El paí­s del paro

Comienza el nuevo curso polí­tico y lo hace marcado, en su frontispicio, por una nueva cifra demoledora del paro, la cifra de agosto, 85.000 parados más, 3.629.000 inscritos en las oficinas del INEM, cerca ya de 4.500.000 en las estadí­sticas de la EPA (Encuesta de Población Activa), más de cinco millones de demandantes de empleo. Con el 18,5% de parados (el doble de la media de la Unión Europea, que está ahora mismo en el 9,2%), España se ha convertido a todas luces en «el paí­s del paro». Y, según todos los análisis y pronósticos, incluidos los oficiales, la perspectiva inmediata es a peor. ¿Qué dice y qué hace el gobierno de Zapatero ante este aspecto verdaderamente «singular», verdaderamente «propio» de la crisis en España?

La más inquietante, desasosegante y desvergonzada de todas las reacciones ante el alza imarable de la cifra de desempleados ha venido de parte de quien, en principio, más debería estar haciendo para mitigar los efectos de la escalada del paro: el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho.En plena debacle del empleo, Corbacho sale afirmando que “Yo soy el que menos instrumentos tiene para luchar contra el paro”. Si realmente es así, si eso es cierto, no se entiende qué hace ahí. Si su papel es simplemente el de “contar parados”, para eso eso no hace falta ningún ministerio. Debería dimitir y cerrar el tinglado. Ahora bien, si su objetivo es simplemente “echar balones fuera”, hurtarse del problema, entonces las razones para que se vaya aún son mayores, porque, en circunstancias como las actuales es preferible un “inútil” a un “irresponsable” o a un “caradura”. El ministro Corbacho, que ya ha mostrado sus dientes contra la inmigración, ahora intenta “hacerse el sueco” con los parados, declarando prácticamente que no son de su competencia. Con personajes así en los ministerios, no es extraño que el gobierno Zapatero dé signos ostensibles de descrédito y de debilitamiento y que España sea el “campeón europeo” del paro. * * * * * Tampoco el Gobierno recibe mucha ayuda, que digamos, desde el Partido, desde el PSOE. En un alarde por superar a su compañero ministerial, la Secretaria de Organización del partido, Leire Pajín saltaba a la palestra nada más conocerse la cifra del paro en agosto para manifestar, con insólito regocijo, que se trata de “un avance”. “Vamos avanzando poco a poco”, dijo la flamante nueva líder socialista. ¿Avanzando, hacia dónde? ¿Hacia los cinco millones de parados? ¿Hacia un abismo social de dimensiones históricas?¿Se trata de seguir negando lo evidente? ¿De persistir en aquella política de Zapatero de decir que “no había crisis” cuando estábamos a las puertas de la mayor debacle económica desde el crack del 29? ¿Se trata de hacer ver lo blanco negro? ¿Cómo se puede afirmar, en este contexto, en el país con más paro de Europa, que 85.000 parados más es un “avance”? * * * * * Una vez más, ante la negrura de la situación, Zapatero ha dado una buena prueba de que prefiere antes que solucionar los problemas de fondo, aportar “tratamientos paliativos” que eviten algunas situaciones socialmente dramáticas y, de paso, su propio desfondamiento electoral. Ahí apuntan los famosos 420 euros aprobados, para prolongar durante seis meses la agonía de los parados cuando se les acabe la prestación por desempleo. Otra medida, como el famoso Plan E, destinada a ser “pan para hoy y hambre para mañana”.Lo curioso de este asunto es cómo Zapatero ha sacado verdadero petróleo de esta “medida paliativa”. Aun a fuer de ser criticado por actuar con “improvisación”, y de tener que corregir un día lo que ha hecho el anterior, lo cierto es que ha empleado la “negociación” de esta medida para “engatusar” a los partidos a su “izquierda”, haciéndoles creer que ha sido gracias a ellos y a su presión que esa medida se ha ampliado finalmente para dar cabida a más parados (en principio, sólo a quienes pudieran solicitarla a partir del 1 de junio, ahora a quienes tengan derecho desde el 1 de enero), garantizándose así en gran medida los apoyos que necesita imperiosamente para aprobar los Presupuestos Generales del Estado de 2010. Una maniobra “zorruna”, muy clásica del personaje, y que no tiene otro fin que seguir manteniéndole en el poder, pese a su precariedad parlamentaria, su paulatino descrédito popular y el naufragio creciente de su política. Una vez más Zapatero ha hecho uso de su desaforada “demagogia social” para llevarse el agua a su molino. Su oportunismo desorejado le lleva a no vacilar siquiera en utilizar el desempleo y su subsidio como arma de supervivencia política.

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