Cientos de miles de personas escapan del Valle del Swat

El Swat escapa como puede

Al levantar el ejército el toque de queda, una avalancha de habitantes se ha echado a la carretera, colapsando las rutas. Varios cientos de miles de personas se apresuran a desalojar el valle del Swat, antes de que las fuerzas gubernamentales lancen la ofensiva final contra el bastión talibán. No ha hecho falta convencerles: los bombardeos indiscriminados contra núcleos urbanos, pueblos y aldeas, que han causado un número indeterminado de bajas civiles -y no la opresión talibán- son el motivo de su éxodo. Los campamentos de refugiados en los distritos adyacentes están ya al borde del colapso y el gobierno de Islamabad pide auxilio a la comunidad internacional ante la mayor crisis humanitaria de la historia del paí­s.

Más de un millón de refugiados. En los últimos horas, en torno a 100.000 ersonas se han lanzado a la carretera, sumándose a los cerca de medio millón que ya huyeron de los distritos de Swat, Búner, Shangla o Dir, y al otro medio millón de refugiados que han ido exiliándose en los últimos meses de la región de la Frontera del Noroeste, lindante con Afganistán, según los talibanes se iban haciendo dueños de la situación e imponiendo la ley islámica. Es el mayor éxodo de la historia de Pakistán. Desde el inicio de las operaciones militares, el ejército había cerrado todos los accesos al tráfico para evitar la llegada de refuerzos a los insurgentes, haciendo muy peligroso la huída de la población civil. Por eso el escape de los habitantes, en especial del valle del Swat, se multiplicó en cuanto ayer el ejército levantó el toque de queda. "Hemos ordenado a la población civil de cuatro subdistritos que abandone la zona", explicó Nasir Khan, el portavoz militar en la zona. Los militares levantaron el toque de queda entre las seis de la mañana y la una de la tarde, y decenas de miles de residentes de Qamber, Amankot, Thana y Batkhela, las principales poblaciones, se echaron a la carretera con lo que pudieron -en coches o motos atestados de fardos o caminando con las posesiones que podían cargar-. Los pocos transportes colectivos disponibles decidieron hacer negocio y elevaron astronómicamente sus tarifas. El caos circulatorio sorprendió a las autoridades, que no tuvieron más remedio que extender dos horas más el toque de queda. A pesar de que sólo una quinta parte de los exiliados busca refugio en los campos –la mayoría se resguarda en casas de familiares o de alquiler- las altas temperaturas, la escasez de letrinas y la ausencia de electricidad hacen "intolerables" las condiciones en los campamentos, según las organizaciones humanitarias. El Estado paquistaní, que acaba de evitar la bancarrota endeudándose con un préstamo de 7.600 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, pide ayuda a la comunidad internacional para evitar un colapso humanitario.Islamabad sabe bien que esta ofensiva, llamada `Operación Trueno Negro´, se libra en dos frentes: en el militar y en el propagandístico. En el primero el avance –de momento- parece claro: más de dos centenares de bajas insurgentes. En el segundo, aunque se mantienen en secreto los muertos civiles, los cientos de miles de refugiados miran con furia la destrucción causada a sus hogares por el ejército y se preguntan qué es peor: la sharia talibán o “liberación” gubernamental.La gestión de la crisis de los refugiados será la clave de la victoria última de la ofensiva, bien lo saben no sólo las autoridades paquistaníes, sino otros observadores. "El Gobierno necesita movilizarse y movilizar a la opinión pública para montar una campaña humanitaria sin precedentes o los éxitos militares se desvanecerán", advierte Maleeha Lodhi, una “analista” que antes fue embajadora en Washington.

Deja una respuesta