Selección de prensa nacional

En puertas del cambio

Innecesario señalar que la selección de prensa nacional de hoy está centrada hoy en os resultados de las elecciones gallegas y vascas. Selección que, para no abrumarles, continuaremos ofreciéndoles mañana con un recorrido más amplio por la prensa autonómica. Coincidencia casi generalizada a la hora de valorar los resultados gallegos.

Tanto en su lectura interna como en su royección nacional. Con respecto a lo primero, el plegamiento de Touriño a las exigencias del ala más fundamentalista del nacionalismo gallego y la dureza de los efectos de la crisis que ya se manifiestan con claridad en Galicia están, para la mayoría, en la base del retroceso electoral del bipartito frente a un PP que, pese a la que le ha estado cayendo estas últimas semanas, ha resistido con una solidez extraordinaria su base de votantes, incrementándolos incluso aunqie fuera en un estrecho margen de unos pocos miles de votos. Con respecto a su proyección nacional, también lectura unánime. Rajoy sale doblemente reforzado. Ante los críticos y las camarillas internas que lo vienen acosando desde la derrota de las pasadas generales, como frente a los ataques y la campaña de acoso y desprestigio urdida con motivo de la trama de corrupción destapada en su seno. Con respecto a los resultados vascos, la lectura deja ya de ser unánime. Dividiéndose básicamente en dos posiciones, desde la opinión común de ser un resultado histórico el que los partidos nacionalistas hayan dejado de tener, por primera vez en 30 años, la mayoría en el parlamento de Vitoria, algo que es innegable. Pero, a partir de ahí las diferencias aparecen a la hora de formular cual debe ser la alternativa de gobierno ante esta nueva situación. Mientras unos apuestan clara y decididamente por la formación de un gobierno socialista con apoyo parlamentario de PP y UPyD, otros, sin negar esta posibilidad y admitiéndola como plausible, dejan la puerta abierta –más bien podría decirse que la empujan para que se abra– a una posible combinación entre el PSE y un PNV desbastado, libre del liderazgo de Ibarretxe y apartado de su deriva soberanista. Una fórmula que, con toda evidencia, iría claramente en contra de las voluntad expresada por la mayoría de los electores vascos este 1 de marzo. Pero que conociendo el apego al poder y el jesuitismo de unos (el PNV) y la permanente ambigüedad calculada de los otros (el PSOE) no es en absoluto descartable a poco que no encuentren las suficientes resistencias para hacerles desistir de ello. Editorial. El País DOBLE VUELCO Los resultados electorales en Galicia y en el País Vasco no sólo tendrán una importancia decisiva en el Gobierno de esas dos comunidades, que en ambos casos cambian de signo, sino en la totalidad de la política española. La experiencia del bipartito integrado por los socialistas y el Bloque Nacionalista Galego no podrá repetirse esta legislatura, volviendo a colocar la Xunta en manos de los populares. Y en el País Vasco, los nacionalistas pueden ser desalojados de Ajuria Enea por primera vez en casi tres décadas de autogobierno. La aventura soberanista del lehendakari Ibarretxe ha propiciado el descalabro del conjunto del nacionalismo coincidiendo con un momento de extrema debilidad de los terroristas, lo que, entre otras cosas, transforma radicalmente el escenario político con el que debía contar hasta ahora la lucha contra ETA. El mensaje de mayor trascendencia que se desprende del vuelco en estas dos comunidades es que, en contra de la creencia extendida hasta ahora, los nacionalistas pueden ser derrotados en las urnas por los partidos de ámbito estatal (…) De cómo se gestione el poder por los no nacionalistas en Galicia y, sobre todo, en el País Vasco, insistiendo en la idea de ciudadanía con preferencia a la de identidad, dependerá la deslegitimación de algunos discursos que, como el del lehendakari Ibarretxe, han llevado la tensión entre el Estado central y las instituciones autonómicas hasta límites insoportables en el reciente pasado. PP y PSOE son los dos grandes vencedores de la jornada electoral de ayer, aunque ambos en distinto grado. Galicia fue una apuesta personal de Mariano Rajoy, y ha salido claramente vencedor. Frente a los socialistas y, también, frente a los sectores que cuestionaban su liderazgo en el seno del PP. Y aunque los populares hayan sufrido un retroceso en el País Vasco, su condición de apoyo imprescindible para llevar a Patxi López a Ajuria Enea los convierte en coprotagonistas de un hecho político de primera magnitud. Atajar la corrupción Rajoy, en cualquier caso, no puede seguir a la vista de estos resultados la doctrina con la