El Observatorio

En mala hora

Diez mil catalanes «tomarán» este fin de semana Bruselas, capitaneados por el lí­der de Esquerra Republicana, Carod-Rovira, para reclamar la «independencia» de Cataluña. No sé si las aspiraciones del partido y el lí­der organizador van más allá del «ruido» mediático del acontecimiento. En todo caso, lo que sí­ es cierto es que el evento llega un poco fuera «de plazo», cuando las autoridades de Bruselas tienen asuntos más graves a los que atender que al contenido de las pancartas del señor Carod, y es más, cuando el furor fragmentador de los años noventa (al calor del proyecto germánico de la Europa de los pueblos) no está ya a la orden del dí­a.

No sé si los manifestantes que este fin de semana se congreguen en la “caital de Europa”, tras muchas hora de viaje en autobús, van a encontrar algo más que el tradicional frío y nieve de un invierno muy crudo que todavía no ha terminado, y que ni siquiera es sólo crudo y frío en el sentido meteorológico de la palabra, sino también en su sentido político y económico.En Bruselas reina, en efecto, un ambiente extremadamente gélido, a la luz de los problemas cada vez más graves y cada vez más amenazantes que se ciernen sobre el presente y el futuro de la Unión Europea. Tras el No irlandés al Tratado de Lisboa no hay, por el momento, un diseño institucional seguro bajo el que cobijarse. La grave crisis financiera está poniendo al desnudo la fragilidad de un modelo que se creía de una solidez a toda prueba. Las medidas de rescate bancario adoptadas hasta ahora no acaban de funcionar. La tentación del proteccionismo y del “sálvese quien puede” asoma sus orejas, y amenaza con dinamitar toda la UE que, antes que nada, es un espacio comercial común. La recién “ganada” Europa del Este está al borde del crack financiero, y como se puso de relieve en la cumbre de los mandatarios europeos de la pasada semana, no hay “consenso” para salir en su ayuda (ni quizá dinero), lo que puede volver a fracturar a Europa en dos, por una frontera muy delicada: “ricos” y “pobres”. Por otro lado, el nuevo liderazgo de Obama en EEUU reclama de Europa una mayor implicación, tanto en el endemoniado conflicto afgano como en una estrategia “común” para frenar la “creciente presencia de China en África”. Y, por si faltaba algo, al Este, ha “reaparecido” Rusia, un jugador siempre agresivo y aventurero, pero con algunos ases en la mano (y otros en la manga).Y todo esto, además, se da en un contexto político en el que el viejo proyecto “federalista” europeo, y los líderes que, desde Alemania y Francia, lo impulsaron en años pasados, han sido jubilados y han sido sustituidos por otros que o bien son abiertamente enemigos del mismo (como es el caso de Sarkozy) o no lo tienen ya como prioritario en su política europa (como es el caso de la Merkel).Todo esto no hace sino demostrar lo absolutamente extemporáneo del viajecito y de la manifestación independentista del señor Carod, que seguramente sólo tiene sentido a la luz del enorme declive de su figura política y del derrame de votos que viene sufriendo su partido en Cataluña, en unos momentos en que (como se acaba de demostrar en las elecciones del 1 de marzo en el País Vasco y Galicia) soplan vientos favorables a la unidad de España y muy desfavorables a las políticas de los naciomalismos excluyentes y fragmentadores.Ni es buena hora en Europa, ni es buena hora en España, ni es buena hora seguramente tampoco en Cataluña. Así que, si no me equivoco, los “diez mil” hijos de Carod no van a traerse de allí más que sueño, cansancio y frío, mucho frío.

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