SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El registrador Rajoy Brey levanta acta

Un cuarto de hora le llevó al registrador de la propiedad/presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey levantar acta de lo ocurrido en Cataluña el pasado domingo. Y otros veinte minutos contestando preguntas, no importa qué preguntaran, para reiterar una y otra vez los mismos argumentos. Las verdades de Rajoy son rotundas, admiten poco debate, lo ocurrido en Cataluña es lo que él cuenta, un acto de insurrección, de desbordamiento de las leyes, promovido por el gobierno de la Generalitat. Que ahora entre en acción la Fiscalía es de lo más lógico, están claras las figuras delictivas que puede trasladar al juez que corresponda y las pruebas para sostener los hechos y los considerandos. Otra cuestión son las consecuencias de ese proceso mecánico, propio de un registrador que se atiene a los dados.

La inteligencia mayor para resolver los problemas es evitarlos; pero no suele ser ese un arte para registradores. El presidente Rajoy ha tardado 72 horas en valorar los acontecimientos del domingo y una eternidad en afrontarlos antes de que llegaran a término. Rajoy dijo que no habría referéndum, ¿lo hubo?, es opinable, pero Mas puede sostener, con el mismo fuste, que ha cumplido, que propició que los catalanes expresaran su opinión, y que para ello utilizó los recursos del Estado que estaban a su alcance. Contraponer el valor democrático de votar con el desbordamiento del marco legal, es un falso dilema, otro más de los muchos que ha utilizado con presunta astucia el presidente de Cataluña.

El fiscal general y la Fiscalía tienen una complicada papeleta que deben resolver en conciencia, sin olvidar el criterio de oportunidad política, las consecuencias. Una ponderación complicada, agravada por el hecho de que pocos entenderán que se trata de una decisión profesional de la Fiscalía, que es jerárquica, pero que fundamentalmente está sometida a la ley y no al mandato del Gobierno.

No ayudan bocazas (persona que habla más de lo que aconseja la discreción) como la jefa del PP en Cataluña que anunció lo que va a hacer la Fiscalía. Una ligereza para despedirla de la cosa pública, pero que no tiene otra consecuencia que complicar las cosas. Tampoco ayuda el tono desafiante de Artur Mas cuando dice en el Parlamento: que se atreva el fiscal, asombrará al mundo. Lo que ya ha asombrado al mundo es la actuación de Artur Mas organizando un remedo de votación que no cumple con ningún requisito democrático.

Lo que queda claro tras las intervenciones de Rajoy y de Mas es que media un abismo entre ambos, que no hay posibilidad de que compongan un acuerdo; que el choque de trenes se ha producido (importa menos quien iba por la vía equivocada que la catástrofe que se va a producir). Rajoy quería tranquilizar a una parte de los suyos, desanimar una secesión interna en el PP, y también ratificar su propio pensamiento, porque él es así. Como señalaba recientemente Lucía Méndez, que conoce el paño, de que Rajoy no puede esperarse otra cosa que ser Rajoy.

El Presidente ha levantado acta y se fue por la puerta por la que entró tan pancho. Al fiscal le queda una papeleta endemoniada. Y si mueve querella endosa el problema a los jueces. Mientras, la política sigue trabajando en lo disolvente, barrenando para la voladura.

Artur Mas deja poco margen a Rajoy, le ha doblado las apuestas en que cada parte del juego. Aunque a un político al que el pueblo le otorgó la mayoría absoluta se le puede reclamar más cintura, más agilidad y más anticipación; virtudes todas ellas impropias de un registrador de la propiedad.

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