Sánchez viaja a Rabat

El precio por el Sáhara se paga… en dólares

Sánchez viaja a Rabat con el objetivo de sellar un acuerdo con Marruecos que restablezca el buen tono de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Pero el apretón de manos tiene un precio: la doble traición al pueblo saharaui y a la mayoría social progresista de nuestro país

Pedro Sánchez viaja a Rabat para reunirse con el rey de Marruecos, Mohamed VI. El objetivo de la visita es -según Moncloa- sellar un acuerdo que garantice la cooperación de Marruecos en el control de los flujos migratorios, destierre las acciones unilaterales en las relaciones entre los dos países y garantice el respeto a la integridad territorial de ambos, lo que incluye a Ceuta y Melilla.

Pero todo eso tiene un precio. Y el precio se llama entregar las arenas y riquezas del Sáhara Occidental, y con ellas un pueblo saharaui que lleva casi medio siglo luchando por su su derecho (reconocido por la legislación internacional y las resoluciones de la ONU) a la autodeterminación.

La visita es fruto de una llamada personal de Mohamed IV al presidente español, para invitarle a que fuera él personalmente, y no sólo el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, como estaba previsto, quien acudiera a Marruecos para normalizar las relaciones entre ambos países tras largos meses de fuertes tensiones diplomáticas, especialmente tras la crisis migratoria en Ceuta, en la que el régimen alauita lanzara a miles de desinformados compatriotas marroquíes a alcanzar la ciudad autónoma.

Sin embargo, el presidente español viaja a Rabat lastrado por un contundente y transversal rechazo, tanto político como social, al precio que ha pagado por normalizar las relaciones con Marruecos: la traición a los saharauis. Casi todas las fuerzas parlamentarias del Congreso de los Diputados -a excepción del PSOE y de la abstención de Ciudadanos y Vox- han votado una resolución que rechaza el giro de Sánchez ante el Sáhara, ratificando la apuesta por una solución negociada «en el marco de la ONU» y que, en su parte expositiva, rechaza con contundencia la decisión tomada “a espaldas del Parlamento” por “una parte del Gobierno”. Aunque la resolución no tiene carácter vinculante, es altamente simbólica de lo aislada que está Moncloa en este asunto.

Al alinearse con las tesis de Rabat (y también con las de Washington) de conceder que el «plan de autonomía marroquí para el Sáhara», es «serio, realista y creíble” para resolver el conflicto, el gobierno de Sánchez no sólo está dando un giro de 180º con respecto a la posición que España ha mantenido durante décadas -basada, sobre el papel, en el respeto a la legalidad y las resoluciones de Naciones Unidas- sino que está reconociendo la supuesta «marroquinidad» del Sáhara, cruzando una línea roja no sólo para los saharauis, sino para Argelia, país que además de rival de Marruecos es el gran valedor internacional del Frente Polisario.

La decisión de Sánchez es -además de una injustificable traición al pueblo saharaui, un pueblo unido por estrechos lazos históricos, culturales, lingüísticos y afectivos con España- un tiro en el pie a los intereses de nuestro país, en unos momentos en los que debido a la guerra de Ucrania y a la escasez de gas en Europa, el suministro de gas argelino a un precio lo más barato posible es un factor clave del que depende buena parte de la recuperación económica de nuestro país.

Todo por alinearse con EEUU

¿Por qué precisamente ahora Pedro Sánchez da un volantazo en un tema tan sensible como el Sáhara?

La respuesta no está en Madrid, ni en Rabat, ni en Argel, ni siquiera en los campos de refugiados de Tinduf.

No puede entenderse un cambio tan radical en la posición del gobierno español sin la intervención norteamericana.

El 10 de noviembre de 2020, Donald Trump reconoció a soberanía marroquí sobre el Sáhara -un paso que EEUU no había dado-, dentro de los Acuerdos Abraham, que incluían la reanudación de relaciones entre Rabat e Israel. Con el aval norteamericano, Marruecos lanzó una ofensiva contra España, utilizando como arma el control de la inmigración, especialmente hacía Ceuta y Melilla, o retirando la embajadora de Madrid cuando España acogió al dirigente del Polisario, Brahim Gali, para un tratamiento contra la covid.

Biden no ha confirmado la decisión de Trump, pero tampoco la ha revertido, y bajo otras formas la actual Casa Blanca ha reafirmado el apoyo total a Marruecos sobre el Sáhara. Ya en octubre de 2021, los EEUU de Biden y la Francia de Macron (las potencias que tutelan y manejan a la satrapía de Mohamed VI) auspiciaron en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución donde se remarcaban “los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos por hacer avanzar el proceso hacia una solución”, y se “tomaba nota” de la propuesta de Rabat de autonomía para el Sahara.

EEUU ha tomado la decisión de potenciar a Marruecos como “gendarme local” en el Norte de África. Una zona sensible del planeta, flanco sur de la estabilidad europea y todavía agitada por el fracaso de las “primaveras árabes”.

Washington prima a Marruecos frente a Argelia, mucho menos controlada por Washington que Rabat. Dada la inestabilidad en el Sahel -territorio de avance yihadista, del que Francia está retirándose, y donde Rusia empieza a tener presencia-, potenciar a Marruecos en la zona es la apuesta de Washington. Y eso exige sacrificar al pueblo saharaui.

Ahora Pedro Sánchez ha decidido alinearse con Washington (y con París) en el asunto del Sáhara, aunque sea traicionando al pueblo saharaui… y a la voluntad de la mayoría social española que le da sustento.

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