Los golpistas: aislados y fracasados, pero en el poder

El pueblo salió a la calle…

Las semejanzas del Golpe de Estado en Honduras con el de Venezuela en 2002 son tan evidentes que los medios no han tenido más remedio que remarcarlas. Después de un clima de desestabilización polí­tica y mediática -con el constante «ruido de sables» cono música de fondo- la oligarquí­a hondureña pretendí­a perpetrar sin demasiados contratiempos esa nueva forma de asonada estrenada en Caracas hace 7 años: el golpe «cí­vico-militar». Las instituciones y partidos opositores, en nombre de «salvar a la patria del que quiere reformar la Carta Magna para perpetuarse en el poder», en comunión con las fuerzas salvadoras del ejército, pretendí­an restaurar el «orden constitucional» y salvar a Honduras de la «dictadura cubano-Chavista». Ellos, como la oposición venezolana, tampoco contaban lo más mí­nimo con un factor decisivo: la heroica rebelión del pueblo de Honduras.

Aunque al cierre de esta edición los golistas al mando de Micheletti sigan aferrándose desesperadamente al poder, buscando los huecos de cobertura que Washington intenta proporcionarles, previsiblemente el Golpe de Estado en Honduras ha fracasado. Sólo queda resolver en qué medida es un éxito o fracaso relativo o absoluto para las fuerzas reaccionarias y el hegemonismo, de un lado, y las fuerzas populares, patrióticas y revolucionarias, por otro. Un factor que ha contribuido a ello ha sido la contundente respuesta al golpe que, de manera ejemplar, han encabezado los gobiernos iberoamericanos, con Chávez y los miembros del ALBA al frente, no dejando el mínimo resquicio para que los golpistas pudieran recibir la menor cobertura –explícita o implícita– de la comunidad internacional. La velocísima reacción tanto de los gobiernos como de los organismos multilaterales americanos (el ALBA, el Grupo de Río, Unasur, la OEA) ha conseguido aislar de forma completa al gobierno fantoche de Micheletti. Aunque finalmente no pudiera realizarse –debido al bloqueo con hombres y vehículos de la pista de aterrizaje- el hecho de que el presidente Zelaya volviera a Honduras acompañado personalmente por mandatarios de la talla del Secretario General de la Asamblea de la ONU, Miguel D’Escoto, el Secretario General de la OEA, Insulza, y los presidentes de Argentina, Ecuador y Paraguay –Kirchner, Correa y Lugo-, habla más que elocuentemente de esto. El aval de Venezuela y de Brasil también ha sido constante e intenso.Evidentemente también ha sido decisiva la situación de unos EEUU sumidos en un declive estratégico, con muchos y muy críticos frentes abiertos por todo el planeta –Oriente Medio, Irán, Afganistán, Irak, Corea, etc…- y una Casa Blanca que no puede ni desea abrir un nuevo frente de conflicto en América Latina. La asonada hondureña supone un serio problema a la línea Obama para Hispanoamérica, pero cerrarla adecuadamente –sin fortalecer al frente antihegemonista, ni perder más influencia en América Central, ni dañar la cuidada imagen `post-imperial´ del nuevo presidente – va a ser algo realmente complicado para la “diplomacia inteligente”.Otro factor que pone de manifiesto el golpe de Honduras es -en contra de lo que indican las apariencias y de lo que ocurrió con los golpes de los años 60 y 70- la extrema debilidad y aislamiento de las fuerzas más reaccionarias y prohegemonistas en el continente iberoamericano. Pero el factor principal que ha determinado el fracaso con días contados de la asonada de Honduras ha sido la resistencia tenaz y heroica del pueblo hondureño que advertido, como el venezolano en 2002, de la inminencia del `coup de force´, ha dado un paso al frente, y ha desafiado a los gorilas y a sus balas para defender las conquistas democráticas y nacionales arrancadas en estos pocos años de gobierno Zelaya. Ha participado por miles en los llamamientos del presidente a celebrar la consulta popular por la “cuarta urna”, arropandolo ante la inminencia del asalto. Las clases populares no han retrocedido ante los toques de queda, ante la ley marcial, y han peleado a disturbio limpio en las calles de Tegucigalpa, entregando dolor y sangre para conquistar libertad.Mientras los militares bloqueaban la pista para impedir que Zelaya pudiera aterrizar, más de cien mil personas habían salido de madrugada a pie para recibirle. Las principales avenidas de la capital estaban colapsadas de gente camino del aeropuerto, desbordando y sorprendiendo a los antidisturbios. “Aquí en el Parque Central hay unas 20 mil personas, lo que significa mucho en un lugar donde no existe la costumbre de salir a protestar. La resistencia no afloja, esto es un éxito”, decía a Página 12 el dirigente del Bloque Popular Erasto Reyes. “Esto es impresionante. En Honduras nunca se vio algo así. Aquí hay por lo menos 200 mil personas”, decía a ese diario Angel Alvarado, dirigente de los Círculos Bolivarianos Morazánicos. Ya no hay marcha atrás. América Latina se ha puesto en pie para andar hacia su propio destino. Y no hay fuerza en el mundo –por más gorilas y marines que tenga- capaz de detenerla. Esos tiempos se han ido y no han de volver.

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