Sombras y luces en la batalla contra el SIDA

El papel de las defensinas

Estudiar los individuos que no desarrollan la enfermedad a pesar de dar positivo en el test de anticuerpos para comprender como se mantienen sanos es una de las ví­as que, razonablemente, deberí­an ser principales.

Luces&helli; Mientras el camino que conduce a la vacuna del sida sigue embarrado, se ha abierto un poco más la luz hacia los mecanismos por los que el cuerpo se mantiene libre de enfermedad. En septiembre pasado, un grupo de científicos de Estados Unidos y Tailandia presentaron en Bangkok una vacuna que reduce el riesgo de contagio del sida en un 31,2% tras haber realizado pruebas en 16.000 voluntarios. El bajo porcentaje hizo deslucir la noticia, en lo que parece la búsqueda de un imposible por parte de los principales laboratorios farmacéuticos: llegar a prevenir a los sanos para evitar ser contagiados. Cualquier vacuna debe proteger a más del 80% de la población vacunada para que se considere que funciona. Otra gran vía de investigación es la que estudia los efectos y mecanismos por los que los fármacos antirretrovirales funcionan o son rechazados por los virus, así como el desarrollo de nuevas “dianas terapéuticas” que permitan elaborar nuevas terapias. En noviembre pasado, la OMS pidió la retirada de Stavudine por sus efectos secundarios, un fármaco que tomaban 2 de los 4 millones de enfermos tratados en el planeta. Frente a los agresivos tratamientos antirretrovirales, se abre ahora la perspectiva de la cura basada en que el propio cuerpo, cuanto menos, mantenga a raya la enfermedad. El estudio de los llamados “controladores”, entre los que destacan los “controladores de élite”, los que dando positivo al test de anticuerpos no desarrollan la enfermedad durante 20 o más años, viene de lejos. Esta vía de estudio había enfilado diferentes rasgos genéticos y moléculas del paciente y del virus. Aunque las alfa-defensinas, su efecto antivírico y su mayor presencia en “enfermos sanos” ya se conocían desde 2002, los investigadores del Hospital Clínic han contribuido en aclarar el papel de las células dendríticas, un tipo especial de células de defensa, la primera barrera encargada de poner en guardia a todo el sistema inmunológico, en segregar este antimicrobiano natural. Las reacciones van en el sentido de la cautela. Los principales investigadores en España recomiendan no bajar la guardia en cuanto a las prácticas seguras y a señalar la etapa embrionaria de la investigación. El grupo español es uno de los 25 en todo el mundo que, liderados por grupos estadounidenses, están estudiando la vía de los “controladores”. Otros grupos están analizando otros factores, tanto genéticos del paciente como del virus, responsables de efectos protectores parecidos a los de las alfa-defensinas. Bien seguro, un complejo cruce de intereses determinará la velocidad y el puerto al que lleguen las conclusiones e hipótesis del equipo español. La investigación ha sido apoyada por el Centro Catalán de Investigación y Desarrollo de Vacunas para el SIDA (HIVACAT), en colaboración con los laboratorios Esteve y la Fundación la Caixa. España rompería su papel subsidiario por primera vez si se atreviera a desarrollar, producir y comercializar una alternativa a los antirretrovirales a escala global. Este es el reto real al que se enfrenta esta investigación. Sombras… A nivel científico queda mucho por saber. Luis Menéndez, investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (del Consejo Superior de Investigaciones Científicas), especialista en resistencias del virus a la terapia antirretroviral, opina que el trabajo del grupo catalán aporta mayor conocimiento sobre los mecanismos naturales del cuerpo frente al HIV y abre la puerta a posibles vacunas. Es pronto. En todo caso, es el “resultado de un proceso que puede tener un origen todavía por conocer.” En otras palabras, no se conoce el papel que juegan los hallazgos en el proceso global del SIDA. Un colaborador científico del periódico