que otros miembros del PP han tratado de sortear los problemas judiciales que les persiguen (…) Si sale reforzado como líder es para tomar las decisiones necesarias para atajar los casos de corrupción que afectan al PP, y esclarecer el espionaje en Madrid (…) Zapatero, por su parte, recibe un primer mensaje de desafección, motivado por los efectos de la crisis económica. Los votantes gallegos no han podido dejar de transferir sobre el partido de Touriño las responsabilidades que atañen al Gobierno central y al PSOE. Las elecciones europeas se perfilan, así, como un nuevo riesgo para los socialistas, que han visto cómo se han ido esfumando poco a poco las posibilidades de obtener mayores beneficios políticos de las dificultades que atraviesa su principal rival. Resultado complicado De las distintas posibilidades avanzadas por los sondeos, los resultados del País Vasco han sido los más complicados imaginables: una victoria del PNV y a la vez derrota de su candidato, Juan José Ibarretxe. El PNV, en efecto, es la primera fuerza, con un porcentaje de votos nunca alcanzado en las ocasiones en que, como ahora, se presentó en solitario. Pero el frente nacionalista que en forma de tripartito (PNV-EA-EB) ha sido bandera de Ibarretxe ha perdido más de 60.000 votos, y ni añadiéndole los cuatro escaños de Aralar alcanza los 38 que marcan la frontera de la mayoría absoluta. Los socialistas, por su parte, quedan cinco escaños por debajo del PNV, pero sumados a los del PP y, de necesitarlo, al obtenido por el partido de Rosa Díez sí superan esa línea de la mayoría absoluta, que era el principal objetivo de Patxi López. (…) la hegemonía nacionalista no es incondicional, un dato hasta ahora inamovible del panorama político vasco. Y (…) no es imprescindible que el PNV esté presente en cualquier combinación posible de gobierno. Por primera vez los datos avalan la posibilidad de otras combinaciones viables e igualmente legítimas. Ello permitió ayer a Patxi López mantener su compromiso de presentar su candidatura a la investidura como lehendakari y con ella su disponibilidad a serlo si obtenía los apoyos necesarios. Antes de llegar a la investidura habrá sin duda mucho que hablar y negociar, porque malo sería que la oferta de hablar con todos y escuchar las razones de los demás, reiterada ayer por Patxi López, no incluyera hacerlo con el PNV, cuya posición de primera fuerza le otorga el derecho a plantear su propia alternativa. Podría ser la de un acuerdo con el PSE, y también la de un Gobierno monocolor del PNV en minoría, abierto a pactos diversos. Esto último encajaría con el deseo de la dirección del PNV de librarse de unos aliados que le habían encajonado en una política que llevaba al enfrentamiento sin salida con el Estado y la legalidad constitucional. Pero tan legítima como esas fórmulas es la de un Gobierno socialista en minoría tras un voto de investidura apoyado por el PP. Sea cual sea el desenlace de estos días y semanas de conversaciones, lo que puede darse por seguro es que el periodo iniciado en Lizarra, de pacto nacionalista en torno a un programa soberanista, al que se sumó y trató de encabezar Ibarretxe, toca a su fin. EL PAÍS. 2-3-2009 Editorial. El Mundo NÚÑEZ FEIJOO RECUPERA LA XUNTA PARA EL PP (…) La primera lectura de los resultados del 1-M hay que hacerla en clave de política gallega. Con más de un 47% de los votos y 39 escaños, el PP acredita que sigue siendo el partido hegemónico en esta comunidad, con una gran imbricación en la sociedad gallega, y que si hace cuatro años perdió la mayoría absoluta fue sólo porque Manuel Fraga se empeñó en repetir como candidato, provocando una movilización de la izquierda para echarle de la Xunta. La victoria de Alberto Núñez Feijóo demuestra que la renovación resulta muy positiva para los partidos y es, además, una garantía de que Galicia volverá a la senda de los principios constitucionales, ya que, entre otras cosas, se ha comprometido a derogar de inmediato el decreto de imposición del gallego en la enseñanza (…) El cambio político en Galicia tiene, asimismo, una lectura para la política nacional que no es menos relevante. La pérdida de la Xunta es el primer gran retroceso electoral de Zapatero desde que es presidente del Gobierno e indica que la grave crisis económica y el aumento del paro, que en Galicia es superior a la media nacional, sí que pueden acabar pasando factura electoral al Gobierno (…) La victoria en Galicia reporta a Rajoy una cierta tranquilidad interna en un partido sacudido en los últimos meses por las divisiones y sometido al acoso de la presunta trama de corrupción que le estalló en plena campaña electoral. Si bien el verdadero