El "caso Bárcenas", de "escándalo de corrupción" a "crisis polí­tica"

El PP contraataca, el bipartidismo se hunde

El estado de conmoción y parálisis en que quedó el gobierno la semana pasada tras la aparición de los papeles de Bárcenas ha dado paso a una potente contraofensiva del PP, tratando de contrarrestar sus demoledores efectos en la opinión pública, neutralizar los ataques de la oposición y unificar al conjunto del partido en torno al liderazgo de un Rajoy crecientemente cuestionado.

Contraofensiva cuyos tres ejes principales se han basado, en primer lugar, en el apoyo expreso y rotundo de Merkel a la figura de Rajoy, varios puntos por encima de lo que es habitual en los usos diplomáticos. Parece lógico suponer que este cerrado respaldo no se ha producido “espontáneamente”, sino que ha sido previamente negociado y consensuado con el gobierno alemán. ¿A cambio de qué? No lo sabemos, pero sí que Berlín no concede nada gratis. Y no es casual que inmediatamente hayan saltado los rumores de que la nacionalizada Catalunya Caixa podría caer próximamente en la órbita del Deutsche Bank, el mayor banco alemán. «Millones de votantes “indignados”, a izquierda y a derecha, están, hoy más que nunca, dispuestos a apoyar una alternativa diferente»

En segundo lugar, la aparición pública de Bárcenas desmintiendo ser el autor de los cuadernos ha permitido poner en marcha una campaña mediática cuyo centro lo constituye el lanzamiento de la sospecha de que El País ha podido ser intoxicado con una información falsa, en el que se ha llegado incluso a insinuar el nombre de Garzón como uno de los posibles instigadores.

En tercer lugar, con la presentación pública de las declaraciones de renta y patrimonio de Rajoy de los 10 últimos años, el presidente del gobierno sale como valedor de la cúpula dirigente del PP, poniendo su integridad personal como garantía de la de sus colegas.

Por el momento, el PP parece haber detenido con su contraataque las aristas más peligrosas de la situación. Y parecen cada vez menos probables alternativas como la dimisión de Rajoy, la elección de un sustituto al frente del PP o el adelantamiento de las elecciones que se habían barajado hasta ahora como factibles. A excepción de que nuevas revelaciones vuelvan a acelerar los factores de crisis política. Algo que no es en absoluto descartable.

Por días cobra fuerza la hipótesis de un recambio de gobierno a corto-medio plazo, con una posible salida de Mato, Montoro y Báñez, y el consiguiente reforzamiento de los sectores más directamente vinculados al hegemonismo capitaneados por de Guindos, verdadero ariete de Washington y Berlín en la Moncloa. Dibujando así un gobierno que se plegaría con mucha más facilidad a ejecutar los dictados que vengan del FMI o Bruselas.¿Quizás era esto lo que buscaban quienes han filtrado los papeles?

Sin embargo, la bomba de profundidad del caso Bárcenas es de tal calibre, que ya son visibles las líneas de fractura y la “guerra de familias” desatada en el seno del PP.

A las discretas maniobras de José María Aznar, alertando desde las sombras sobre la supuesta falta de firmeza del gobierno de Rajoy, se le ha sumado inmediatamente el órdago lanzado por Esperanza Aguirre, exigiendo la dimisión de Mato y criticando la gestión de Cospedal. Órdago cuya respuesta contundente ha sido la acusación contra Arturo Fernández, vicepresidente de la CEOE, presidente de la patronal madrileña e íntimo correligionario político de la “lideresa” madrileña, de pagar a sus trabajadores parte de la nómina mediante sobres con dinero negro en metálico.

Y mientras los puñales salen a relucir en las altas instancias, el desconcierto y la desmoralización se extienden entre los segundos y terceros niveles de la estructura del partido.

Independientemente de la resultante final del caso Bárcenas, a Rajoy se le ha abierto una brecha en el seno de su propio partido, que aún está por ver cómo se desarrolla. Y esto, inevitablemente, es un nuevo factor de debilidad con el que habrá de contar.

Pero es sobre todo en su base de votantes donde las consecuencias están siendo más devastadoras. El estallido del caso Bárcenas no sólo ha acelerado a un ritmo inverosímil la caída en picado de la intención de voto al PP, sino que su efecto multiplicador se ha extendido al resto del modelo político, agudizando el rechazo a un bipartidismo que nos recorta y nos roba a partes iguales.

Recientemente, el Financial Times, una de las “Biblias” del gran capital financiero anglosajón en Europa, afirmaba que el escándalo Rajoy constituye una grave “amenaza de ruptura política”. Concluyendo que “si las elecciones se realizaran ahora, España podría enfrentar una fragmentación política al estilo griego”.

Según las últimas encuestas publicadas, la suma de votos del PP y el PSOE ha pasado de superar el 80% en 2008 a situarse sólo en el 47%. Mientras que UPyD e IU –sin contar a otras fuerzas que se oponen tanto a los recortes y ajustes como al modelo bipartidista– suben como la espuma y se acercan ya al 30% de los votantes. En estas condiciones, ni PP ni PSOE podrían formar gobierno por sí solos, ni siquiera recurriendo a los diputados de CiU y PNV, las otras dos patas históricas del bipartidismo imperfecto.

Asistimos a un auténtico “cambio tectónico” en la correlación de fuerzas política y electoral. Y no precisamente en el sentido que interesa a Washington y Berlín ni a la gran banca española.

La situación presenta, por un lado, graves riesgos. Todavía desconocemos la intención última perseguida al lanzar la “bomba Bárcenas”. Pero dada su envergadura y su capacidad de desestabilización a corto y largo plazo, cada vez resulta más evidente que debajo de la trama se esconden poderosos objetivos políticos.

Pero al mismo tiempo, la implacable erosión de las fuerzas del modelo bipartidista abre impensables oportunidades. A condición de que seamos capaces de levantar una alternativa unitaria contra el saqueo y la intervención. Un Frente Amplio de unidad por la redistribución de la riqueza, la ampliación de la democracia y la defensa de la soberanía nacional que millones de votantes “indignados”, a izquierda y a derecha, están, hoy más que nunca, dispuestos a apoyar.

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