La reforma de Wert

En pie de guerra

La reforma educativa viene acompañada de más recortes, obligando a un estado de excepción permanente. ¿A quién le interesa esta reforma?

El futuro que se dibuja para cualquier familia española es el de que tener un hijo en la universidad va a suponer un lujo insostenible. Ni hablar de dos o de tres. No tardaremos en tener que tomar decisiones como cuál de nuestros vástagos es el que debe tener el “privilegio” de estudiar una carrera, y eso, solo para los pocos que se lo puedan permitir.

Lo cierto es que el gobierno español, hasta hoy, está aplicando a pies juntillas las exigencias en el terreno educativo planteadas por la Troika. España ha de agudizar y multiplicar su perfil de “país de camareros”, la Florida europea en la que el abismo social entre la minoría privilegiada y la gran mayoría sea insalvable.

Cada uno de los puntos en los que las organizaciones y la comunidad educativa denuncian el proceso de privatización son contundentes y evidentes. Pero el aspecto principal del proyecto educativo del PP, continuación del proyecto del PSOE con otras “apariencias”, no es la contradicción entre lo público y lo privado, sino entre los intereses del 90% de la sociedad y los de los principales centros de poder, el FMI y Berlín, la banca y los monopolios. Una educación para el saqueo, o una educación al servicio de la sociedad y el país.

La Educación Pública no se vende, se defiende. Con esta consigna de la marea verde, puede sintetizarse el primer punto de denuncia de la política de Wert. Pero si no salimos de la discusión exclusiva entre lo público y lo privado, no tocaremos hueso en los verdaderos intereses que mueven la reforma. «Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo»

La sociedad del conocimiento

Bajo estas grandilocuentes palabras se articula todo el proyecto de convertir el sistema educativo en un taller de aprendices o un aparcamiento de parados, como decía Ricardo Moreno en su “Panfleto Antipedagógico”.

“Una enseñanza presuntamente lúdica, donde no se inculca el hábito de estudio, se convierte en un aparcamiento para pobres, donde están entretenidos hasta que les llegue la hora de convertirse en mano de obra barata. Para que la igualdad de oportunidades sea efectiva, ha de haber una enseñanza en la que cada uno pueda demostrar su valía, su inteligencia y su capacidad de trabajo. Quien defienda lo contrario, está hurtando a los muchachos de origen modesto la única oportunidad que tienen de estudiar en serio y de competir en parecidas condiciones con los que proceden de familias más favorecidas”. (Panfleto Antipedagico. Ricardo Moreno)

Cada una de las medidas que el gobierno prepara no buscan más que un doble objetivo: satisfacer las exigencias de la Troika, entregando el suculento botín de los presupuestos educativos al cumplimiento del pago de una deuda usurera, y reformar las estructuras educativas aumentando en control de las grandes corporaciones sobre la formación de las actuales y futuras generaciones.

La propuesta estrella del gobierno se basa en la reducción en un año de la ESO y el “incentivo económico” de la FP. Una reestructuración que es presentada como la solución al fracaso escolar. Lo alumnos podrán entrar antes en los ciclos de Formación Profesional con el aliciente de poder combinar su aprendizaje con “trabajo remunerado” en las empresas. De esta manera el currículum se adapta a las necesidades del mercado laboral.

La misma existencia de 6 millones de parados y la Reforma Laboral definen con precisión las consecuencias de este cambio. Pero la realidad es que el sistema educativo va a transformarse en un gigantesco “taller de aprendices”, de mano de obra barata, que nutrirá las necesidades del mercado laboral, enmascarando así los datos del fracaso escolar que, en una gran parte, se trasvasarán a los datos del paro.

Por otra parte, al no atajar ninguna de las causas reales del fracaso escolar, es de suponer que éste, aún con repuntes maquillados, se mantendrá o incrementará en lo fundamental, por lo que miles de estudiantes no obtendrán la titulación mínima necesaria y se convertirán en mano de obra no cualificada sometida a condiciones de trabajo ultraprecarias. Ya actualmente, según el informe del MEC “Datos y Cifras del Sistema Universitario Español 2010-2011”, de los casi seis millones de parados en España, el 21,3% tienen Educación Primaria, el 37,1%, primera etapa de Educación Secundaria, el 22,4% son de segunda etapa de Educación Secundaria y sólo el 10% son universitarios.«El problema no es la forma de la estructura, sino quién la dirigirá»

