SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El PP, lastrado por su falta de democracia interna

LOS DIRIGENTES del PP están convencidos de que una parte sustancial de su electorado apoya las propuestas realizadas por José María Aznar y admiten que el ex presidente sigue conservando un notable gancho electoral, pero consideran a la vez que no tiene ninguna posibilidad de recuperar el liderazgo porque el aparato apoya a Mariano Rajoy. Durante estos días, la gran mayoría de los miembros de la dirección y los barones han respaldado a Rajoy, lanzando el mensaje de que hay que cerrar filas con el Gobierno. González Pons pedía ayer «unidad» en el partido y señalaba que «lo fácil es ahora sumarse al España va mal». Arremetió contra «los campeones del pesimismo», lo que se puede interpretar como una alusión a Aznar. Esta reacción no hace más que corroborar el divorcio existente entre la cúpula del PP y sus votantes, que difícilmente pueden entender la renuncia de Rajoy a aplicar algunos puntos básicos de su programa como la bajada de impuestos.

Alfonso Osorio, vicepresidente del primer Gobierno de Suárez, pone hoy el dedo en la llaga al admitir que uno de los grandes errores de la Transición fue la decisión de implantar las listas electorales cerradas. Ello ha derivado en «una democracia manipulada y sometida a la oligarquía de los partidos», asegura. Esa partitocracia que se ha ido consolidadando con el paso del tiempo favorece el autoritarismo de los líderes e impide un verdadero debate de ideas en el seno de los partidos. En ese sentido, hemos podido constatar cómo Rajoy se ha negado incluso a contestar a Aznar, subrayando que el Ejecutivo no va a cambiar de rumbo. No puede extrañar esta actitud ya que Rajoy siempre se ha jactado de «ser independiente». Lo que el presidente entiende por ello es actuar sin dejarse condicionar por los medios, los empresarios, los intelectuales o los sindicatos. Pero Rajoy jamás ha querido ser independiente de los cuadros del partido, cuyos intereses ha antepuesto de forma habitual a otras consideraciones. En cualquier país democrático, sería inconcebible que la dirección del partido reconociera que su líder ha perdido el apoyo de las bases, pero que gobierna porque el aparato le respalda. Pues eso es lo que está sucediendo en el PP. Y ello revela que en España casi todos los partidos funcionan de arriba hacia abajo, con promociones a dedo, sin discusión interna y condicionando la aplicación de los programas a sus intereses a corto plazo. Es, por ello, más necesaria que nunca una reforma de la legislación que democratice su funcionamiento. Aznar ha tenido el acierto de plantear un debate esencial, pero también podría reprochársele que él nunca se preocupó de democratizar las estructuras internas de su partido, por lo que, como apunta el refrán, en el pecado lleva su penitencia.

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