El ‘Rusiagate’ enreda los pies de Trump

El llamado ‘Rusiagate’ amenaza con convertirse en una instrumento de desgaste perpetuo de los sectores del establishment y de la oligarquía norteamericana opuestos a la actual Casa Blanca.

Tras la destitución del director del FBI por su negativa a detener las investigaciones, el cesado James Comey ha declarado ante Comité de Inteligencia del Senado, aportando testimonios de alto voltaje con los que se intenta armar un caso de ‘impeachment’ contra el presidente. Lo consigan o no, el ‘Rusiagate’ se ha convertido en un poderoso ariete que erosiona el mandato de Trump.

Tras el cese de James Comey -motivado según la Casa Blanca por el «comportamiento errático en el caso de los correos privados de Hillary Clinton»- Donald Trump aseguró en un tuit que se “había quitado mucha presión de encima”. No parece que el sosiego le haya durado mucho. Primero porque el fiscal especial elegido para investigar la trama rusa, Robert Mueller, parece ir por el mismo camino que Comey. Y segundo porque tras ser llamado a declarar ante el Senado, el exdirector del FBI ha añadido más leña al fuego del ‘Rusiagate’, desvelando detalles de sus conversaciones con Trump en la Casa Blanca que apuntan -según los demócratas- a un claro caso de prevaricación y obstrucción a la Justicia, algo que de ser probado -cosa que no es fácil- podría conducir a un proceso de ‘impeachment’ (destitución) del presidente antes de que cumpla un año de mandato.

Tal cosa no es demasiado probable, dada la mayoría republicana en ambas cámaras parlamentarias. A pesar de que dentro de los conservadores -el mismo Comey lo es- hay no pocos sectores enfrentados a Trump, es difícil que vayan a aceptar perder el gobierno. El mismo presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Richard Burr (republicano), tras escuchar el testimonio del exdirector del FBI, dijo que en su opinión no había caso, y que el presidente no había actuado en contra del la ley. Pero vista la dura pugna entre los dos sectores enfrentados de la clase dominante y del stablishment de Washington, el impeachment tampoco es descartable. «Le haga caer o sólo tambalearse, de todas las batallas internas que ha tenido que afrontar Trump en sus casi 140 dias de mandato, el ‘Rusiagate’ es la que le está generando mayor desgaste.»

Lo que es un hecho es que, de todas las batallas internas que ha tenido que afrontar Trump en sus casi 140 dias de mandato, el ‘Rusiagate’ es la que le está generando mayor desgaste (de momento le ha costado la dimisión de su consejero de seguridad nacional Michel T. Flynn) y la que más le entorpece para llevar a cabo su agenda política.

Más allá de si hubo o no “ayuda” del Kremlin a la candidatura de Trump para ganar las elecciones, lo cierto es que detrás de la encarnizada bronca entorno al Rusiagate está la cada vez más aguda pugna entre los dos sectores de la clase dominante norteamericana -uno actualmente articulado alrededor de la presidencia de Trump y otro que defiende los ejes de la línea Obama- en torno a qué línea seguir para gestionar el declive de la superpotencia y qué política exterior debe llevar la superpotencia. Las pretensiones de la administración Trump por tender puentes con Moscú con el objetivo de atraer a Rusia a un frente antichino son vistas con hostilidad por sus detractores.

Este enfrentamiento en el núcleo del imperio -del que el ‘Rusiagate’ es un ejemplo especialmente virulento- recorre cada edificio de los aparatos de poder de Washington, cada pasillo de los despachos del stablishment, cada comisión del Congreso y el Senado. Y vaya a mayores o no la investigación de la trama rusa, pugnas como ésta seguirán intentando enredar los pies del inquilino de la Casa Blanca, para hacerle tropezar… y quién sabe si caer.

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