La estrategia Afpak

El poder blando en Afganistán

La frontera entre Afganistán y Pakistán se está borrando. Durante la ceremonia en la que anunció su nueva estrategia, Obama habló de cómo los militantes de Al Qaeda y los talibán afganos se refugian en el noroeste de Pakistán, donde entrenan a sus «soldados» y apoyan la insurgencia en Afganistán.

Ha afirmado Hillary Clinton a bordo del avión que la trasladaba a Euroa para asistir a la cumbre de la Haya. Con esta sencilla pero importante declaración «La administración ha dejado de usar esta expresión, y eso obviamente habla por si mismo» la Secretaria de Estado de EEUU da por finalizada la Guerra Global contra el Terrorismo, expresión que inventó el binomio Cheney-Rumsfeld para denominar a las operaciones militares que se desarrollaron a lo largo y ancho del planeta para luchar contra el» terrorismo islamista global». La expresión que se utilizará en el futuro para referirse a estas operaciones -que no por ello dejarán de desarrollarse- será «operaciones de contingencia exterior».Con este gesto -que tiene además su primer reflejo práctico en la reciente estrategia AfPak- el gobierno de EEUU acaba con un término que intelectualmente era tremendamente inconsistente y que incomodaba a todos los aliados -musulmanes y occidentales- que pretendí­a liderar. ´Pero este anuncio no es una ruptura con la polí­tica de seguridad desarrollada hasta ahora, en realidad sólo es la certificación de una defunción que se produjo cuando Robert Gates fue nombrado por el presidente Bush como Secretario de Defensa allá por 2006 ante el estrepitoso fracaso en Irak y Afgansitán al que habí­a dirigido Rumsfeld a la maquinaria de seguridad y defensa más potente de la historia .Así­, el discurso de la guerra global contra el terrorismo, la pamema de la extensión global de la democracia y el banderí­n de enganche de la defensa de la civilización occidental frente al bárbaro exterior, van languideciendo y desaparecen de las estrategias y el discurso Norteamericano.Este viraje semántico, que en primera instancia parece semantico, encierra todo un cambio en la estrategia de EE UU, definitivamente el enfoque casi exclusivamente militar que presidió la acción inicial de Bush por uno decididamente integral: más recursos económicos, más cooperación, más herramientas civiles, más diplomacia y más inteligencia.Si bien al poco de llegar a la Casa Blanca ya el Presidente Obama nos indicó que Pakistán iba a ser pieza clave en su aproximación a Afganistán, en las últimas semanas el concepto de regionalización se ha ampliado aun más. Pakistán se ha mostrado como poco fiable como ruta de suministros para las tropas. Por ello, estados que hasta ahora habí­an mantenido diferencias con Estados Unidos, como Uzbekistán, Irán, o una nula relación como Turkmenistán parecen configurarse como piezas clave en los planes de suministro de Washington una vez Moscú y Bishkek han forzado el cierre de la base de Manas. La Administración Obama busca la diversificación del suministro y para ello, el General Petreus, hasta hace poco responsable de Irak y ahora encargado del CETCOM, ha logrado sustanciales acuerdos bilaterales con Tashkent, para permitir el paso de los suministros.Junto a las actividades de la CIA y los ataques selectivos con aviones teledirigidos dentro de Pakistán, Obama trata de incentivar la cooperación del gobierno de Islamabad con un presupuesto de ayuda económica de 1.500 millones de dólares al año y facilidades comerciales. Explí­citamente, el presidente reprochó que, durante los últimos seis años, se haya intentado hacer frente a la guerra de Afganistán sin los recursos necesarios por culpa de Irak. Para evitar fraudes y corrupción, la ayuda prometida estará vinculada a metas concretas.El Pentágono enviará 21.000 soldados más a Afganistán (ya hay 38.000) y ayudará en la creación de un ejército y una policí­a afgana, el Departamento de Estado apoyará el desarrollo económico e institucional en Pakistán para lo que contará con US$ 1.500 millones anuales, por cinco años. Según Obama, el destino de Pakistán está í­ntimamente ligado al de Afganistán.Esto constituye un gran giro con respecto a la polí­tica que instrumentó George Bush. No es lo único. Obama quiere establecer además una coalición internacional de enemigos de Al Qaeda y de los talibán que no sólo incluya a lo paí­ses de la OTAN: también a Rusia y a Irán. La reacción inicial a esta iniciativa fue muy positiva.De hecho, el consejero para la seguridad nacional general James Jones dijo ayer que Rusia, Irán junto a India y China formarán parte de «un grupo de contacto» que monitoreará la situación en ambos paí­ses.El elemento clave de la nueva estrategia, dijo, no es el enví­o de más soldados. «Es el enfoque regional del problema. Y, en el plano diplomático, el grupo de contacto puede obtener buenos resultados», dijo Jones. «Estamos contentos con el compromiso de Rusia para que participe activa y plenamente en iniciativas de diálogo en Afganistán».La frontera entre Afganistán y Pakistán se está borrando. Durante la ceremonia en la que anunció su nueva estrategia, Obama habló de cómo los militantes de Al Qaeda y los talibán afganos se refugian en el noroeste de Pakistán, donde entrenan a sus «soldados» y apoyan la insurgencia en Afganistán.Si bien Obama no lo dijo, existe el temor de que los talibán afganos acaben por tomar el poder en Islamabad y accedan de esta manera al botón nuclear. Washington comparte con Irán y Rusia como con China e India el interés por impedir que esto suceda.El nombramiento de un nuevo embajador en Kabul, Karl Eikenberry, se une a la apuesta personal del presidente Obama de vincular desarrollo con seguridad. Por ello, Estados Unidos va a enviar a 1000 civiles para fortalecer su control sobre la administración Afgana y el para Washinton discolo gobierno de Karzay. El objetivo según la administración Estadounidense no es otro que favorecer la sustitución de los cultivos de opio por otros alternativos, pero a nadia se le escapa que EE UU quiere un cambio de gobierno para las proximas elelcciones.El gobierno de Hamid Karzai no cuenta con el beneplácito de Washington. Por ello varios han sido los planes para reducir su poder. Primero se pensó en cambiarle por un afgano-americano, después nombrar un primer ministro con fuerza suficiente para hacerle sombra y ahora emerge la idea de federalizar más el paí­s.Siguiendo la experiencia de Irak algunos asesores de la Casa Blanca afirman que hasta un 70 por ciento de los insurgentes fundamentan sus acciones en motivos económicos y no en ideológicos-religiosos. Continuando con esta afirmación, Washington pretende reintegrar a la parte más moderada del movimiento Talibán en la sociedad civil aportando subsidios a los que se alejen de las armas. Esta iniciativa, que ha sido vista por muchos como una rendición, es sin lugar a dudas el punto más polémico del Plan Obama sobre Afganistán.La nueva Administración norteamericana tiene un gran reto para superar la herencia que Bush ha dejado, pero no es menos cierto que Obama y su equipo no pretenden renunciar a una herencia histórica aún mayor, el hegemonismo norteamericano. En todo caso, la Administración Obama, por convencimiento o por necesidad, ha considerado que en este momento necesita el apoyo de algunos de los paí­ses que a medio plazo pueden disputarle ese hegemonismo, como Rusia o China, o incluso de enemigos acérrimos como Irán. «Soft power» para rehacer un imperio en apuros.

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