Ciencia

El remedio puede ser peor que la enfermedad

La exhaustiva campaña que se lleva a cabo en la sociedad actual en defensa del medio ambiente y la búsqueda de alternativas al carbón y al petróleo ha fomentado el uso de los biocombustibles, pero no resultan tan «limpios» como aseguran.

Mark Z Jacobson, de la Universidad de Stanford, ha llevado adelante una rimera evaluación científica de las principales alternativas energéticas a los combustibles fósiles y a la energía nuclear, basándose en varios parámetros, como su potencial para obtener energía para uso doméstico e industrial, su impacto medioambiental y su seguridad, entre otros, y el resultado dejó bien claro que los biocombustibles son hasta 1000 veces más contaminantes que las restantes alternativas.La explicación es muy sencilla: los biocombustibles están basados principalmente en el etanol, un hidrocarburo como el petróleo, cuya estructura molecular tiene como base el carbono. Esta alternativa energética, procedente del maíz y de la celulosa de los pastos de las praderas, y difundida profusamente entre las firmas principales del sector del automóvil, que últimamente se preocupan sobremanera del medio ambiente, puede incluso llegar a ser aún más emisora de gases de efecto invernadero que el carbón y el petróleo juntos.Sin embargo, las alternativas que según esta evaluación de Jacobson son “limpias” en el sentido estricto, son precisamente de las que menos se habla. Son la energía eólica (como los parques eólicos situados en el País Vasco, Navarra y Aragón, por ejemplo), la energía solar (que empieza a popularizarse a nivel particular, con la instalación de células fotovoltaicas en los tejados de los edificios), las olas y las mareas (que ya se investiga su aprovechamiento en el norte de España), y las centrales hidroeléctricas (que cumplen una doble función: como reservorio de agua en épocas de sequía y generador de energía eléctrica)

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