Elecciones norteamericanas: Clinton frente a Trump

El pez se pudre por la cabeza

Las elecciones norteamericanas, que en noviembre decidirán el rumbo de la superpotencia, se han convertido en un inesperado duelo entre Hillary Clinton y el excéntrico y ultrareaccionario Donald Trump. ¿Es Trump un simple fantoche cuyo peso polí­tico se reduce a explotar la demagogia racista? ¿Debemos aceptar aliviados una victoria de Hillary Clinton como un mal menor?

Desconcierto en WashingtonNadie podía imaginar que un outsaider como Donald Trump -un multimillonario ajeno a las élites políticas tradicionales- llegaría al último asalto en la batalla hacia la Casa Blanca.

El fenómeno Trump, que ha sorprendido a todos los analistas, solo puede explicarse desde la compleja situación que enfrenta la superpotencia norteamericana.

La arriesgada jugada que supuso la era Bush, apostando por hacer efectiva su superioridad militar a través de un estado de guerra permanente, ofreció un desastroso resultado para la hegemonía norteamericana. «Elegir entre Clinton o Trump, como algunos pretenden, es mucho peor que optar entre lo malo y peor»

Los ocho años de mandato de Obama, a pesar de algunos éxitos parciales, se han mostrado incapaces de detener la sangría.

EEUU pierde peso en el mundo a una velocidad cada vez mayor. Y con la misma rapidez emergen otros países, especialmente China.

El progresivo debilitamiento de EEUU y la aceleración de su declive están provocando una agudización creciente de sus contradicciones, también en el plano interno. Lo que se traduce en la ausencia de una línea clara en el seno de la burguesía monopolista yanqui acerca de como gestionar el declive de su hegemonía.

Este es el terreno que ha permitido a una figura como Donald Trump ganar en la Convención Republicana. O que, en el partido demócrata, ha dado impulso a la candidatura de Bernie Sanders, esgrimiendo un programa con tintes socialdemócratas inusual en la política norteamericana.

¿A quién representa Donald Trump?Es imposible llegar al ultimo escalón de las elecciones presidenciales en EEUU siendo solamente un outsaider. Han existido multimillonarios -como Ross Perrot en los años noventa- que obtuvieron un porcentaje significativo de los votos como independientes. Pero nunca se convirtieron -como sí ha hecho Donald Trump- en candidatos de uno de los dos principales partidos.

Para alcanzar la relevancia política que hoy tiene, Trump debe de contar necesariamente con apoyos entre importantes sectores de la alta burguesía norteamericana. ¿Quiénes son, y por qué ven representados sus intereses en una figura como Donald Trump?

Por encima de sus histriónicas formas y de sus ultraconservadoras soflamas, Trump propone todo un programa de recomposición de la economía nacional norteamericana. Elevando drásticamente las barreras comerciales (hasta un 45%) para las mercancías extranjeras, especialmente los productos chinos.

La globalización ha permitido a los magnates financieros de Wall Street y a los monopolios más competitivos (basados en la alta tecnología) multiplicar sus ganancias. Pero otros sectores (entre ellos gigantes industriales como General Motors o Chrysller, que tuvieron que ser rescatados durante el gobierno de Obama) han sido duramente golpeados.

Y este no es solo un fenómeno que afecte a las élites norteamericanas. La expansión internacional del gran capital estadounidense ha ido pareja con la drástica degradación de las condiciones de vida del pueblo trabajador norteamericano. Tradicionales centros industriales como Detroit (que ha perdido un tercio de su población) sufren una recesión permanente que golpea a importantes sectores de la clase obrera. Miles de ciudadanos han perdido sus casas o los ahorros depositados en los fondos de pensiones tras el estallido de la crisis…

Son sectores -fundamentalmente de población blanca- que hasta hace muy poco estaban cómodamente instalados, y que se niegan a quedar excluidos.

Convertidos en base de masas del fenómeno Trump, que les ofrece una alternativa, extremadamente reaccionaria y dirigida contra los inmigrantes pero que les permite seguir participando en la política nacional.

Trump ofrece también una alternativa para la política exterior norteamericana. Primero apretando las tuercas a los “aliados”. Hasta llegar a proponer no proteger a los miembros de la OTAN que “no estén al corriente de sus obligaciones de pago”, es decir que no aumenten su contribución al sostenimiento de los gastos militares de la superpotencia.

Pero Trump va más allá. Sus estrechas relaciones con la Rusia de Putin son algo más que una anécdota. Frente a la linea seguida por Obama -y que Hillary Clinton continuaria-, Trump propone unir a Rusia (reconociendo sus intereses) en un frente concentrado en la contención de China.

El peligro ClintonUn analista español comentaba recientemente que hasta los pesos pesados del PP rezaban para que fuera Clinton, y no Trump, quien ganara las presidenciales norteamericanas.

Parece haberse extendido la idea de que, puestos a elegir entre lo malo y peor, es preferible apoyar a Hillary Clinton para evitar el peligro extremo para la estabilidad mundial que supondría un triunfo de Donald Trump.

Este es un error que nos conduce a bajar la guardia ante las consecuencias de un gobierno encabezado por la aspirante demócrata.

Hillary Clinton es una versión endurecida de la línea Obama. Como secretaria de Estado defendió que los bombardeos en Irak y Siria contra el Estado Islámico fueran acompañados de un despliegue de tropas sobre el terreno. Y, sobre todo, definió el proyecto de trasladar el grueso de sus fuerzas a la región de Asia-Pacífico para convertirse en el “pivote asiático”. Una táctica consistente en intentar contener el ascenso de China, encerrando la expansión de su influencia en las fronteras asiáticas, azuzando y multiplicando las contradicciones de Pekín con sus vecinos de forma que su ascenso se vea, si no paralizado, sí al menos ralentizado.

Clinton ha definido a China como “el mayor abusador del comercio mundial”, prometiendo utilizar todos los medios a su alcance para “obligarle a acatar la disciplina”.

Elegir entre Clinton o Trump, como algunos pretenden, es mucho peor que optar entre lo malo y peor.

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