Nadie debe olvidar que este cambio conlleva, que el Estado corra con parte de los gastos que de otra manera deberían asumir las empresas; que como ya ocurre en la Comunidad de Madrid, las empresas serán responsables del diseño del 60% del currículum, lo que supone la adaptación de los contenidos a “los intereses del mercado”; y que las realmente beneficiadas no van a ser las pequeñas y medianas empresas, ni si quiera una gran parte de las grandes, sino los monopolios (y los bancos que los participan o dirigen) que son quienes aumentan los beneficios al abaratar los costes y no ven perjudicadas sus ganancias por la caída del poder adquisitivo de los españoles, pues una gran parte de sus mercancías se venden fuera de nuestras fronteras. Por otra parte, las miles de empresas que dependen subsidiariamente de las multinacionales son forzadas a bajar los precios, reduciendo su margen de beneficios, y el resto directamente no vende porque la gente no compra.

Por no hablar de la ausencia de un tejido productivo nacional que permita ese supuesto aumento de la cualificación y formación de trabajadores en los sectores más cualitativos de cualquier economía. El tejido productivo está en manos del capital extranjero, porque lo que manda para el resto es el sector servicios, precario y en descomposición.

Solo los mejores

Algunas de las banderas levantadas por el gobierno han sido las de la “efectividad”, la “competencia”, el “esfuerzo” y el “respeto a la autoridad”, que en amplios sectores educativos, frente al desastre de la LOGSE, han sido exigencias desde hace años. Como se dice popularmente, “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo”

En primer lugar, la propuesta del PP pasa por caminar hacia una educación separada por niveles, como ocurre en Holanda, en los que, en función de que “los peores” no lastren a “los mejores”, se les divide en tramos según sus notas y rendimiento. No hace falta muchos conocimientos educativos para saber que la estrategia de los guetos no tiene nada que ver con la mejora educativa, el esfuerzo y la competencia. En definitiva, que una pequeña minoría sea la elegida para poder acceder a los niveles superiores, mientras que a la gran mayoría se le condena al fracaso, al paro y, en el mejor de los casos, al seiscientoseurismo.

En segundo lugar, el proceso de “privatización” es en realidad un aumento del control y la capacidad de decisión de los monopolios sobre nuestra educación básica, secundaria y universitaria. Ya no es la externalización de los servicios básicos, como limpieza o comedores, ni la creación de bolsas de paro gestionadas por ETTs (propiedad de los monopolios en su mayoría), sino la participación directa de entidades privadas y fundaciones en la gestión de colegios públicos, universidades y su financiación, como ya hemos visto a través de Universia del Banco Santander, la Fundación Botín, y ejemplos como el del CEIP El Álamo en Madrid.

A esto hay que añadir que la mejora de la formación y evaluación del profesorado irá pasando progresivamente a manos de las fundaciones, como está pasando con la red de hospitales públicos en toda España, en el caso de los profesionales de la Sanidad. No es casualidad que el PP insista en hablar de por qué tenemos una Sanidad alabada en todo el mundo y una Educación mediocre, y en proponer una formación docente tipo MIR. El problema no es la forma de la estructura, sino quién la dirigirá o quién ya lo está haciendo.«Los países que crecen son aquellos que rechazan las imposiciones del FMI y el BCE»

Cultura del esfuerzo o soberanía

Un dirigente de la CEOE decía que los españoles debemos aprender de la “cultura del esfuerzo del pueblo chino”. Podría decirse que esa afirmación buscaba justificar la degradación de nuestras condiciones laborales, pero lo que se le pasó por alto es que China crece al 9%, ha elevado el nivel de vida de su población, reducido la mortalidad infantil, el analfabetismo, y está, detrás de Brasil, a la cabeza en la lucha contra el hambre, según organizaciones como ActionAid. Porque su gobierno, como el de muchos otros países, al margen de cualquier otra consideración ideológica, defiende su independencia del FMI y pone los recursos nacionales al servicio de los intereses del país.

Insisto, al margen de cualquier otra consideración ideológica, a día de hoy, los países que crecen son aquellos que rechazan las imposiciones del FMI y el BCE. Tal y como han planteado analistas como Fukuyama o Brzezinski, estos países coinciden en un incremento notable de la calidad de sus universidades, de la población universitaria, y de la formación de cuadros superiores e intermedios que antes emigraban a EEUU, y ahora se quedan en sus países trabajando en un tejido productivo propio, en desarrollo, y “mimado” por el Estado, sea en el sector público o en el privado. Aquí vamos por el camino contrario. Insisto, de nuevo, al margen de cualquier otra consideración ideológica.

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