A medida que se acerca el 22-M, crece la idea de que es necesario que la izquierda concentre el «voto útil» en aquellas candidaturas con más posibilidades de sacar concejales, con el objetivo de desalojar al PP de los ayuntamientos, o impedir su llegada a ellos. Se argumenta para ello que, a diferencia de Zapatero, los candidatos locales del PSOE suelen ser gente honesta que harán más cosas en beneficio del pueblo que los candidatos del PP, ligados a los tradicionales poderes caciquiles de cada localidad.
Con resecto a IU se suele argüir que vale la pena concentrar el voto a la izquierda del PSOE con el objetivo de evitar la hegemonía de la derecha y de tener una mejor correlación de fuerzas para “arrastrar” a los socialistas hacia posiciones más de izquierdas. Hay localidades, incluso, donde la simple presentación de una candidatura de carácter popular y de izquierdas al margen de PSOE e IU ha llegado a ser acusada de ser “una maniobra del PP” y de “trabajar por el triunfo de la derecha”. ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de impostura en estos argumentos? ¿Qué unidad? Nuestras candidaturas están por la unidad, por la más amplia unidad. Es más, creemos que la unidad es un requisito indispensable para poder librar con éxito la batalla contra el proyecto de nuestros enemigos de rebajarnos un 40% los salarios. Y esta no es una posición retórica. Está avalada por los hechos. Ante la huelga general del 29-S, las Agrupaciones de Unidad Popular contra la crisis impulsamos la publicación en la prensa de un Manifiesto que, encabezado por las firmas de Nicolás Redondo y la familia de Marcelino Camacho, se convirtió en el mayor acto unitario de la huelga general, siendo firmado por 150 secretarios generales (de rama, de comunidad, de provincia y de comarca) de CCOO, UGT, USO, CGT, sindicatos independientes como el SOC y cientos de sindicalistas. Desde que en enero de este año lanzamos la campaña ¡La reforma de las pensiones a referéndum! hemos multiplicado los contactos y llamamientos a todas las fuerzas de izquierda y populares para que la hagan suya y participen conjunta y unitariamente con nosotros en la recogida de medio millón de firmas. Uno de los puntos principales de nuestro programa es el de trabajar por la más amplia unidad del 90% de la población cuyos intereses están siendo atacados por los planes de ajuste dictados por Bruselas y el FMI, fielmente ejecutados por Zapatero y de los que Rajoy ya ha dicho en Berlín que llevará mas allá. Sabemos sobradamente que nuestros enemigos son muy poderosos y están muy bien organizados. Y que nuestra fuerza principal está en que mientras ellos son una ínfima minoría, nosotros somos la gran mayoría. Unir y organizar para la lucha a toda esa inmensa fuerza es la principal de nuestras bazas. Pero no es posible unir a este 90% de la población atacado sin levantar un programa que defienda sus intereses. Por eso, nuestras candidaturas presentamos en primer lugar dos exigencias comunes al 90% de la población de toda España, voten en Yecla o en Vigo, en Valencia, en Canarias o Madrid. La exigencia del referéndum sobre las pensiones y una política de redistribución de la riqueza, ahorro en los gastos superfluos e innecesarios del Estado e inversión productiva para salir de la crisis en beneficio de la mayoría. El voto útil es el que sirve al 90% Sobre la base de este programa mínimo e irrenunciable, que golpea en el punto mas débil del proyecto de nuestros enemigos y que concentra los intereses del 90%, estamos dispuestos a negociarlo todo, cualquier acuerdo unitario es posible. Lo que no es posible es que mientras nuestro pueblo está padeciendo las consecuencias de una brutal política de recortes sociales y rebaja salarial, las fuerzas populares y de izquierda nos presentemos a la batalla electoral del 22-M sin dar una respuesta política a la altura de los ataques que estamos recibiendo. Las elecciones autonómicas y municipales son, antes que nada, una batalla política. Una batalla en la que nos estamos jugando la correlación de fuerzas general entre las fuerzas del pueblo y las fuerzas de nuestros enemigos. Y dentro de las filas del pueblo, lo más importante que hay en juego en estas elecciones es si avanza o no –y en qué medida lo hace– la línea de unir al 90% de la población para acumular la fuerza política que necesitamos para imponer una salida a la crisis en beneficio de la mayoría es. No decir esto con claridad es engañar a la gente. La política de los gobiernos autonómicos y municipales y su capacidad de actuación van a estar determinadas por (y sometidas a) la correlación de fuerzas que surja del 22-M. ¿O acaso no hemos oído ya al FMI exigir que la siguiente etapa de ajustes y recortes venga de autonomías y ayuntamientos? Por eso es esencial que estas elecciones supongan un avance político y organizativo de una alternativa que dice que sí se puede salir de la crisis y acabar con el paro desde los intereses de la mayoría. Este es el voto verdaderamente útil para el 90% de la población y lo que debe valorar el 22-M cualquier persona de izquierdas y progresista. La izquierda y la democracia Pero si todas estas cuestiones (el programa, el voto útil, la unidad,…) están abiertas a la discusión y son susceptibles de debate, hay otras que por el contrario son sencillamente inaceptables. En los últimos días, algunas de nuestras candidaturas municipales han sido objeto de acusaciones infundadas y de amenazas intolerables. Ante lo reñido de la disputa electoral en algunos municipios, se ha llegado a acusar por parte de PSOE e IU a nuestras candidaturas de “hacerle el juego al PP”, llegando incluso a amenazar a nuestros candidatos con su “defunción política” en el pueblo si se presentan. Con respecto a la acusación de hacer el juego al PP, no es nada nuevo ni original, aunque sí resulta sorprendente que IU participe de ella. Porque aún debería tener fresca en la memoria la campaña de acusaciones e insidias de la que fue objeto su antiguo coordinador general, Julio Anguita, por atreverse a criticar y denunciar la oleada de corrupciones al más alto nivel y el terrorismo de Estado que practicaron los gobiernos de Felipe González. Entonces, los medios afines al gobierno y el aparato de propaganda del PSOE acuñaron la imagen de “la pinza”, con la que se quería dar a entender que Anguita e IU estaban haciéndole el juego al PP al denunciar y censurar a un gobierno de izquierdas. Enarbolar el miedo a la derecha para mantener el voto de la gente de izquierdas cautivo de una política contraria a los intereses populares es una táctica muy vieja que cada vez engaña a menos gente. Con respecto a lo segundo, sencillamente, como ocurre en la vida, también en la vida política existen líneas rojas que quien las traspasa no hace más que mostrar su catadura moral. ¿De qué autoridad política o de cualquier otro tipo se creen investidos estos dirigentes locales para dictar lo que el resto de la gente de izquierdas puede y no puede hacer? ¿Es que vamos a resucitar la vieja tradición del caciquismo español, sólo que esta vez con la gente y los votos de la izquierda? Si votas lo que yo te digo, podrás participar en la vida política local, si te atreves a hacer lo contrario, despídete. ¿Hay alguna diferencia entre estos principios y la de los caciques tradicionales que todos hemos conocido, personalmente o de oídas: “si votas lo que yo digo, tendrás trabajo, si no, despídete de él”? Nuestras candidaturas, repetimos, estamos abiertas a cualquier tipo de discusión con las fuerzas de izquierda acerca de cómo hacer avanzar los intereses de 90% en cada localidad. Pero no estamos dispuestos a permitir ni falsas acusaciones ni, mucho menos, retorcidas amenazas. Ante ambas, no tenemos otra respuesta que hacer nuestras las valientes palabras que Quevedo dejo escritas hace ya mucho tiempo: “No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”