El cambio en Euskadi

Eliminar la normalidad anormal

En el propio modo de expresarse supone un cambio respecto al anterior Gobierno, de eso no cabe duda, pero queda lejos en expresar cada cosa por su nombre.

Hace unos días, sin tratar ahora el objeto que allí me llevó, estuve yo y unos comañeros en la Casa del Pueblo de Elgoibar. Dos detalles.La mujer que nos atendía tras la barra nos explicó con total naturalidad si ya conocíamos esta casa del pueblo por los medios de comunicación, pues hacía un año que había sido volada por los aires. La que estábamos se trataba de otra totalmente nueva de la cual ella se había hecho cargo tras perder su trabajo de toda la vida.La mujer era la esposa de uno de los concejales socialistas del pueblo al cual estábamos esperando, según se acercaba la hora en la que el mismo llegaba del trabajo, los primeros que entraron fueron sus dos escoltas, que revisaban que todo estuviera en orden e informaron al susodicho que había una gente que le estábamos esperando.Todo ello se dio con esa normalidad anormal tan propia de Euskadi. Una anormalidad soterrada visible sólo en los detalles. Será porque llevo tan sólo casi tres años viviendo en Euskadi y no veinte o hasta cuarenta, la razón de porque me asombró la normalidad en la que todo era dicho. En un pueblo de 10.000 habitantes, pueblo de Otegi, en el que todo el mundo se conoce y dominado por la presencia nacionalista. Una olla a presión.Desde esta perspectiva, más asombroso es escuchar las razones que alegó el anterior Gobierno, PNV-EB-EA, para evitar que fueran las víctimas directamente a explicar sus casos a las aulas: una experiencia “demasiada abrupta”.Si el problema en Euskadi es justamente que esa “abruptidad” cotidiana no asombra como debería. Como un narcotizante social.De hecho a pesar de que trate el nuevo Gobierno de reformular este proyecto de deslegitimación a ETA, se queda corto en sus expresiones. Tacha de inaceptable que el anterior plan apenas hiciese referencias al término violencia terrorista disuelto en le concepto derechos humanos y cómo en la sociedad vasca persiste una “subcultura de la violencia” que “penetrado en nuestro tejido social” y que ha creado “una red de apoyos civiles a la actividad terrorista”. El problema es que juntar a las víctimas del Gal con las de ETA o hablar de violencia vuelve a juntarlo todo. Y si bien plantea “que los terroristas nos exterminan, y punto” desde que no hay ningún aspecto de justificación, se ha de plantear como un punto central el hecho de la persecución y aislamiento que han sufrido las víctimas del terrorismo, y cómo en muchos de sus aspectos son la consecuencia de un fascismo cotidiano. La imposición de una ideología totalitaria amparada desde las mismas instituciones que justifica el exterminio de los que disientes.Por esa razón la actuación del Gal fue duramente denunciada por víctimas y no víctimas, mientras que estas otras agresiones y asesinatos, todavía no han sido enteramente despojadas de la sociedad. Porque esa misma normalidad anormal es la que imperó en Alemania mientras se exterminaban a los judíos, comunistas y demás disidentes.

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