SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El PP de Esperanza, condenado

La imagen del presumido Paco Granados desaliñado con barba de tres días camino de la cárcel no sólo ha puesto la carne de gallina al PP madrileño, sino que marca el final de toda una época de esplendor, poder, dinero, vino, rosas e impunidad. Dirigentes del PP nacional y regional coinciden en el diagnóstico de esta nueva semana negra para el partido. La poderosa organización del PP de Esperanza Aguirre está herida de muerte.

Las fuentes consultadas coinciden en que la operación Púnica acaba de un plumazo con las hipotéticas aspiraciones de Esperanza Aguirre de encabezar la candidatura al Ayuntamiento, pero también es el fin del aguirrismo. Una organización que fue el principal núcleo de resistencia al liderazgo de Rajoy durante los años de Gobierno de Zapatero. Aunque en la actual coyuntura política, aquella cruenta batalla Rajoy-Aguirre ha pasado a segundo plano porque, como afirman fuentes del PP nacional, el descrédito del partido por la corrupción afecta a todos.

Según los interlocutores de este diario, la detención de Granados es la gota que ha desbordado un vaso ya colmado por las irregularidades que han acabado llevándose por delante al jefe de los empresarios madrileños y puntal de Aguirre, Arturo Fernández, y las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia.

Una vez superado el shock inicial tras la detención de uno de los pretorianos más destacados de Esperanza Aguirre, sus compañeros del PP han echado la vista atrás para concluir que el jovial, encantador y expansivo Granados era «un impostor y un sinvergüenza» que estaba a la vista de todo el mundo sin que nadie se diera cuenta. Esta semana sus compañeras de escaño en el Senado han llorado por él y también por haber creído a pies juntillas en sus proclamas de regeneración. Parecían tan sinceras.

Los escoltas a los que invitaba a gin tonics han lamentado la suerte del «señor Paco, con lo majo que era». Sus muchos amigos periodistas se han llevado las manos a la cabeza sintiendo pena por él. E incluso sus adversarios internos se declaran espantados. Los dirigentes a los que Granados expulsó del tablero tampoco encuentran motivos para la satisfacción.

‘El daño es infinito’

«Esta mierda nos salpica a todos. Me duele en el alma ver a mi partido en estas circunstancias. El daño es infinito», asegura una de sus víctimas. El ejercicio de memoria del PP madrileño sobre Paco Granados ha sacado a la luz lo que ahora parece una novela que incluye episodios de espionaje, luchas intestinas por el poder y la sucesión de Esperanza Aguirre, dossieres, filtraciones, chantajes y control férreo del dinero de las adjudicaciones de los contratos de la Comunidad y manejo de dinero público. Mucho dinero. Granados irrumpió en la política dirigiendo con mano firme la comisión de investigación del Tamayazo.

Esperanza Aguirre encontró en el alcalde de Valdemoro a su «chico del sur». Un «paleto» que sabía inglés, había trabajado en un banco y que le hizo mucha gracia. Tenía tantos amigos en el PP como entre los alcaldes del PSOE en los pueblos del sur. Era un político centrista. Su ascendiente sobre Aguirre fue aumentando y como consejero de Transportes del primer gobierno de Aguirre cayó en sus manos el mayor poder de adjudicación de contratos de la Comunidad. Las fuentes consultadas aseguran que, tal y como recoge el juez en su auto de prisión, Granados fue tejiendo una red de cómplices que incluía a alcaldes, guardias civiles, empresarios y periodistas.

«El se creyó siempre a salvo de todo, le tapaba un manto de impunidad política y mediática», dice alguien que conoce bien el PP madrileño. Aguirre se ha mostrado esta semana escandalizada, avergonzada y sorprendida. Sin embargo, distintos dirigentes han confirmado que Esperanza Aguirre fue advertida por sus colaboradores de las actividades oscuras de su número dos durante ocho años, pero siempre creyó en la palabra del ahora recluso. Era muy convincente.

Cuando el diario Público reveló que se estaba construyendo una mansión de más de 1.000 metros cuadrados en Valdemoro y que su mujer visitaba las obras para elegir los materiales, aunque la casa no estaba a su nombre, se presentó en el despacho de la presidenta con lágrimas en los ojos declarándose víctima de una conspiración de sus enemigos para quitarle su «espacio político». Aguirre le creyó. Tampoco la presidenta dio crédito a las evidencias de que Granados estaba detrás de los episodios de espionaje sufridos primero por Manuel Cobo, después por el ex consejero Alfredo Prada y finalmente por el actual presidente de la Comunidad, Ignacio González.

Prada fue destituido por la presidenta tras enfrentarse a Granados y en el marco del enfrentamiento de Aguirre con Rajoy, y el caso del seguimiento a González en su viaje a Colombia nunca fue aclarado. Tanto Prada como González culparon a Granados de haberles espiado con una finalidad chantajista para librarse de ellos. El recuerdo de aquellos episodios que se saldaron sin investigaciones internas ni depuración de responsabilidades avergüenza ahora a todos los dirigentes del PP.

«Esperanza es muy lista, nadie puede creer que no se enterara de nada de lo que hacía Paco», señalan las víctimas de Granados. Y ponen como ejemplo que ni la dirección del PP de Madrid ni la nacional abrieron una investigación interna después de trascender que tenía una cuenta en Suiza a comienzos de este año. Ni siquiera expediente disciplinario. Aguirre le apartó de su lado en 2011 porque, una vez perdida la batalla con Ignacio González, Granados se había acercado al equipo de Rajoy, a través de Federico Trillo y Ana Mato.

Le destituyó tres días después de la victoria de Rajoy por mayoría absoluta. Todo un mensaje para el presidente del partido. Algunas fuentes atribuyen esta falta de activación de los controles internos al temor que suscita una posible confesión de Granados. «Que no me busquen, que me van a encontrar», aseguró en 13TV, delante de sus más entrañables amigos tertulianos. «Medio partido tiene miedo, cualquiera que haya tenido relación con él está mirando estos días por si encuentra alguna irregularidad.

Existe la sospecha de que esto es sólo la punta del iceberg y que pueden salir más cosas. Paco es un tío peligroso, sabe mucho de mucha gente, y la cárcel puede ablandar su resistencia. Lo ha sido todo en la Comunidad de Madrid, ha dirigido campañas y puede tener la tentación de sacar los trapos sucios. Nadie sabe a estas alturas hasta dónde puede llegar la marea», aseguran en el PP madrileño. En los últimos meses, Granados se ha paseado por todos los salones y hoteles diciéndole a todo aquél que le quería escuchar que podía llevarse por delante a todo el partido. Pero lo más grave es la imagen de partido corrupto que los ciudadanos están percibiendo. Tanto el PP regional como el nacional se encuentran en una difícil situación que influirá directamente en la elección de las candidaturas al Ayuntamiento y la Comunidad.

Empiezan a alzarse voces que reclaman una limpieza general y una renovación total del PP en la Comunidad. «La acumulación de escándalos es terrorífica y puede tener un coste electoral altísimo». Fuentes próximas a Esperanza Aguirre aseguran que a la presidenta del PP madrileño no le inquieta despedirse de su hipotética candidatura al Ayuntamiento de Madrid. «Si puede presentarse bien, pero si no, también».

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