SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

En ví­a muerta

El Parlamento catalán formalizó ayer el primer paso de la agenda soberanista para la convocatoria de una consulta en Cataluña. Por 87 votos a favor —CiU, ERC, ICV y tres diputados del PSC—, 43 en contra —PP, PSC y Ciutadans— y 3 abstenciones —de la CUP, por entender que no se necesita solicitar ningún permiso— aprobó pedir al Congreso de los Diputados que transfiera a Cataluña la competencia para convocar un referéndum, a través del artículo 150.2 de la Constitución. La propuesta tiene nulas posibilidades de prosperar: tres fuerzas políticas que suman el 86% de los diputados del Congreso (PP, PSOE y UPyD) ya han dicho que están en contra de que se celebre tal consulta. Pero los partidos del bloque soberanista insisten en tramitar la petición, no para mantener un debate leal sobre la cuestión y aceptar el resultado que pudiera producirse —previsiblemente el mismo que cerró la vía Ibarretxe— sino para capitalizar la negativa de cara a su propia agenda.

Se trata de hacer ver que todo lo que se vota en Cataluña se recibe con una estrepitosa negativa. Y de presentar ese rechazo como un atentado contra el principio democrático, cuando lo que en realidad está haciendo el bloque soberanista es un imposible: pedir a quien tiene la capacidad de decidir, porque representa al pueblo español, que le ceda esa facultad precisamente para arrebatarle parte de esa soberanía. Estamos pues ante la evidente y torticera instrumentación de los mecanismos parlamentarios, no para tratar de encontrar caminos de diálogo, sino para justificar más tarde la posibilidad de adoptar decisiones unilaterales. Con esta estrategia, el bloque soberanista plantea dos objetivos adicionales: reforzar la idea de que España no quiere negociar y tratar de decantar hacia la independencia a sectores todavía remisos; y debilitar al socialismo catalán para poder pescar en sus caladeros electorales.

La votación puso a prueba la cohesión del PSC, cuya decisión de votar en contra de la petición causó que el alcalde de Lleida dejara su acta de diputado y otros tres parlamentarios rompieran la disciplina de voto, lo que previsiblemente tendrá consecuencias los próximos días. El goteo de dimisiones y pronunciamientos augura un periodo de inestabilidad muy dañino para el partido que mejor ha encarnado la complejidad y pluralidad de la sociedad catalana. El declive de la fuerza política que ha sido capaz de aglutinar bajo el paraguas del catalanismo progresista las diferentes sensibilidades e identidades que conviven en Cataluña solo puede conducir a un peligroso frentismo.

Es una operación de gran calado cuyo objetivo es asimilar catalanismo con independentismo. Lo mismo que ya intentó el nacionalismo, pero ahora con la ruptura como objetivo. Pese a las condiciones adversas, el socialismo catalán debe mantener su apuesta por el diálogo. Todo este ruido no debe ocultar que la única vía posible para salir del atolladero es la acordada por el PSC y el PSOE: una reforma pactada de la Constitución.

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