El Rey tiene en sus manos proponer un nuevo candidato a presidente de Gobierno o disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. No depende de él lograr un acuerdo político, pero sí puede constatar la imposibilidad de formar un nuevo gobierno tras los resultados de las elecciones del 20 de diciembre y poner en marcha la maquinaria para una nueva cita electoral.
El Rey tiene en sus manos proponer un nuevo candidato a presidente de Gobierno o disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. No depende de él lograr un acuerdo político, pero sí puede constatar la imposibilidad de formar un nuevo gobierno tras los resultados de las elecciones del 20 de diciembre y poner en marcha la maquinaria para una nueva cita electoral. Durante el día de hoy, y hasta las seis y media de la tarde de mañana, pasarán por la Zarzuela los representantes de 12 de las 14 formaciones políticas con representación parlamentaria, todas menos ERC y Bildu. Tras recibir a Mariano Rajoy, en su condición de líder del Partido Popular, don Felipe cerrará mañana la tercera ronda de consultas y tomará una decisión que marcará el futuro político de España.
Don Felipe ha convocado a los líderes políticos para constatar la imposibilidad de un acuerdo in extremis, como último recurso para espolear a unos partidos que llevan cuatro meses sin entenderse. De hecho, si existe una oportunidad de acuerdo entre las diferentes formaciones políticas para lograr una mayoría parlamentaria, el Rey lo tiene que saber antes de dar por finalizada la ronda. Cualquier negociación tendría que producirse hoy o mañana. Cuando Mariano Rajoy salga mañana por la tarde de la Zarzuela, precedido de Pedro Sánchez (PSOE); Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos), la suerte estará echada. Ya no habrá tiempo para más negociaciones, ni para más consultas.
Tras la primera ronda de consultas, el Rey propuso formar gobierno a Mariano Rajoy en su condición de líder del partido más votado. El actual presidente del Gobierno en funciones declinó la oferta y quince días después don Felipe, en la segunda ronda de consultas, constató que la situación de Rajoy no ha había variado. Ya no hubo una segunda posibilidad, aunque en algunos sectores del PP todavía no han digerido que, contra lo que pretendían, el Rey optara por no alargar los tiempos y proponer un segundo candidato.
Don Felipe, sin embargo, jugó su propia partida, marcada por el mandato constitucional y por su deber como garante de la estabilidad institucional. No solo no esperó sin más, sino que, dispuesto a poner en marcha la maquinaria constitucional y a poner un plazo a la formación de un nuevo gobierno o a una nueva convocatoria electoral, propuso como candidato a presidente del Gobierno a Pedro Sánchez, representante del segundo partido más votado. El Rey, siguiendo la lógica de que si Rajoy no había conseguido reunir los apoyos necesarios, solo existía la posibilidad de que fuera el líder socialista el que aglutinara posibles acuerdos, se arriesgó a esa propuesta, la única posible para dinamizar la situación.
La investidura de Sánchez se saldó con un fracaso el pasado 4 de marzo pero marcó el 2 de mayo como fecha límite para un nuevo intento o la vuelta a la casilla de salida. Nada impediría que el Rey propusiera mañana un nuevo candidato –siempre que alguno de ellos aceptara el envite–, pero la lógica y la constatación de que no existe voluntad política de lograr acuerdos que se correspondan con el complicado resultado electoral, indican que mañana el Rey no hará más que certificar la defunción del proceso iniciado el pasado 20 de diciembre.