Venezuela:

El sitio de los golpistas es la cárcel

Una decisión que implica una auténtica escalada, públicamente declarada y en toda regla, en los ataques al gobierno bolivariano. Con ella, Obama se embarca en un rumbo que no sólo viola por enésima vez la legalidad internacional, sino que crea las condiciones para intensificar la agresión a un paí­s que -como cualquier otro de Iberoamérica- no tiene posibilidad alguna de quebrar la seguridad nacional de Estados Unidos.

Apenas unos días después, los principales grupos del parlamento europeo se ponían de acuerdo para aprobar una resolución que, además de una injerencia inadmisible en los asuntos internos de un país soberano (por cierto, ¿cuántas resoluciones así ha aprobado el parlamento europeo contra Arabia Saudita, Kuwait o Egipto, por poner sólo unos pocos ejemplos?), significa ocupar el indigno papel de perro faldero, portavoz y correveidile del hegemonismo yanqui. «El sitio de cualquier golpista, aquí o en Caracas, es la cárcel» Cuando un país donde existe una Constitución democrática votada de forma abrumadoramente mayoritaria por sus ciudadanos, con un gobierno legítimo elegido por la mayoría del pueblo, se ve sometido a una feroz campaña de desestabilización y reiteradas intentonas golpistas, ¿con quién nos alineamos? ¿Con el pueblo venezolano o con quienes llevan más de un siglo invadiendo con sus marines, dando golpes con sus gorilas de la Escuela de la Américas y expoliando con sus multinacionales las riquezas de nuestra América? Muy bien por los eurodiputados españoles de IU, Podemos, ERC, Compromís y otros de votar en contra de la infame resolución del parlamento europeo. Muy mal que algunos de ellos se hayan puesto a la defensiva en España no dando explicaciones claras de las razones de su voto, en vez de defender con orgullo democrático que el sitio de los golpistas, aquí o en Caracas, es la cárcel, ocupen el puesto que ocupen en el entramado político e institucional del país. En nuestra propia historiaSi tras el 23-F, las fuerzas políticas españolas hubieran querido investigar y desmantelar las tramas civiles que estaban tras el golpe, habríamos visto pasar por el banquillo a bastantes diputados de la oposición y del propio partido del gobierno, a empresarios, financieros y periodistas a granel. ¿Alguien hubiera tenido entonces la desvergüenza de condenar el encarcelamiento de los golpistas o de calificarlos como “presos políticos” y exigir su liberación? Porque eso es exactamente lo que se está haciendo con Venezuela.La diferencia es que mientras en Venezuela se ha investigado la trama civil y las conexiones exteriores que había detrás del intento golpista del pasado 11de febrero, aquí no se hizo porque tirar de ese hilo hubiera significado poner de relieve al mismo tiempo el papel decisivo que Washington tuvo en él. Y con ello la democracia quedó severamente limitada, castrada y resignada a seguir los designios norteamericanos durante los siguientes 34 años. ¿O alguien es tan ingenuo para creer que es casualidad que tras Tejero se implantara el infame y corrupto modelo bipartidista que estamos padeciendo hasta hoy? Si desde entonces no hemos vuelto a sufrir ninguna intentona golpistas no es, como quieren vendernos, porque hacer la “vista gorda” ante los auténticos responsables del golpe fortaleciera la democracia, sino porque el control, el dominio y la capacidad de intervención que adquirió Washington sobre nosotros para conducir (o reconducir) la política española de acuerdo con sus objetivos e intereses lo ha hecho innecesario. Un plan generalEs precisamente esta diferencia, la de no entregarse al imperialismo tras el intento de golpe, la que marca la escalada en la estrategia de agresión lanzada por Obama. Estrategia consistente en desacreditar un gobierno legítimamente electo para derribarlo de una u otra forma y, a continuación, instaurar un orden “constitucional” a su gusto, mediante una tramoya electoral propia de una democracia reconducida, intervenida y reducida a celebrar comicios periódicos que lo mantengan y reproduzcan. «La desestabilización de Venezuela y el derrocamiento de Maduro forma parte de un plan general» Algo que no se inventó ayer; así acabaron con Suárez, Getulio Vargas o Perón, por citar sólo a unos pocos. Pero ayer como hoy, como ha dicho recientemente el escritor y académico panameño Nils Castro, “todos sabemos que ese género de campañas no funciona localmente sino a escala global: para implementarla se necesita conspicuo apoyo político, logístico y mediático estadounidense”.La única diferencia es que ahora, en su jerga diplomática, a eso ahora lo denominan “transición a la democracia”. Tras la reelección de Obama, los métodos han evolucionado significativamente. Y de unos golpes bastante burdos -como los perpetrados en Honduras en 2009 y en Paraguay en 2012- hemos pasado a un tipo de operaciones sustancialmente más sofisticadas, que incluyen importantes componentes mediáticos, uso masivo de las redes sociales y movilizaciones supuestamente apartidistas y hasta apolíticas como hemos visto recientemente en Argentina y Brasil.En Venezuela estos métodos se vienen aplicando desde los inicios del proceso revolucionario. Las campañas mediáticas de los primeros años instigaron movilizaciones “apolíticas” que culminaron en el cruento golpe de estado de 2002, que sólo la impresionante movilización popular y ciudadana en defensa de Chávez logró parar. Tras su muerte, han venido reproduciendo de forma amplificada el esquema suponiendo que sin él les sería más fácil derribar al régimen bolivariano, aunque fuera a costa de causar más muertes, destrozos y sufrimiento en el pueblo venezolano. Hasta el momento, sin embargo, no han conseguido alcanzar el objetivo de defenestrar el gobierno por medios no electorales, lo que explica el complot golpista recientemente desmantelado Que nadie se llame a engaño: la desestabilización de Venezuela y el derrocamiento de Maduro forma parte de un plan general con el que Washington está intentando redibujar el mapa político de América Latina y el Caribe. Honduras y Paraguay fueron los dos primeros ensayos en dos eslabones particularmente débiles de la cadena de gobiernos antiimperialistas y progresistas de la región. Pero con la reiterada agresión en todos los órdenes -económica, comercial, política, diplomática,…- a Venezuela, una auténtica pieza de “caza mayor”, buscan desencadenar un “efecto dominó” que, más pronto que tarde, arrase con el resto.

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