test del líder del PP será el de las elecciones europeas de junio, que son de ámbito nacional. LÓPEZ ACABA CON 30 AÑOS DE NACIONALISMO LOS VASCOS ESTAN de enhorabuena. Ha sucedido lo que este periódico pedía y quería que sucediese: que las urnas pusieran fin a 30 años de nacionalismo. Los vascos votaron ayer por un cambio histórico, ya que se abre la posibilidad de un Gobierno presidido por el socialista Patxi López, con el apoyo del PP y UPyD. Los resultados marcan un punto de inflexión en una sociedad gobernada durante tres décadas por el PNV, que ahora tendrá que pasar a la oposición tras haber acumulado un poder político y social sin parangón en ninguna otra comunidad. Se trata de un gran fracaso del lehendakari Juan José Ibarretxe, que, secundado por sus dos socios en el Gobierno tripartito, había gobernado con una fuerte deriva soberanista (…) La derrota del nacionalismo ha sido posible gracias a una meritoria e inteligente campaña de Patxi López, cuyos mensajes han sido de integración de todos los vascos. López, el gran triunfador de la jornada, asume la enorme responsabilidad de encabezar el primer Gobierno no nacionalista de la historia del País Vasco y para ello necesita de los votos del PP. Tras el castigo a la coalición con los nacionalistas en Galicia, al PSOE difícilmente le resta otra opción que pactar con el PP. Antonio Basagoiti ya anunció durante la campaña que, en una situación como la que se ha producido, votará a favor de la investidura de Patxi López. Es lo lógico y lo coherente. Los resultados ofrecen la posibilidad de un Gobierno de coalición entre ambos, que sería la mejor solución para los vascos, pero también es factible un Gobierno monocolor con el apoyo externo del PP, que pierde dos escaños, pero a cambio se convierte en una fuerza política decisiva gracias a la matemática electoral. Hay que resaltar también el escaño obtenido por el partido de Rosa Díez en Álava, muy meritorio en las condiciones en las que se ha desarrollado la campaña y que también será decisivo si el PSE no logra el escaño que espera recuperar con los votos de la emigración. Pero lo importante -hay que insistir en ello- es que hoy comienza una nueva etapa en el País Vasco, sin representación de ETA en el Parlamento, con los nacionalistas en los bancos de la oposición y con un Gobierno cuya principal tarea será devolver la libertad y la seguridad a los ciudadanos. Todos los demócratas debemos estar de enhorabuena con este resultado. EL M UNDO. 2-3-2009 Editorial. El Correo EN PUERTAS DEL CAMBIO (…) el hecho de que el PNV no cuente con una mayoría absoluta de corte nacionalista y el propósito de Patxi López de postularse para lehendakari en la sesión de investidura reduce las posibilidades a un pacto de gobierno entre socialistas y populares o a un arreglo de última hora entre socialistas y nacionalistas. El revés sufrido por el PSdeG en Galicia a manos del PP y el aguante electoral que ha mostrado la propuesta de Antonio Basagoiti en el País Vasco, convirtiéndose en una formación decisiva, podrían contribuir a que se superen buena parte de las resistencias socialistas a una entente con los populares para el gobierno de Euskadi. La posibilidad de la otra combinación, la que uniría a los dos partidos más votados -PSE y PNV- dependería de un cambio tan drástico de rumbo en la estrategia nacionalista que, atendiendo a las desavenencias que se mantienen en su seno entre el posibilismo y el soberanismo, resulta difícil que fragüe en tan poco tiempo de manera creíble para sus hipotéticos socios socialistas. (…) Los dos socios de coalición del PNV -EA y EB- han perdido tanta fuerza a favor de Ibarretxe que, paradójicamente, su debacle impide la continuidad del proyecto político encarnado tan personalmente por éste bajo la fórmula del Ejecutivo tripartito (…) Ibarretxe optó por obviar su discurso soberanista desde antes de la propia campaña, coincidiendo así con el criterio mayoritario en el seno de la dirección de su partido, pero atendiendo sobre todo a las nuevas necesidades planteadas por la crisis y a las perspectivas que se abrían para una eventual victoria socialista en las autonómicas. El resultado electoral ha demostrado que tal rectificación resultaba tardía y que, aun asegurando el primer puesto, resulta imposible que el PNV e Ibarretxe rescaten el proyecto soberanista que han aparcado durante la campaña. Los resultados electorales han desbaratado el falso ‘cauce central’ al que el inquilino de Ajuria Enea ha venido apelando para justificar su obstinación en gobernar en precario, pero con apoyos puntuales de la izquierda abertzale hoy ilegalizada. Es más, las urnas han reconducido la política