Cómic

En un lugar de la mente

Los mejores autores de ciencia-ficción de todos los tiempos se han caracterizado siempre por utilizar este lenguaje para, en realidad, reflexionar profundamente sobre el mundo que nos rodea cotidianamente. Así­ lo hizo también en los años 80 el genial historietista catalán Josep Marí­a Beá. El niño prodigio del cómic español -empezó a publicar historietas a los 14 años-, conocí­a bien tanto los vací­as existentes en el mundo engeneral, como en el cómic español en particular, y utilizó sus sorprendentes historias espaciales para reflexionar sobre ello.

A rincipios de los 80 la carrera de Beá se disparó con la publicación de sus Historias de Taberna Galáctica, a través de la desaparecida revista 1984, del editor Toutain. La profunda reflexión filosófica y el humor más satírico se mezclaban para ofrecernos una colección de cortometrajes en papel que incluso llegó a ser un proyecto televisivo inconcluso. Pero sin duda su obra cumbre a nivel de madurez narrativa fue la serie En un lugar de la mente.Una colección de seres sin cabeza, gatos antropomórficos, muñecas sensuales, lagartos violadores o madres ponedoras componen una especie de mundo onírico, una realidad aparte que se lee hoy con la misma magia deslumbrada, con la misma sorna cómplice que hace veinte años, representando un elenco de personajes que ejercen de metáforas fácilmente aplicables a la realidad que nos rodea.Las siete historietas que se engloban en este álbum, realizadas en 1980 y reeditado en un único volumen en 2001, no han perdido un ápice de su mensaje original. La personal visión del universo, la ciencia-ficción, la utopía, el cómic y el humor de Beà convierte estas historias en una amalgama de criaturas surgidas de deliciosos bestiarios, con paisajes donde se dan cita los monstruos del terror clásico y los fríos horizontes de planetas lejanos.El surrealismo más exquisito domina la ambientación, creando casi un género nuevo apenas explorado en el cómic, pero tampoco puede olvidarse la habilidad del autor para crear diálogos jocosos que bien pudieran haber inspirado a Samuel Becket. Hay ironía en estas historias, un sano tono de cachondeo paródico, autoburla en ocasiones, pero también, cuando se tercia, Beá es capaz de mostrarse como un poeta de los sentimientos y un auténtico arquitecto del engaño visual.Beá fue uno de los prodigiosos rebeldes que vivieron y generaron la explosión del cómic para adultos español, siendo partícipe también de la elaboración del olvidado manifiesto sobre el Cómic de Vanguardia en España, junto a otro grande: Carlos Giménez. Sin embargo también fue una de las víctimas del primer naufragio de esta industria, y a finales de los 80 desistía en su empeño y hacía un lamentable trasvase al mundo de la publicidad. Recordar y recuperar la vigencia de su obra es un gesto necesario para dotar de historia e identidad a la nueva generación de dibujantes españoles que emergen de las ruinas de esta maltratada industria.

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