Público ha lanzado en este sentido un dardo preventivo. La noticia del descubrimiento del Clínic según el científico, no sólo nos ayuda a entender cómo los controladores a largo plazo controlan la infección, sino “que sigue arrojando evidencias científicas que acallan el negacionismo responsable de la muerte de miles de personas en el mundo”. Se refiere a las corrientes científicas llamadas disidentes porque parten de que el HIV no es la causa de la enfermedad. A pesar de que existen diferencias entre ellos en cuanto a negar o no la existencia del propio virus, la base común es el origen tóxico y no infeccioso de la enfermedad, con lo que la presencia del virus en sangre sería la consecuencia y no la causa de la inmunodeficiencia. Consecuentemente, ejemplos de numerosos seropositivos que sobrevivían sin tratamiento han servido durante años para reforzar la tesis de que los agresivos tratamientos antivirales son la causa del deterioro y muerte de muchos enfermos. Mientras que los hallazgos actuales, según el científico, aclaran que no se trataba más que de "controladores a largo plazo" de la enfermedad. La negativa a tratar el SIDA con antirretrovirales habría causado, según él, miles de muertos en Sudáfrica, bajo la presidencia de Thabo Mbeki al dejarse influenciar por los “negacionistas”. En la carta que Mbeki mandó a Kofi Annan (3 de abril del 2000), entonces secretario General de la ONU y a diversos líderes como Clinton, Balir o Schroeder, quedan claros los retos. Sudáfrica había ganado el juicio contra un consorcio de 29 farmacéuticas para defender el derecho a fabricar genéricos asequibles por la población (contra la extorsión y saqueo que suponía el sistema de patentes), y sufría un aumento de muertes entre embarazadas tratadas con Nevirapine (se supo que el fabricante Boehringer-Ingelheim había ocultado los efectos adversos en los estudios en la vecina Uganda, razón por la que la misma FDA prohibiera su prescripción a embarazadas norteamericanas): "Contrariamente a lo que ocurre en Occidente, el VIH/SIDA en África es transmitido heterosexualmente. Contrariamente a lo que ocurre en Occidente, donde relativamente poca gente ha muerto de SIDA -aunque no por ello deja de ser importante-, se dice que en África han muerto millones de personas. Y, contrariamente a lo que ocurre en Occidente, donde las muertes por SIDA están disminuyendo, un número aún mayor de africanos está destinado a morir. Es obvio, pues, que aunque podemos y debemos sacar lecciones de Occidente sobre el grave problema VIH/SIDA sería absurdo e ilógico hacer una simple extrapolación a África de la experiencia occidental. Proceder así supondría hacer dejación de nuestra responsabilidad y constituiría una criminal traición hacia nuestro pueblo (…). Estoy convencido de que nuestra tarea más urgente es responder a la amenaza específica a la que nos enfrentamos en tanto que africanos. Y no esquivaremos esta obligación con la comodidad de recitar un catecismo que puede ser la respuesta correcta a la manifestación específica del SIDA en Occidente (pero no en África). No condenaremos a muerte a nuestro pueblo abandonando pues la búsqueda de respuestas específicas y plenamente orientadas respecto de la incidencia africana del VIH/SIDA. Y si hago estos comentarios es porque nuestra búsqueda de esas respuestas está siendo estridentemente condenada por algunos en nuestro país y en el resto del mundo presentándola como un abandono criminal de la lucha contra el VIH/SIDA. Me preocupan profundamente algunos aspectos de esa campaña orquestada. Se sugiere, por ejemplo, que hay algunos científicos que ‘son peligrosos y están desacreditados’ con los que nadie, incluidos nosotros, debería comunicarse o interactuar. ¡En épocas anteriores de la historia humana los considerarían herejes a los que habría que quemar en la hoguera! No hace mucho, en nuestro propio país, las personas eran asesinadas, torturadas, encarceladas y prohibida su mención tanto en privado como en público porque la autoridad