Los sindicatos paralizados ante la crisis

Encomendados a la Virgen de Lourdes

Dicen que uno de los grandes asesores de Zapatero en polí­tica económica y social es el secretario general de UGT, Cándido Méndez. Y que éste le ha recomendado que centre su atención en asegurar la cobertura a los parados, porque en estas condiciones crear empleo o aspirar a mejorar las condiciones de vida de las clases populares es poco menos que una quimera. Como en el conocido chiste del inválido que va a Lourdes, la receta de los sindicatos puede resumirse en un «Virgencita, que me quede como estoy».

El hecho, relatado estos días or los medios de comunicación, refleja fielmente la posición que los sindicatos mayoritarios han mantenido hasta ahora durante la crisis, preocupados exclusivamente en “resistir”, manteniendo al menos los derechos y conquistas sociales y procurando que no se produzca un empeoramiento excesivo en las condiciones de vida de los trabajadores. Evitar que la factura que paguemos los trabajadores por la crisis sea demasiado gravosa es, al parecer, su máxima aspiración. Sin embargo, con la que está cayendo, ¿están los grandes poderes económicos, en nuestro país y fuera de él, en condiciones de fuerza? ¿O por el contrario la crisis los ha hecho más débiles? Responder correctamente a esta pregunta es fundamental para decidir qué camino debemos seguir las clases populares en esta situación. No es necesario ser un lince para advertir que ellos están más débiles. En primer lugar materialmente. La crisis les ha afectado de lleno con quiebras, pérdidas, desconfianza, incertidumbre, paralización del sistema financiero, del aparato productivo,… Y, como consecuencia, la rivalidad, las tensiones y la división entre ellos, entre las grandes oligarquías bancarias, los grupos monopolistas, los Estados capitalistas se están multiplicando. En segundo lugar también socialmente, porque el estallido de la crisis ha empezado a sacar a la luz la hondura del abismo social que se ha gestado en todos los años de crecimiento. Lo que está provocando que la “narcotización” de las conciencias, característica de los períodos de gran expansión, se esté desvaneciendo a pasos agigantados. Haciendo que la gente se fije en cosas que antes le pasaban desapercibidas y agitando una marea de malestar social que crea muchas mejores condiciones para transformarlo en conciencia y organización. ¿O alguien se cree que las invectivas y las medidas de Obama o de Merkel contra los sueldos y despilfarros de los grandes ejecutivos bancarios son fruto de su “intachable integridad”? Durante años, Botín sólo ha salido ante la opinión pública para presentar sus logros y conquistas. En lo que va de año ya ha tenido que salir dos veces para defender públicamente la actuación de los bancos. ¿Por qué? Porque efectivamente advierten ese malestar social y, al mismo tiempo, no encuentran prácticamente a nadie dispuesto a defenderlos públicamente. Hasta el punto de que hasta en el propio gobierno han tenido que proceder a un reparto de papeles, en el que al ministro Sebastián y a Zapatero les ha tocado criticar o advertir a los bancos para conectar con la sensibilidad dominante en la sociedad y no acelerar el retroceso electoral que les auguran las encuestas. Ellos están más débiles, pero al mismo tiempo necesitan empeorar drásticamente la vida del pueblo para poder recuperar la tasa de ganancia y frenar las pérdidas. Ese es su principal punto débil. Y el que hace que los pueblos estemos en mejores condiciones para frenar su ofensiva y conseguir cambios en la correlación de fuerzas que nos permitan imponer, en todo o en parte, una alternativa favorable a nuestros intereses. ¿Permanecer quietos y resistir como mejor podamos los palos que quieran darnos? ¿O tomar la iniciativa, golpearles en su punto más débil y exigir una redistribución de las rentas como salida a la crisis? En tomar uno u otro camino está la clave de los próximos años.

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