Después de más de 50 años de existencia, la imponente silueta del toro bravo que se recorta en el horizonte vuelve a estar de actualidad, y esta vez sin ser acompañado por la polémica. La marca andaluza propietaria de sus derechos ha decidido emitir legalmente las licencias para que, lo que empezó siendo una original valla publicitaria, pase a decorar todo tipo de objetos y prendas de vestir alrededor del mundo. Al margen de este hecho, el icono del toro diseñado por Manolo Prieto es un objeto digno de estudio por dos cuestiones: La social, por el hecho de haberse convertido (casi involuntariamente) en un identificable icono del carácter español, latino y mediterráneo en todo el mundo; y la artística, por significar el gran paradigma del diseño gráfico español, y el detonante de un tipo de arte popular que en los años 50 era totalmente desconocido.
Casi todo el mundo conoce la figura del toro de Osborne, emblema de nuestras carreteras, que acomañado de constantes polémicas no sólo a sobrevivido a su persecución (en muchas ocasiones por razones políticas), sino que ha traspasado las fronteras de la publicidad para convertirse en un icono pop reconocido en múltiples rincones del planeta (especialmente sorprendente es el protagonismo que cobra en Elephant, película norteamericana sobre la masacre de Columbine, en la que el protagonista exhibe al toro en su camiseta durante todo el metraje).Sin embargo, el propio carácter de arte popular hace que muy poca gente pueda identificar al autor del diseño original. El dibujante Manolo Prieto trazó en 1953 la silueta que acabaría convirtiéndose en mito. Un diseño destinado únicamente a decorar la etiqueta de una botella de Brandy, y que de entrada ni siquiera acepto el cliente; en unos tiempos en los que el concepto de marca en España se encontraba todavía en pañales, consideraban que el toro era un símbolo más adecuado para una ganadería.Ya es difícil que un icono publicitario desencadene campañas en su defensa, como ocurrió en 1994, y que el Parlamento acabe indultándolo, excluyéndolo de una Ley General de Carreteras que prohibía toda publicidad que distrajera a los conductores. Ya es difícil que un logo se convierta en cuasi sinónimo visual de un país, que acabe insertado en la bandera que los hinchas exhibieron en la Eurocopa de fútbol, que acabe bordado en las zapatillas que Rafa Nadal utilizó en 2007 para jugar la copa Davis ante Suiza. Por si algo faltaba, la semana pasada la Junta de Andalucía retomaba la declaración de las vallas metálicas del toro de Osborne como bien de interés cultural. No hay demasiados iconos que puedan alardear de semejante trayectoria, y mucho menos en España.Si el toro se ha convertido en un referente del diseño mundial, su creador, Manolo Prieto es reconocido en España únicamente por algunos profesionales del sector gráfico. Sin embargo, su figura, es la de un pionero, la de un dibujante “a la antigua” que dio un golpe de efecto creativo en la gris España de los 50, abriendo así el camino para ese arte popular y cotidiano, que encontramos a nuestro alrededor, y que no adquiere el valor por el prestigio de quien lo firma, sino de quien lo admira y exhibe como algo propio.