establecida creía que sus puntos de vista eran peligrosos y estaban desacreditados. Ahora se nos pide que hagamos exactamente lo mismo que hizo la tiranía racista del apartheid porque existe una visión científica apoyada mayoritariamente contra la que está prohibido disentir. Sin embargo, ¡entre los científicos a los que se supone que hemos de poner en cuarentena hay premios Nobel, miembros de Academias de Ciencias y profesores eméritos de varias disciplinas de Medicina! Esos científicos, en nombre de la ciencia, solicitan que cooperemos con ellos para congelar el discurso científico sobre el VIH/SIDA en el punto concreto que ese discurso alcanzó en Occidente en 1984. Personas que en otro tema lucharían de forma decidida para defender los derechos fundamentales de libertad de pensamiento y libertad de expresión, en el tema VIH/SIDA están en la primera línea de una campaña de intimidación y terrorismo intelectual alegando que la única libertad que tenemos es la de estar de acuerdo con lo que ellos mismos decretan como verdades científicas demostradas. Y propugnan tan extraordinaria propuesta con un fervor religioso cegado por tan alto grado de fanatismo que es verdaderamente preocupante. Puede no estar lejos el día en que de nuevo veamos quemar libros e inmolar en el fuego a sus autores por aquellos que creen tener el deber de efectuar una cruzada sagrada contra los infieles. Pero lo más extraño es que parece como si todos estuviéramos dispuestos a servir a la causa de tales fanáticos permaneciendo quietos, esperando… Puede que estos comentarios le parezcan desmesurados. Si así fuese será porque aún tenemos muy presente en nuestra memoria el rostro de la tiranía. Sería alentador saber, como africanos, que contamos con su apoyo en esta lucha común por salvar a nuestro continente y a sus pueblos de la muerte por SIDA." Este estudio, que ha publicado la revista PLoS ONE, está encabezado por la doctora Marta Rodríguez García, premio "Emili Letang" del Hospital Clínic de Barcelona por sus trabajos en esta línea de investigación y actualmente investigadora post-doctoral en The Rangon Institute of Massachussets General Hospital. Los péptidos llamados defensinas, pequeñas proteínas que tienen una función defensiva frente a microorganismos (bacterias, hongos) y virus, se conocían ya en 1986. En 2002 se descubrió que tenían una labor protectora frente al HIV y se asociaron primeramente con la actividad antivírica de los linfocitos CD8. Tras demostrarse que esto no era cierto, el equipo del hospital clínico de Barcelona ha desentrañado la producción de estas proteínas por las células dendríticas, la primera barrera defensiva del cuerpo, auténticos profesionales en la captación y procesamiento de moléculas de agresores (infecciones, cáncer) para activar al sistema inmunológico.Ahora se sabe que estas células, producen 10 veces más alfa-defensinas 1-3 en pacientes resistentes al SIDA. Este hallazgo llama a incentivar la acción de dichas células como terapia y profilaxis de la enfermedad. De momento no se sabe cómo estimular esta segregación, pero sí que esta es la alternativa a los antirretrovirales. Aí lo ha manifestado uno de los principales ponentes, Josep Mª Gatell, Jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínic: “Podemos lanzar la hipótesis de que cuanta más capacidad tenga una célula dendríticas de generar moléculas alfa defensinas, el organismo podrá controlar el VIH sin necesidad de recibir tratamientos antirretrovirales”. Hoy, el tratamiento contra el SIDA cuesta unos 8.000 euros al año y es un tratamiento para toda la vida gracias al que, se dice, se ha cronificado la enfermedad. Aunque en esta afirmación se mezcla la menor toxicidad de los fármacos de reciente desarrollo respecto a los primeros y la introducción como enfermos de SIDA a personas sanas que dan positivo al test de anticuerpos. Lo que hace caro al sida es que los infectados por el VIH se tengan que tratar toda la vida.

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