vasca hacia la centralidad que había perdido desde que el PNV optó primero por Lizarra y luego por los sucesivos planes de Ibarretxe. Ahora corresponde a los partidos que ocupen los escaños de la Cámara de Vitoria dar forma concreta al acuerdo y al consenso básico al que les han emplazado las urnas. Pero antes que nada atañe a las formaciones políticas establecer aquellas alianzas que garanticen la gobernabilidad de la comunidad autónoma. Desde este punto de vista, el hecho de que los apologistas de la violencia hayan sido judicialmente excluidos de la liza electoral hace que cualquier combinación deba ser igualmente respetada desde un punto de vista democrático, lo cual no quiere decir que toda fórmula sea igual de idónea frente a los grandes retos que tiene ante sí Euskadi. Las elecciones autonómicas situaron ayer la política vasca en puertas de un cambio inexorable cuya naturaleza concreta deberá ser definida, fundamentalmente, por los tres partidos que han obtenido más escaños en el Parlamento de Vitoria: PNV, PSE-EE y PP. EL CORREO 2-3-2009 Opinión. El Correo ¿QUÉ HA PASADO? J. M. Ruiz Soroa (…) si queremos determinar lo que ha pasado ayer, lo que tenemos que hacer es identificar la consecuencia determinante de la polifonía partidista que se ha registrado. Que no es otra, a mi juicio, que el de la mayoría no nacionalista (…) Una advertencia se impone ya de entrada a la hora de analizar el cambio político en Euskadi: su amplitud y sus efectos van a venir determinados mucho más por la reacción social que se va a producir al ver el gobierno en manos no nacionalistas que por el juego estricto de los pactos y las alianzas que se produzcan. La ciudadanía va a experimentar probablemente una tal sensación de ruptura progresiva de ataduras que sus consecuencias pueden llevar los efectos del cambio mucho más allá de lo que predeciría cualquier cálculo político inicial. El cambio real es empezar a vivir en otro escenario, en uno en que la hegemonía ideológica nacionalista se ha quebrado, en el que podemos pensarnos como colectivo de muchas formas, no de una sola. El cambio es, al final, cambiar en cómo nos vemos a nosotros mismos. Para los partidos no nacionalistas empiezan unos meses arduos: deben leer correctamente los resultados y deben estar a la altura de lo que esos resultados les exigen. El PSE puede sentir el vértigo del protagonista novato que se descubre solo en las alturas e intentar apoyarse en un PNV a modo de segura muleta de gobierno. Puede que, probablemente, Madrid presione en esta dirección. Pero una tal salida sería tanto como adulterar el cambio prometido y esperado. Por su parte, PP y UPD pueden sentirse tentados a regatear o condicionar su voto a Patxi López en la investidura parlamentaria: sería una postura antinatural y, lo que es peor, suicida a medio plazo. Si los partidos no nacionalistas retroceden estos meses ante el vértigo que provoca el cambio estarán cavando su tumba a medio plazo, pues demostrarán que no se conciben a sí mismos como dueños de su destino, sino como eternos ayudantes de los verdaderos dueños. (…) Es evidente que la opción política del PSE es bastante tímida y alicorta, que su ideal para el gobierno de Euskadi se limita en principio a borrar la década soberanista y volver a los felices y transversales tiempos de Ardanza, tal como su líder se ha hartado de decir en las elecciones. El riesgo que corren es el de degradar lo que todos llamamos ‘el cambio’ en algo que sea simplemente ‘un cambio’. Convertir un cambio de régimen en un simple cambio de gobierno. Los socialistas, basta analizar con profundidad su trayectoria en la última década, han adoptado como propia la política de la identidad de cuño nacionalista. Aunque su retórica sea ciudadana, en la cuestión clave de la ‘construcción nacional’ han abrazado una visión nacionalista light, que sólo se diferencia de la original en los tiempos y en los métodos (que ya es mucho). (…) Muchos somos conscientes, en Euskadi y en España, de estas limitaciones de los socialistas. Pero nunca puede esa conciencia llevar a nadie a dejar de colaborar para que el cambio, por tímido que sea, comience. Patxi López se presentará en la investidura sin ningún apoyo pactado, casi con seguridad, y debe salir de ella investido presidente para que haga el gobierno que desee. Probablemente uno minoritario durante por lo menos media legislatura. Porque, ésa es la otra parte, el PNV debe pasar a la oposición para poder efectuar su propio tránsito modernizador, para enfrentarse a su demonio soberanista y decidir de una vez por todas qué quiere hacer con él (…) EL CORREO. 2-3-2009

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