Música

En Tierra Querida

Como un pequeño Bob Dylan, el hijo del desaparecido Anthony Perkins presenta su nuevo y segundo disco «In dearland» – En tierra querida -, del mismo nombre que su banda. En parte, y solo en parte, ha dejado atrás la tragedia; su madre, la fotógrafa de moda Berry Berenson viajaba en uno de los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas. La penumbra se cernió sobre él y su primer trabajo, «Ash Wednesday» – Miércoles de ceniza -. Al verlo podrí­a pensarse que es un bohemio más, pero aparte de que la «imitación» nunca ha estado bien vista en el mundo de la música, Elvis Perkins es una cajita de esencias de la canción de autor norteamericana.

La cadencia de la voz, el tono, las frases melancólicas, el tintineo de la guitarra y el quejido de la melodía retenden con éxito embarrar a Cohen con recuerdos de Van Morrison. Para ello cuenta con Brighman Brough al contrabajo, Wyndham Boyland-Garnett a los teclados y Nicholas Kinsey a la batería, que también se arreglan con el saxofón, el trombón y el clarinete, respectivamente.No es música de destaque, de la que impresiona y se recomienda rápidamente. Eso sí, conmueve profundamente y obliga a degustarla con tiempo, poco a poco. Sabe mal correr con ella, como si se estuviera malgastando un tiempo precioso porque una vez acabe la pieza nunca más se podrá volver a escuchar. Es así la sutil delicadeza, la fragilidad de cada uno de los temas de Elvis Perkins. Sin la menor intención de suponer, nunca sabremos – salvo que lo cuente él, qué parte nació del entorno artístico que le avasalló sanamente durante toda su infancia y adolescencia, y que parte es fruto del drama, de la pérdida, y de lo que él mismo llama “un idioma propio, una forma de lidiar con los problemas a mi manera”.De pequeño empezó con el saxo para entregarse más tarde a la guitarra de la mano del bajista Prescott Niles. La poesía y el transcurrir se la robó a Simon y Garfunkel, y de ahí al estreno pasando por el trajín universitario de maquetas.Su primer disco lo grabó con 30 años, cinco años después de la trágica muerte de su madre. El dolor personal se unía a la consternación colectiva. Los temas del disco están ordenados empezando por las últimas canciones que compuso; la mitad de ellas antes del 11-S y el resto en los cuatro años posteriores.En comparsa con vibráfonos, violines, bongos, banjos, trompetas… Elvis Perkins adorna un paisaje de honda belleza, que duele en el primero, y que empuja a la dulce sonrisa en el segundo.El pasado 7 de abril tocó en la Sala El Sol de Madrid.Recomendable un disco de estantería, cuidado en su presentación y nutrido en el libreto. Por si lo han comprado ya, sepan que no se han equivocado, no es una antigüedad fotográfica de Jesse James. Es “Elvis Perkins in dearland”.

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