Sanidad

Enfermar en tiempos revueltos

¿Debemos considerar el auge de enfermedades crónicas o degenerativas como el precio a pagar por el aumento en la esperanza de vida en las sociedades desarrolladas? ¿O son dos procesos autónomos, con resposabilidades autónomas?

Las sociedades desarrolladas se vanaglorian del aumento en la eseranza de vida más allá de los ochenta años, pero sus gestores tiemblan despavoridos ante el peligro de colapso de los sistemas sanitarios, sean públicos, privados o mixtos. La crisis acelera el peligro puesto que las necesidades de los grandes capitales no coinciden con las necesidades populares. El cáncer es el problema número uno en prioridad, la primera causa de muerte en España. Según datos de la OMS, uno de cada tres varones y una de cada cuatro mujeres serán diagnosticados de cáncer a lo largo de su vida en España. En 2005, cerca del 10 por ciento de los 43.000 millones de euros destinados anualmente al gasto sanitario público español iba dedicado a la lucha contra el cáncer, enfermedad que consume además el 15 por ciento de todo el gasto farmacéutico hospitalario de España. Efectivamente, para ciertos tipos de cánceres (mama, pulmón, piel, cerebro, sistema linfático) hay un rápido aumento de casos, por eso se habla de epidemia. Hay quien dice que es normal que al haber aumentado la esperanza de vida y la precocidad con la que se detectan estos problemas aumente su incidencia. Pero esto es una cortina de humo. La medicina debe ocuparse de alargar el tiempo de vida y el nivel general de salud de la población, de lo contrario el nivel de salud se comerá cualquier avance. Pero, la epidemia de cáncer consiste no sólo en el número sino en que la edad de aparición de esta enfermedad es cada vez más prematura. La propia OMS llamó la atención al hecho de que desde 1970 uno de los sectores en los que ha aumentado la incidencia del cáncer es entre la población infantil y adolescente. En definitiva, mientras la oncología oficial se centra en mejorar los tratamientos y la detección precoz, gracias a lo que dicen que ha disminuido su mortalidad, no pueden ocultar que cada año su incidencia aumenta y la edad de aparición disminuye. Aumenta según un patrón geográfico y temporal que nos dan las pistas de qué factores ambientales propician su mayor incidencia. Los mapas de incidencia de cáncer para un mismo grupo de edad muestran que el cáncer de mama, de próstata y de colón son enfermedades del mundo desarrollado. Hay nueve veces más cánceres de este tipo en EEUU y Europa que en China, Laos o Corea, y cuatro veces más que en Japón. No es una cuestión de genes en lo fundamental, las mujeres asiáticas que viven en occidente adquieren la tasa occidental de cáncer de mama. La OMS ha llegado a afirmar que los factores medioambientales y de estilo de vida influyen en un 80% de los cánceres. Prueba de ello es que la mejora de la cadena del frío en la alimentación y el menor uso de nitratos y de sal para la conservación de los alimentos ha propiciado una caída en la incidencia de cáncer gástrico. El estudio genético bien cierto nos dará las claves últimas de por qué el cuerpo puede o no rebatir el desafío del cáncer. Nos dará conocimiento. Pero la genética tardará en dar respuestas y ahora nos podemos aferrar a modificar conscientemente los factores que hacen que la predisposición genética se traduzca o no en enfermedad. Claro que se puede. Un estudio mostró que la posibilidad de desarrollar cáncer de mama entre las mujeres con prediscposición genética a hacerlo antes de los cincuenta años se ha triplicado entre las mujeres nacidas tras la 2ª guerra mundial comparado con las nacidas antes. Es precisamente la Segunda Guerra Mundial la que marca un antes y un después en el auge del cáncer. Desde 1940 la incidencia del cáncer ha aumentado en todos los países industrializados. Esta tendencia se ha acelerado desde 1975, especialmente en la población joven. Tres grandes factores han cambiado: a) El consumo, en nuestra alimentación, de enormes cantidades de azúcar sumamente refinado b) Cambios en los métodos agrícolas y ganaderos que influyen en los alimentos c) Exposición a una gran cantidad de productos químicos nuevos

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