Se suele recordar con mucha más facilidad a Robert Capa y a otros reporteros extranjeros, cuando hablamos de las instantáneas que mejor mostraron al mundo el testimonio de todo lo que se vivió en España entre 1939 y 1936. Sin embargo muchas veces se olvida la figura del fotógrafo español que más vivió en sus carnes las consecuencias de la guerra: el valenciano Agustí Centelles. El último fotoperiodista en abandonar la ciudad de Barcelona horas antes de la toma de la ciudad bombardeada por el ejército rebelde. En cuestión de horas el reportero desaparece en el exilio, comido por los piojos, la sarna, el hambre y el miedo.
Si estremecedoras eran las imágenes que cato de la vida cotidiana en una ciudad sitiada, mucho más valor tienen las que tomó en el deplorable campo de refugiados de Bram, donde los franceses trataban como animales a los españoles que buscaban asilo, después de haber defendido un régimen democrático. Centelles dormía abrazado a su maleta de madera, que contenía uno de los tesoros más valiosos de su tiempo de aquellos que han logrado conservarse.En esa maleta, una de las leyendas más importantes de la historia de la fotografía y parte de la memoria de la Guerra Civil española, estaban escondidos entre la ropa los negativos que daban testimonio a la contienda. Agustí Centelles (Valencia, 1909-Barcelona, 1985) huía con todo ese material fotográfico para evitar las represalias contra su mujer y su hijo Sergi, recién nacido, a los que dejaba en Barcelona.La misteriosa maleta permaneció cerrada durante 60 años, custodiada por los descendientes del casero que Centelles tuvo en la localidad de Carcasona, esperando a que viniera a reclamarla su legítimo dueño. Por fín la maleta se abrió, y el tesoro que contenía era nada menos que 4000 negativos inéditos.En poco tiempo algunas de estas fotografías han pasado al imagirio popular al haber sido mostradas repetidamente –especialmente la del miliciano utilizando a un caballo muerto como trinchera en plena calle de Barcelona, o los niños “jugando” a los fusilamientos en un descampado-. Sin embargo muchas de estas imágenes eran todavía inéditas, y especial valor cobran las que retratan la estancia de los españoles en los campos de Francia, testimonio de que el horror no acaba al huir de Franco.La maleta del fotógrafo (publicado por Península) enseña por primera vez la práctica totalidad de aquellas fotos, que en algunos momentos habían pasado desapercibidas, solapadas por el impacto visual que causaron en primera instancia las fotografías que Centelles tomó en Barcelona, el 19 de julio de 1936.El que había sido un fotoperiodista reconocido y comprometido, se vio empujado a la más denigrante miseria y maltrato –incluso comenta en los diarios que los guardias franceses cobraban 6 francos por dejar ver a los refugiados, como si fueran una atracción de circo-. Tras años en el exilio pudo regresar a España a mitad de los años 40, aunque inhabilitado de su profesión y completamente silenciado respecto a su experiencia, hasta su fallecimiento en 1985. La maleta habla ahora por si sola.