Se reabre el proceso de Paz de Irlanda del Norte

Enfriamiento de las relaciones especiales Anglo-Norteamericanas?

La firme apuesta de Obama para «asegurar y promocionar el llamado Acuerdo de Belfast», continuando con una polí­tica que permita el desarrollo económico y comercial de Irlanda, manteniendo a ésta en una situación privilegiada en sus relaciones con EEUU.

Los recientes acontecimientos en la atención de EE UU al asunto de Irlanda del Norte con el futuro nombramiento de un enviado esecial, para volver a sacar a la palestra el proceso de paz, puesto en cuestión por el resurgimiento de atentados del IRA. Siembran un panorama de expectación en como afectara a las «relaciones especiales» anglo-norteamericanasLa firme apuesta de Obama para «asegurar y promocionar el llamado Acuerdo de Belfast», continuando con una polí­tica que permita el desarrollo económico y comercial de Irlanda, manteniendo a ésta en una situación privilegiada en sus relaciones con EEUU.Obama ya ha anunciado públicamente la creación de un equipo «especial» para Irlanda, formado por importantes figuras polí­ticas, así­ como su apoyo a una investigación neutral sobre la muerte en atentado del abogado irlandés, Pat Finucane (cuya muerte reivindicada por los lealistas pudiera ser fruto de la colaboración de éstos con las fuerzas británicas en el norte de Irlanda).A la ya anterior ligazón del IRA a EEUU con el ví­nculo establecido por la emigración irlandesa, hay que sumar el salto cualitativo de Norteamérica como única potencia hegemonista tras 1945. Heredera de buena parte del imperio colonial inglés, y establecido un enorme grado de dependencia de Inglaterra misma respecto de Washington, EEUU sólo podí­a considerar como un asunto interno lo que afectaba a la estabilidad de su principal peón en el continente. El IRA, aun manteniendo una notable autonomí­a, ha sido utilizado como un instrumento de presión cuidadosamente mimado por Washington.Sólo desde esta estrecha relación entre el IRA y Washington podemos comprender el significado del abandono de las armas y el momento elegido para ello. Las primeras negociaciones de paz que apuntaban a una resolución real, se abrieron en 1994, de inmediato a la aprobación del tratado de Maastricht.Con éste, Alemania daba un paso firme y declarado para hegemonizar Europa. La negativa inglesa a aceptar los plazos y términos que Berlí­n proponí­a para la unificación europea fue alentada con la citada declaración de tregua.La oposición a formar parte del grupo de naciones que admití­a la moneda única trajo los acuerdos de Viernes Santo, base del actual desarme. Eliminar el principal foco de desestabilización que tení­a Gran Bretaña fue un justo pago por convertirse en el fiel escudero del Pentágono, estando dispuesto a enfrentarse para ello a sus vecinos europeos.Eliminar ese foco interno de desestabilización fue también reforzar el principal peón norteamericano en Europa, cuando Londres fue s ascendido por Washington al nuevo cargo de interlocutor del Imperio con el Viejo Continente.Ahora en un momento de cambio en la polí­tica exterior de la nueva administración de Obama. Las relaciones con su aliado estratégico están sufriendo cambios y algunos medios de comunicación hablan abiertamente de enfriamiento, el resurgimiento de la inestabilidad en Irlanda del norte, las diferencias surgidas en cuanto a las reformas que Gran Bretaña promueve para los organismos financieros internacionales, en coalición con Alemania y Francia, que Washington no ve urgentes..El problema de la mayor implicación de la OTAN en Afganistán que EE UU continuamente demanda a sus aliados. En la visita de Gordon Brown a Washington algunos medios de comunicación Británicos como «Daily Post» describe las actuales «relaciones de alianza especiales» entre Gran Bretaña y Estados Unidos como una «nevada en Washington».Aunque Brown es el primer dirigente de un paí­s europeo con que se reúne Obama en la Casa Blanca tras asumir éste la presidencia, la atención brindada por la parte norteamericana es obviamente más que suficiente en cumplidos, pero insuficiente en «calor».Pero seguir excesivamente la polí­tica norteamericana hizo que el gobierno británico pagara cierto precio. Tras el sucesivo abandono de Blair y Bush al Poder, dejaron de existir estas relaciones de luna de miel.Después que Obama ganó las elecciones presidenciales norteamericanas, Brown ha venido buscando oportunidades para volver a confirmar las «relaciones especiales».Brown espera que a través de esta visita a EEUU formule junto con Obama un «nuevo acuerdo global» destinado a impulsar el crecimiento económico global, aumentar el empleo, contrarrestar el proteccionismo comercial y reforzar la supervisión y control financieros.A pesar de que Brown esperaba mucho de este encuentro con Obama, la reacción de la parte norteamericana estuvo obviamente a gran distancia de lo que deseaba él. Debido a la apretada agenda de Obama, el tiempo del encuentro fue reducido hasta dos horas y la conversación real duró sólo una hora. La tradicional conferencia de prensa conjunta de los dirigentes tras su conversación fue cancelada «debido a la nevada en Washington» y, en lugar de ella, una sencilla rueda de prensa en la Oficina Oval de la Casa Blanca. Su forma fue simplificada y su contenido, carecí­a de algo esencial.Frente a la idea de la UE sobre la superación de la crisis financiera que pregonaba Brown con gran fervor, Obama no mostró mucho interés. En cuanto a la «sincera invitación» extendida por Obama a Gran Bretaña a seguir desempeñando un papel importante en el problema de Afganistán, Brown tuvo una reacción prudente.Una coincidencia se produjo en el mismo dí­a del encuentro entre Brown y Obama, la Casa Blanca cambió la estatua colocada en la Oficina Oval a petición del presidente, de modo que la estatua de Churchill originalmente colocada allí­ fue sustituida por la del busto de Lincoln. La estatua de Churchill fue prestada por Gran Bretaña a petición de Bush hijo después del incidente del 11 de septiembre y considerada alguna vez como sí­mbolo de las relaciones estrechas entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Tal vez esta acción podrí­a ser considerada como un ví­vido reflejo de las actuales relaciones anglo-norteamericanas.

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