar cuantiosos paquetes de ayudas para combatirla. Los economistas críticos se congratularon de este inesperado triunfo del keynesianismo frente al maligno neoliberalismo, interpretándolo como una victoria de la izquierda frente a la derecha. El escaso tiempo transcurrido evidencia lo errado de este diagnóstico y sus nefastos resultados. Hay que empezar recordando que el capitalismo no es la encarnación de la utopía liberal, sino un sistema social fruto del devenir histórico, que lo mismo adopta posiciones liberales que intervencionistas en función de sus intereses. El hecho de que el Gobierno estadounidense de Bush adelantara el “plan Paulson” para salvar entidades financieras, reforzado después con el más abultado paquete de Obama, denotó que el supuesto conflicto entre liberalismo e intervencionismo brillaba en este caso por su ausencia, dejando claro que el mismo capitalismo que había provocado la crisis era el primer interesado en beneficiarse de esos planes de salvamento, sobre todo si no entrañaban contrapartidas que condicionaran su propiedad o su gestión. Lamentablemente, la aquiescencia de los críticos a las cuantiosas inyecciones de liquidez y gasto público dio alas a los gobiernos para orientarlas impunemente a favor de los intereses más inmediatos del capitalismo sin apenas exigencias que condicionaran su gestión, lo cual tuvo efectos perversos en un doble sentido. Por una parte, estas inyecciones contribuyeron a salvar bancos y a paliar la caída en la actividad de las empresas, pero también, y sobre todo, a reanimar la inversión especulativa, al no haberse cambiado las reglas del juego que la incentivaban. Repuntaron así las cotizaciones bursátiles, el oro y las materias primas, pero no el crédito, la inversión productiva, ni el empleo. Por otra, la prodigalidad inicial del gasto y de la financiación pública consiguió paliar la bancarrota privada a base de inflar el déficit y la deuda que los Estados tienen que atender ahora, cambiando el rol de los personajes: hoy es la banca la que financia interesadamente a los Estados exigiéndoles solvencia y equilibrio presupuestario. Y con esta nueva exigencia se invierte el discurso originario que achacaba la crisis a “la codicia” de los especuladores y a la desregulación del sistema monetario internacional, para acabar hablando sólo de la necesidad de reformar el mercado laboral o las pensiones, de recortar sueldos y derechos de los trabajadores y de apretar las clavijas al grueso de los contribuyentes. Asistimos así a un discurso económico servil que, tras cegar otras posibles salidas, acaba proponiendo como la única viable la conocida ley del embudo, consistente en socializar pérdidas y privatizar beneficios. PÚBLICO. 15-3-2010 Opinión. La Vanguardia Sobre la superioridad de la berenjena rellena Rafael Poch de Feliu A dos años de la quiebra los políticos no han hecho absolutamente nada en la "reforma del capitalismo" que mencionaron. En cambio, sí que han presentado e iniciado, todo tipo de medidas de recorte social, bien con aumentos de impuestos –nunca dirigidos a los más ricos-, bien con desmontes laborales, salariales, de pensiones, etc. Su pasividad en un frente, contrasta con su dinamismo en el otro. Es la mejor y más clara respuesta a la ingenua pregunta ¿quien pagará la crisis?, que se formulaba hace dos años. Ningún sacrificio social de la mayoría, sin reforma de los mercados financieros y medidas para poner coto al robo bancario. Que no haya una cosa sin la otra. Tal debería ser la posición sindical europea en este momento. Ese debería ser el tema de negociación y debate en Bruselas, con miras a un nuevo pacto social europeo. Una respuesta a la crisis que no modifique mercados, que no prohíba "hedge funds" y la "banca de inversiones", que no grave sus transacciones especulativas y no reforme toda la maraña de instituciones y relaciones cleptocráticas que el neoliberalismo nos regaló, es inmoral e inaceptable. También lo es el énfasis, discriminatorio y selectivo, en los manirrotos pobres y del Sur, en Europa y en el mundo. ¿Se pueden afear las cuentas griegas e ignorar la gran juerga gastadora financiada por otros, fundamentalmente asiáticos, que caracteriza a la economía de Estados Unidos que a todos nos condiciona? En su calidad de inventores del embrollo industrial son más bien los correctos y perfectos del Norte, social y geográfico, los principales responsables del estropicio, por no hablar de la deuda ecológica. Sin embargo el debate va por otro lado porque el propio debate tiene dueños y no es un debate libre. Que se hable de PIGS y no de la manifiesta y grandísima cerdada que supone un sistema económico global, que, en