Arte

El Pop castizo de Mery Cuesta

Joven -apenas 33 años, una edad más que temprana para triunfar en el mundo del arte-, mujer, vasca, y activa en la reivindicación de lo castizo y lo popular, así­ como en la denuncia de la hipocresí­a que rodea al «tinglado» de lo artí­stico. Y como buena artista-activista «pop», su ámbito es la más absoluta interdisciplinaridad. Empezó a llamar la atención con su cómic «Caí­da y auge de Antxon Amorrortu», un personaje que utilizó para hacer una mordaz sátira del elitista negocio artí­stico. Se la puede identificar como baterista de su grupo punk. Pero además es comisaria de exposiciones y colaboradora del periódico La Vanguardia. Lo mismo defiende sus posiciones desde la tribuna de un museo público, desde las páginas de un medio de masas, o desde el escenario de cualquier garito.

"Lo castizo está en el ámbito de la costumbre y lo esontáneo, son destellos en el lenguaje y de comportamiento que reproducimos inconscientemente y que nos viene inoculados desde nuestra raíz. Como fan por igual de Edgar Neville y Benito de la serie Manos a la obra, me interesa la estética castiza intoxicada de españolismo". Que esto lo diga una vasca, surgida totalmente del movimiento underground, y sumergida de lleno en el universo del arte popular, es para tomar nota.Como una anti-heroína ha surgido para elaborar sesudos textos teóricos sobre las realidades del arte, la cultura, el subarte y la subcultura, que puede alternar tanto con tiras cómicas en el fanzine TMEO, o con artículos de opinión en La Vanguardia. Su defensa de lo español más profundo como expresión de la cultura y el arte popular y contemporáneo la convierten en una mujer a contracorriente, que renuncia tanto a habitar exclusivamente mundo underground, como a acomodarse en su sillón de teórica del arte con un cargo público.“El underground es una etiqueta que hoy deberíamos revisar, porque con Internet se rompe el concepto bajo tierra”, se atreve a afirmar en uno de sus análisis, mientras da ejemplo con su trabajo de la posibilidad de interacción entre ese arte que surge espontáneamente de las masas, y el que es colocado en los museos. Prueba de ello es la inauguración el pasado viernes de la última exposición que ha organizado en el prestigioso FAD de Barcelona, templo del diseño de vanguardia, a veces tan desarraigado en sus propuestas. Titulada Low Cost, reflexiona sobre las maldades intrínsecas del fenómeno bajo coste; y cohabita con al que a escasos metros se exhibe en el CCCB en la que Cuesta tiene algo que decir, dedicada al fenómeno Quinqui, tan presente en su obra.Por si fuera poco, se prepara para asistir a Estambul, a ejercer de catalizadora de la escena cómic de la capital del Bósforo, aunque mientras dibuja y organiza exposiciones no suelta sus palos de la batería que toca en la banda Crapulesque.

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