Un estudio financiado por el Ministerio de Derechos Sociales concluye que los problemas de asequibilidad de la vivienda están llevando a la pobreza a más y más personas. En solo dos años la situación ha ido a peor, y el porcentaje de los hogares que se queda por debajo del umbral de la pobreza severa relativa tras pagar su casa ha pasado del 15% en 2019 al 17,4% en 2021. En el caso de los hogares pobres, la exclusión alcanza al 74% de la población. Y aunque los más afectados son siempre parados y desempleados, ahora tener un trabajo no es ninguna garantía: En 2021, más de 250.000 hogares con ingresos cayeron en situación de pobreza severa después del pago de su vivienda.
En total, hay 5.5 millones de hogares en exclusión residencial, el 29,5% de las familias en España. De todas ellas, casi cuatro millones se quedan en situación de pobreza severa relativa después de desembolsar la renta o el pago de su hipoteca. En definitiva, cada vez son más numerosos los casos en los que, para poder hacer frente a los pagos de la vivienda, se ven obligados a habitar inmuebles en mal estado, hacinarse o cambiar de barrio o de localidad.
Los más afectados son los que viven en un alquiler. Mientras que el 11,3% de los hogares con hipoteca están en situación de pobreza severa tras pagar la vivienda, la cifra repunta hasta casi el 40% para quienes viven en un inmueble arrendado. Destinando más de un tercio de sus ingresos en pagar a su casero. Esta ratio preocupa a las instituciones porque al superarla, aumenta el riesgo de que las familias caigan en el impago y sean desahuciadas.
Los problemas de arrendamiento se agravan por el brutal auge de los alquileres turísticos, que ha disparado los precios del alquiler en un contexto en el que la oferta fuera del mercado es ínfima (solo un 2,5% de vivienda social en alquiler comparado con el 9,3% de la media europea) y la demanda no deja de subir. Territorialmente también hay diferencias significativas. Madrid y Cataluña, junto a Islas Baleares y Canarias, son las regiones donde hay que hacer un mayor esfuerzo para pagar una casa.
Este problema se ha generalizado, según el informe seis de cada diez familias tienen algún problema de vivienda relacionado con la asequibilidad, la habitabilidad, el entorno o la inseguridad. Hay un 5% de hogares que tienen dificultades de habitabilidad. Esto es, que se enfrentan a tres de los siguientes escenarios de manera simultánea: falta de baño propio, temperaturas inadecuadas, humedades, hacinamiento, plagas, falta de luz o accesibilidad. Otro 8% de los hogares tiene problemas de entorno, lo que incluye demasiado ruido, contaminación, vandalismo en la zona, o ausencia de servicios básicos. Y hay un 4% que se enfrenta a situaciones de inseguridad. Entre las posibilidades está alquilar sin contrato, la violencia de género y mudarse más de una vez en los últimos cinco años por no poder pagar la renta o por haber sido desahuciado. Estos porcentajes agrupan a los más de cinco millones de hogares que están en exclusión residencial.
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¿Quiénes son los responsables del encarecimiento del precio de la vivienda?
No son los caseros, ¡son los fondos norteamericanos!
No es posible comprender el atraco de la vivienda, mirando por separado a “los constructores”, “las inmobiliarias” o incluso “los bancos” o “los grandes fondos”.
El negocio que están llevando con la vivienda se concentra en tres campos. Cada uno de ellos está férreamente monopolizado.
Primero: la construcción de viviendas, ligada a la especulación del suelo. En este eslabón se entrecruzan las promotoras, que acumulan suelo para urbanizar, y las constructoras. En España el mercado está dominado por veinte grandes promotoras, vinculadas a bancos o grandes fondos. Y existen siete gigantes monopolistas (ACS, Acciona, FCC, Sacyr, Ferrovial, OHLA y Grupo San José), que figuran entre las 100 mayores constructoras del mundo.
Segundo, la venta de viviendas, a través de las inmobiliarias. En España existen 194.000 inmobiliarias, pero el 95% cuenta con menos de tres trabajadores. Quienes controlan el mercado son 40 grandes inmobiliarias, siempre ligadas a centros financieros.
Tercero, la concesión de hipotecas, uno de los grandes negocios de los bancos. No existe mercado más monopolizado. Cinco bancos acaparan el 80% de la cuota de mercado, y solo tres (Santander, BBVA y La Caixa) el 70%.
Estos tres sectores forman un entramado monopolista en manos de la oligarquía española, unificado bajo el mando de la banca. Tres megafondos estadounidenses se han quedado con el 64% de los pisos que la banca española acumulaba tras el crack inmobiliario de 2008. Son “viejos conocidos” como Blackstone, al que el Santander entregó toda la cartera inmobiliaria del Popular. Cerberus, que se adjudicó la mayor parte de los pisos del BBVA y el Sabadell. Y Lonestar, a quien La Caixa traspasó toda su montaña de inmuebles. Y ya les están sacando la máxima rentabilidad al venderlos a precio de oro o cobrar alquileres abusivos.
Cuando nos enteramos de un desahucio o comprobamos la usura de los alquileres, normalmente señalamos como culpables a los grandes bancos españoles, que -desde luego- tienen una gran responsabilidad y forman parte de la “banda de atracadores”. Pero habitualmente queda oculto que la mayor parte de los desahucios en nuestro país los ejecutan fondos norteamericanos, también grandes responsables del alza desmesurada de alquileres. Pero el problema de la vivienda no proviene de la agresividad de un “fondo buitre” o de un grupo de ellos. Explotar el negocio de la vivienda, incrementando el atraco, es una política de clase, impuesta por el conjunto de la burguesía norteamericana. Fue a partir de 2013 que grandes fondos y bancos de la superpotencia acudieron de forma unificada a controlar la vivienda en España.
La burguesía norteamericana domina hoy la vivienda en España a través de dos mecanismos: por un lado la explotación directa a través de sus grandes fondos inmobiliarios, y por otro la participación en los grandes bancos, constructoras o inmobiliarias españolas. En ambos casos la oligarquía es la plataforma de intervención en que se apoya el hegemonismo norteamericano. Sin la sumisión de la oligarquía los fondos buitres no habrían podido convertirse en los nuevos dueños de la vivienda en España.