¿Pero no presumía Zapatero de que teníamos el «sistema financiero más sano y responsable del mundo»? ¿Cómo es posible entonces que los más sagaces y poderosos banqueros españoles hayan sido embaucados por los «trileros» de Wall Street?
El Banco de Santander de Emilio Botín ha reconocido que invirtió 2.330 millones de euros de sus más rivilegiados clientes (la cantidad corresponde a menos de mil clientes de altos patrimonios) en productos gestionados por Madoff, autor del mayor fraude de Wall Street después de Enron.Más grave son los efectos de este fraude sobre el BBVA. El banco presidido por Francisco González había invertido 400 millones de euros en préstamos cuya garantía eran activos de Madoff hoy sin valor. Una operación que le va a reportar pérdidas superiores a los 300 millones, un 5% del beneficio del banco.Otras históricas familias oligárquicas como los March, o privilegiados enclaves financieros de las burguesías locales como Caja Madrid, también han caído bajo la trampa de los «trileros» de Wall Street.¿Es este un grave golpe para la banca española? Las cantidades perdidas, aunque para el común de los mortales nos parezcan astronómicas, son insignificantes comparadas con los 931.439 millones de euros que los bancos españoles, a pesar de la crisis, tienen hoy en su cartera crediticia.Los «agujeros negros» que amenazan a los bancos españoles no proceden de las estafas financieras que vienen de Wall Street, sino de los aliens internos que ha instalado en España el modelo de crecimiento seguido en los últimos años.Las cifras de la estafa Madoff palidecen ante los 160.000 millones de euros que, según un informe de Bloomberg, el primer banco español debe al capital financiero extranjero. Botín debía hacer frente en diciembre a vencimientos de deuda por valor de 32.000 millones de euros, y el año que viene la cantidad que deberá desembolsar ascenderá a 26.000 millones.Al mismo tiempo, el Financial Times calificaba al Santander como una gigantesca inmobiliaria, obligado a atesorar los activos de las inmobiliarias y constructoras que, tras el crack de la construcción, no pueden salar sus deudas con el banco.Sólo en estos últimos meses, el Santander se ha visto obligado a comprar activos inmobiliarios por valor de 1.200 millones. Y Banesto, presidido por la hija de Botín, ha debido refinanciar 3.000 millones de la deuda de Reyal Urbis, la inmobiliaria del banco virtualmente en bancarrota.El modelo de crecimiento basado el hipertrofiado desarrollo de la construcción, y el masivo recurso a la financiación exterior para seguir explotando el boom inmobiliario, ha reportado ingentes beneficios para los principales sectores oligárquicos, pero una vez estallada la crisis amenaza con volverse contra ellos. El 65% de los créditos bancarios están en relacionados con la construcción. Y los plazos de vencimiento de las deudas con el capital financiero extranjero son cada vez más acuciantes. Botín ha presionado a Sacyr para que venda su participación en Repsol, aunque sea a costa de entregar la llave de la energía española a la mafia rusa de Lukoil, para que la constructora pueda pagar los créditos que le había otorgado el Santander, y el banquero cántabro no pasar apuros para saldar los vencimientos de la deuda que expiraban a fin de año.Estos, y no las repercusiones de la estafa Madoff, son los «productos financieros tóxicos» y las «hipotecas basura» autóctonas, creadas por la banca española.Pero estos no son problemas que afecten sólo a los banqueros. Cuanto más acuciantes y cuantiosos sean los gravámenes de la deuda contraída por los bancos y monopolios españoles con el capital financiero extranjero, mayor será su rapacidad para extraernos más horas de plusvalía -incrementando la jornada laboral, reduciendo los salarios, disminuyendo las pensiones o los presupuestos sociales o de sanidad…-, y así no ver reducidos sus beneficios netos.