La clave del cambio de gobierno

El verdadero protagonista del cambio

Por más que las sentencias causas sobre escándalos de corrupción hayan actuado a modo de detonador de la situación, lo cierto es que ha sido la mayoría social de progreso la que ha golpeado durante años al gobierno de Rajoy hasta hacerlo caer. Un viento popular que ha determinado también al resto de las fuerzas políticas y que es el auténtico motor del cambio.

Minerva Bermejo El gobierno de Rajoy a caído. No lo ha derribado su ropia corrupción. Tampoco ha sido el cambio de chaqueta de los cinco diputados del PNV, ni por el abandono del sostén de Ciudadanos.¿Entonces? ¿Ha sido por la fuerza de los 84 diputados del PSOE o por el carisma o el proyecto de Pedro Sánchez? No.El auténtico responsable del giro drástico que ha dado la política española con el cambio de gobierno no es otro que un poderoso viento popular, que lleva soplando incesante por todo el país desde hace años.Es un movimiento ciudadano, que sale a las calles en oleadas. A veces de a pocos y a veces en auténticas riadas. En los últimos meses ese viento ha soplado potente. El 8 de marzo, convocadas por el movimiento feminista, una huelga general de mujeres y unas manifestaciones masivas se convirtieron en un éxito rotundo y obligaron a un PP desprevenido a cambiar de tono respecto a las reivindicaciones de igualdad. Desde enero, la lucha ciudadana en defensa del sistema público de pensiones ha dado un salto: se ha colocado en el centro de la vida política. Y ha obligado a un gobierno enrocado en la miserable subida del 0,25% a tener que hacer algunas concesiones, subiendo las jubilaciones mínimas más que el IPC, con la vista puesta en las encuestas.Pero el vendaval lleva mucho tiempo arreciando, y lo seguirá haciendo. Antes fue la Marea Blanca en defensa de la sanidad, o la Marea Verde en defensa de la educación. O la lucha de los investigadores contra los recortes en I+D+i. O las Marchas por la Dignidad contra el paro, la miseria y la precariedad, o las huelgas generales dirigidas por los sindicatos CCOO y UGT, o las miles de luchas laborales por todo el país… prácticamente, desde la rebelión del 15M (y también antes de ella) no ha habido un ajuste presupuestario ordenado por Montoro o Bruselas que no haya recibido con contestación por parte de la calle.Ese exigencia de cambio ha tenido su expresión electoral en la debacle del bipartidismo, que ha pasado de aglutinar el 80% de los votos a concentrar el 49%. Y también en el nacimiento de nuevas fuerzas políticas hace años inexistentes o minoritarias: por supuesto Podemos, pero también Ciudadanos.Es un movimiento que lucha contra los recortes y la corrupción, por la redistribución y la regeneración… pero también por la unidad. También se ha expresado en las urnas y en las calles cuando el secesionismo ha arreciado con su chantajes antidemocráticos.De este protagonista, tan ruidoso como oculto, no se ha librado ninguna fuerza política. Y menos que ninguna el Partido Popular. Primero le hizo perder casi tres millones de votos. Luego le condenó a tener que gobernar en una precaria minoría. Y más tarde ha socavado su estabilidad y su fuerza.No han sido la Gürtel, ni la detención de Zaplana ni el Mástergate de Cifuentes los que han acabado desahuciando al gobierno Rajoy. Si bien estos casos han precipitado los acontecimientos, no hubieran tenido el mismo efecto si el ejecutivo del PP no llevara mucho tiempo zarandeado por los golpes la mayoría social de progreso.No solo es que este viento de lucha y cambio ha sido decisivo para que hayamos llegado hasta aquí: es que va a seguir siendo determinante en el devenir de los acontecimientos. Por eso se empeñan en ocultarlo, poniendo todo el peso en la acción de los tribunales o en las negociaciones en el Parlamento.Las bases socialistas y Pedro SánchezTodos y cada uno de los movimientos que han hecho posible el triunfo final de la moción de censura de Pedro Sánchez han sido posibles por la presión ejercida por el viento popular. No solo es que ha agrietado los cimientos de Génova 13, es que ha determinado a todos