Si la estrategia de Barack Obama de unos Estados Unidos compartiendo hasta cierto punto el liderazgo mundial, liderando las intervenciones norteamericanas en el resto del mundo desde atrás y buscando la implicación de otras potencias de segundo orden en las grandes cuestiones de seguridad internacional ha sido vista siempre por los republicanos como un fracaso en política exterior, ahora, tras la amplia victoria republicana en las elecciones a mitad de mandato y su control del Senado, la política internacional de Obama puede quedar en punto muerto los dos próximos años.
A no ser que la cercanía de la próxima elección presidencial en 2016 aconseje al Partido Demócrata presionar a Obama para una reorientación en su política exterior y de seguridad, ofreciendo unos perfiles más agresivos en la línea de sus oponentes republicanos, pero también de su más que probable sucesora como candidata a la Casa Blanca de los demócratas, Hillary Clinton. «Tras el revolcón electoral sufrido por Obama en las elecciones a mitad de mandato, el ‘pato cojo’ puede convertirse en inválido» El control de las dos Cámaras del que a partir de ahora van a disponer los republicanos limita muy mucho la iniciativa de Obama, tanto en el frente de la política interior como de la exterior. Dado el juego de contrapoderes que caracteriza la democracia imperial norteamericana, un presidente enfrentado a una mayoría contraria y abiertamente hostil apenas si dispone del recurso del derecho a veto presidencial para oponerse a la obstrucción y a los intentos de imponerle otra política que van a llevar adelante los republicanos en estos dos próximos años.Es en este sentido que puede hablarse de un Obama ‘inválido’. Si hasta ahora su presidencia se ha caracterizado por sus numerosas vacilaciones y la ausencia de una estrategia definida en política exterior, el disminuido poder del que ahora va a disponer al perder la mayoría en el Senado, pueden ofrecer la imagen de un rumbo de la superpotencia más errático del que hemos podido ver en estos últimos 6 años.Una política imperial ‘apagafuegos’Obama llegó a la presidencia de EEUU en 2008, con Hillary Clinton de secretaría de Estado marcando un rumbo relativamente definido para detener -o cuanto menos frenar- el acelerado declive de la superpotencia. Clinton definió el nuevo objetivo estratégico de EEUU: convertirse en el “pivote geoestratégico” de Asia con el objetivo de contener el imparable ascenso de China al rango de gran potencia mundial. Se trataba de ampliar y reforzar la presencia económica, política, diplomática y militar de EEUU en Asia a fin de convertirse en un jugador activo en el continente, ofreciéndose a los países asiáticos como pivote equilibrador de la enorme pujanza china. «El proyectado trasvase de fuerzas a Asia y la contención de China ha tenido que posponerse una y otra vez» Para conseguir este objetivo, sin embargo, EEUU debía concentrar sus fuerzas en Asia, lo que a su vez exigía previamente ‘estabilizar’ su dominio en el resto del mundo, especialmente en aquellas regiones más calientes y conflictivas del planeta. Seis años después, la realidad presenta un panorama completamente distinto del diseñado originalmente por Hillary Clinton. EEUU provocó el estallido y la expansión de las llamadas primaveras árabes con el fin de sustituir unos viejos regímenes autoritario y corruptos por nuevas democracias tuteladas por Washington que dieran una mayor estabilidad a su dominio y permitieran a EEUU desentenderse, o cuanto menos no dedicar tantas energías y esfuerzos a Oriente Medio. El resultado es conocido. Han instalado el caos en Libia que tiende a propagarse a una velocidad vertiginosa por todo el Sahel y el África subsahariana. Han convertido Egipto en una olla a presión que ahora tratan de contener -ya veremos hasta cuando- con el recurso a una dictadura militar. Y en Siria han convertido las injerencias desestabilizadoras contra el régimen del El Assad en un nuevo campo de batalla al que han tenido que regresar tras salir con el rabo entre las piernas ahora hace 6 años. Buscaron neutralizar a la molesta Rusia arrebatándole a Ucrania de su esfera de influencia mediante una de sus revoluciones de color. Y lo que han conseguido es inflamar a una parte de Europa como no se veía desde la guerra de los Balcanes y poner a Putin totalmente fuera de control. Decretaron una política de saqueo sobre los Estados tributarios y vasallos de Europa -especialmente los más frágiles y dependientes- para tratar de reponer por este lado las cuotas de riqueza mundial que la crisis y el avance de los países emergentes les hacían perder. Y a cambio han obtenido una multiplicación inaudita de las contradicciones en Europa y una rebelión de los pueblos que está poniendo en cuestión los regímenes políticos a través de los cuales ejercen su dominio. Como consecuencia, el proyectado trasvase de fuerzas a Asia y la contención de China ha tenido que posponerse una y otra vez. Mientras los EEUU de Obama se consumían en pagar los fuegos que ellos mismo han provocado, los principales rivales capaces de cuestionar su orden hegemónico -los BRICS- no han hecho más que crecer y afianzarse. No está todavía claro que camino va a tomar la superpotencia en los próximos años. Lo que sí aparece cada vez con más claridad es que, la refulgente promesa que un día pareció ser Obama para el grueso de la clase dominante yanqui se ha convertido, 6 años después, en una frustrante realidad.