Ildefonso Hernández, firmante de las cartas de The Lancet

«En vez de auditoría, preferimos llamarla evaluación constructiva»

Ildefonso Hernández Aguado, catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández (Alicante) y uno de los firmantes de las dos cartas remitidas a The Lancet

Usted, junto a una veintena de reputados expertos, han publicado dos cartas en The Lancet (una en agosto, otra en septiembre) donde instan a las administraciones españolas -tanto al gobierno central como a las CCAA- a una auditoría de los sistemas de atención social y de salud. ¿Por qué consideran que esta auditoría es imprescindible y no admite demora?

Por precisar, nosotros le llamamos evaluación constructiva o análisis constructivo. Evitamos el término auditoría ya que está implica la evaluación del cumplimiento de reglas o criterios objetivos, para esta crisis sanitaria eso era difícil. Nuestra propuesta, considera que debe hacerse un análisis de la gestión de la pandemia cuanto antes incluya todos los actores implicados a fin de identificar las intervenciones más efectivas en términos de salud que al mismo tiempo respetan al máximo el desarrollo social y económico. Esta pandemia tiene un impacto de alta magnitud y es por ello necesario evaluar las intervenciones y políticas implantadas para identificar todo aquello que pueda mejorarse a corto, medio y largo plazo.

En su segunda misiva, además de instar a la urgencia de esa auditoría, plantean varios principios rectores: el primero y más importante es la independencia de los miembros del comité de evaluación, con expertos académicos españoles y extranjeros. ¿Por qué?

La Ley General de Salud Pública establece que cualquier comité que haga recomendaciones en salud pública debe ser independiente y sus integrantes deben declarar sus intereses. Por otra parte, cualquier panel de expertos similar en cualquier país acostumbrado al buen gobierno o en cualquier organización internacional por ejemplo de la Unión Europea o de la Organización Mundial de la Salud, garantiza su independencia, o al menos lo intenta.

En el segundo eje rector, ustedes insisten en que «esta evaluación no debe concebirse como un instrumento para repartir culpas». ¿Es el clima de enfrentamiento político y de lanzamiento de culpas un aliado del virus? ¿No dificulta esto que la ciudadanía se tome en serio la amenaza y cumpla con las recomendaciones?

En términos generales, la alta calidad democrática de un país mejora el funcionamiento de sus instituciones y la implantación de políticas benéficas. Parece obvio, que afrontar una crisis de las características de la que nos enfrentamos requiere el máximo consenso posible que a su vez es compatible con la crítica constructiva. Sin embargo, no parece justo decir que todos los actores políticos son iguales. La crítica generalizada a la política sin dar alternativas no suele traer nada bueno.

Se ha publicado una carta abierta en change.org, con el título «En la salud, ustedes mandan pero no saben», avalada por 55 sociedades científicas que llama a una acción coordinada. ¿Considera que esta carta va en la misma dirección que las que ustedes han enviado?

Puede ser que la intención fuese similar, pero las formas y el contenido no los comparto. La ciencia puede informar y puede contribuir a generar ideas para una buena política, pero no la sustituye. Además, tenemos que ser prudentes en estas cuestiones porque nuestro conocimiento es limitado y además hay otros conocimientos de otras áreas científicas que también son relevantes para afrontar el problema que nos ocupa. 

La política debe considerar otras cuestiones a la hora de tomar decisiones además de las científicas. Por ejemplo, ha quedado patente en muchas de las intervenciones se han olvidado de los componentes sociales, de la reducción de las desigualdades sociales que es un aspecto tan necesario para la buena implantación de las políticas preventivas.

Ustedes señalan una serie de problemas que «se vieron exacerbados por los efectos de una década de austeridad que había agotado la fuerza laboral sanitaria y reducido la salud pública y las capacidades del sistema de salud». ¿Han agrietado los recortes sociales nuestras defensas ante una pandemia? ¿Se puede salir de esta crisis sanitaria sin revertir esos recortes?

Las políticas de la década pasada lo peor que tuvieron fue ensanchar la brecha social, fomentar el desprecio de la eficiencia pública y facilitar la actuación de élites extractivas que tienden a lucrarse del erario público. Esas mismas políticas se han olvidado de las inversiones estratégicas que deba hacer cualquier Estado sensato tales como la educación, la investigación y la salud pública. El desprecio por la salud pública es casi seculares en España y la pandemia la hemos tenido que afrontar con unos dispositivos de salud pública precario. De las crisis se puede salir de cualquier forma, pero si se sabe sin tener en cuenta las políticas mencionadas antes se saldrá mal.

¿Considera que las cartas que ustedes han publicado en The Lancet están siendo bien acogidas por los gobiernos y las fuerzas políticas? ¿Cree que aceptarán la auditoría?

Entiendo que sí, y en la reunión que se ha mantenido se ha constatado una predisposición positiva. Es más, a fecha de hoy hay indicios de que se van a iniciar los trabajos. Cabe comprobar si reúnen los requisitos de independencia que señalamos.

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