los demás actores políticos. Sin ese vendaval de luchas, sin la movilización de la mayoría social progresista, esta hubiera sido una moción fallida más.Para empezar, fue el viento popular el que ha permitido que el propio Pedro Sánchez esté donde está. El líder socialista fue acosado y derribado por el aparato de su partido por su persistencia en decir «no es no» a facilitar un gobierno de Rajoy, y en intentar llegar a algún acuerdo con Unidos Podemos y Ciudadanos para desalojar al PP. Su retorno tras haber sido defenestrado, en las primarias del PSOE y contra Susana Díaz, solo fue posible gracias a la enérgica movilización de las  bases de militantes socialistas movilizadas e indignadas contra el golpe interno que entregó a Rajoy la llave de Moncloa.El triunfo de Sánchez y el estrepitoso fracaso de las intrigas internas de los barones y el aparato felipista por derribarlo, le permiten un notable margen de autonomía. Los barones territoriales como Susana Díaz o Fernández Vara o los históricos como González e Ibarra -que no han ocultado su disposición a apoyar la moción de censura, solo condicionado a un “compromiso para convocar elecciones”- no pueden desplegar abiertamente sus presiones, y están obligados (al menos de momento) a tener que aceptar la batuta de Sánchez y aplaudir su llegada al gobierno. De nuevo el viento popular les condiciona: sus bases no les perdonarían una traición tan abierta.El PNV y el “rechazo de la calle”Si ha habido un actor cuyo «cambio de bando» ha sido determinante en la moción de censura, ese ha sido el PNV. Una semana antes, los nacionalistas vascos daban sus votos para que salieran adelante los PGE. Desde el principio, los dirigentes Euzkadi Buru Batzar se mostraron más que reacios a apoyar la moción, apostando por la abstención. Pero cambiaron su voto favorable cuando valoraron que no podrían asumir con su apoyo la continuidad de Rajoy frente al “rechazo de la calle”.Un rechazo de la calle que en Euskadi ha tenido estos meses una expresión especialmente combativa, en concreto en las gigantescas y masivas movilizaciones de pensionistas que cada lunes, lloviera, nevara o venteara, se concentraban en el Sagrado Corazón bilbaíno. El 17 de marzo, al mismo tiempo que en toda España se celebraban movilizaciones en defensa de las pensiones, la de Bilbao superó con creces todos los récords: 115.000 manifestantes. ¿Cómo iban a poder ignorar los calculadores líderes del PNV este enorme clamor?Incluso en el independentismo catalánHasta en las filas de los independentistas catalanes, el viento popular, la mayoría social progresista de España (y Cataluña) ha incidido para decantar los votos a favor de la moción. Frente a la «caverna de Berlín», el sector más talibán del independentismo representado por Puigdemont y Torra, necesitado de la tensión y el enfrentamiento con Madrid para alimentar el victimismo y la huida hacia adelante, se han acabado imponiendo las voces más pragmáticas. Representadas no solo por los diputados de ERC (“Con mirada de independentista no tiene sentido dudar de la necesidad de echar democráticamente al PP”, dijo Joan Tardà), sino por una buena parte de los diputados del PDeCat.La burguesía burocrática catalana necesita recuperar las instituciones y las finanzas de la Generalitat y escapar del acoso del 155. Pero en el debilitamiento de los artífices del procés, y por tanto en que hayan terminado triunfando las posiciones posibilistas, ha sido determinante una mayoría social catalana que rechaza los proyectos de enfrentamiento, ruptura y división encabezados por Puigdemont y Torra. Un viento popular catalán que votó en las elecciones del 21-D mayoritariamente por la unidad, y que ha hecho que las movilizaciones independentistas hayan retrocedido notablemente, perdiendo fuelle desde el 1-O.Este vendaval popular que lucha por el cambio, por el progreso, la regeneración y la unidad, va a seguir siendo el protagonista de los próximos acontecimientos, en España y Cataluña. Por mucho que se empeñen en hacerlo invisible, el viento sopla tozudo.

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