el mundo y en la eurozona, beneficia a los más fuertes que diseñaron tal sistema, dice mucho sobre el momento que vivimos. Que a la hora de proponer medidas para estabilizar la situación, los profesionales en beneficiarse de los desequilibrios y desigualdades estructurales existentes, en el mundo y en el seno de la eurozona (como Alemania, cuya economía exportadora ha jugado precisamente a eso desde 1999), ni siquiera mencionen la posibilidad de actuar contra los factores que han venido incrementando esa desigualdad (como el dumping salarial alemán en la eurozona), es también muy clarificador. La única manera de equilibrar discursos y programas es presionar. La filosofía griega. Evidentemente, no existe una "posición sindical europea", pero si existiera debería tomar ejemplo de Grecia. La sociedad más precapitalista de la eurozona se está demostrando como la más razonable. Sin presión social no habrá cambio. Y sin cambio, nos llevarán a un segundo batacazo, del que ya no se librará ni China, y que nos reunirá a todos a las puertas cerradas de los bancos para reclamar ahorros perdidos, como ocurrió en la Rusia de 1992. Hay que presionar a los políticos europeos que, en general, son unos profesionales de la rutina muy poco deseosos de buscarse problemas con los bancos y los mercados. Hay que enseñarles a los arrogantes del Norte que una sola berenjena rellena griega y una vida menos colonizada por el dinero, valen más que toda la supuesta eficacia industrial alemana, de tan glorioso pasado, o que esa degradada existencia que reduce al ser humano a consumidor. Las sociedades europeas sólo deberían acceder a apretarse el cinturón a cambio de las claras y necesarias reformas que la crisis pone de actualidad. La huelga griega es una aportación más realista a un nuevo pacto social europeo que nos saque del embrollo, que todo el debate económico alemán sobre la necesidad o no de un Fondo Monetario Europeo. LA VANGUARDIA. 12-3-2010 Finanzas. El Confidencial S&P rebaja la calificación de la banca por el riesgo económico de España Standard & Poor’s (S&P) ha rebajado la calificación de la banca española en su conjunto por el riesgo económico de España, ya que la recesión dificultará durante un largo periodo de tiempo el entorno en que operarán y generará elevadas pérdidas en su cartera crediticia por la morosidad derivada del paro y de la exposición al ladrillo. La agencia de calificación crediticia ha bajado la nota al sistema financiero español desde el grupo ‘2’ hasta el grupo ‘3’, dentro de su escala del uno al diez que mide la fortaleza del sector financiero en función del riesgo país, ‘Bicra’ por sus siglas en inglés (Banking Industry Country Risk Assessment). "El sistema financiero español sufrirá, previsiblemente, elevadas pérdidas en créditos durante la recesión, debido al alto endeudamiento del sector empresarial, la rápida expansión crediticia y la significativa exposición financiera al sector inmobiliario", sostiene la firma. Esta rebaja de la calificación global incluye al sector financiero español en el grupo en el que figuran Estados Unidos, Reino Unido, Austria, Chile y Portugal; con mayor debilidad que el de Alemania, Francia, Italia y Canadá. "La revisión refleja el mayor peso que le atribuimos ahora en nuestro ‘Bicra’ para España a los riesgos que vemos surgir del deterioro económico del país", dice la analista de S&P, Elena Iparraguirre. Para la firma, los puntos más débiles del sector financiero español radican en el elevado endeudamiento del sector privado, sobre todo empresarial, en la rapidez de la expansión crediticia antes de la desaceleración económica en 2008, y en la excesiva concentración de riesgos en los segmentos de la construcción y el sector inmobiliario. Ante este panorama, S&P anticipa una elevada morosidad en el actual entorno recesivo, por encima de la registrada en la recesión de 1992 a 1993. El momento más difícil de pérdidas por prestamos aparecerá en 2010 y obligará mantener las provisiones por encima de la media histórica, tanto este ejercicio como en 2011, pronostica. Concretamente, la firma considera que el crecimiento real de la economía se mantendrá bajo en la recuperación, lo que retrasará la reducción de la tasa de paro, y que el crecimiento se verá constreñido por los desequilibrios acumulados durante la fase de expansión. Hasta que no se absorba el excedente inmobiliario, agrega, la construcción y sectores aparejados no contribuirán al crecimiento económico, mientras que el sector público tampoco aportará significativamente al futuro crecimiento, debido a su deterioro fiscal. EL CONFIDENCIAL. 15-3-2010

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