Los rusos no daban el paso en falso puesto que a pesar de las afirmaciones de lealtad a Washington, los países miembros de la OPEP, incluyendo los países árabes, habían venido reduciendo la proporción de sus reservas en dólares.
Egito y Arabia Saudí, que veían las dificultades de los EEUU en Iraq, se atrevieron a rechazar esta iniciativa al considerarla un intento de imposición de valores y perspectivas occidentales. En Arabia Saudí un diario ligado a la familia real llegó a titular un editorial como «Bush, el nazi» . En Egipto optaron por algo más de moderación y se limitaron a editorializar «La reforma respaldada por Estados Unidos no es bienvenida» aunque en su contenido se dejaba bien patente la distancia que se comenzaba a abrir entre los antiguos aliados: «las relaciones cada vez más tensas entre los musulmanes y Occidente son inevitables, más conforme Occidente sobrepasaba la línea roja con llamamientos a cambiar los estudios religiosos de Arabia Saudí o Egipto con el argumento de que las academias religiosas de estos países engendran terroristas».Los rusos entendieron perfectamente la situación y decidieron volcarse en Oriente Próximo para recuperar la influencia perdida añadiendo, además, el componente del petróleo puesto que el gobierno de Putin había visto en la iniciativa de los EEUU el intento definitivo de controlar la OPEP y sentía cómo tras las invasiones de Afganistán e Iraq los EEUU se habían acercado peligrosamente a su flanco sur y cercaba a uno de sus tradicionales aliados en la zona: Irán.Las reacciones de Rusia fueron directamente a la línea de flotación de los EEUU: por una parte, Putin anunció, bien es cierto que en términos muy vagos, que Rusia podría cambiar su comercio petrolífero en euros; por otra, decidió restaurar su posición e influencia en Oriente Próximo aprovechando la pérdida progresiva de influencia de EEUU en la zona.Los rusos no daban el paso en falso puesto que a pesar de las afirmaciones de lealtad a Washington, los países miembros de la OPEP, incluyendo los países árabes, habían venido reduciendo la proporción de sus reservas en dólares en más de 13 puntos porcentuales en los últimos tres años, fundamentalmente a favor del euro, según el Bank for International Settlements. El último informe trimestral de este banco en el año 2004 establecía que las reservas denominadas en dólares habían caído desde el 75% en el tercer trimestre de 2001 al 61″5% en el mismo trimestre de 2004, mientras que la proporción de las reservas denominadas en euros subió desde el 12% al 20% durante el mismo periodo (5). Otros países, como Irán, también tomaron buena nota de la tendenAsí las cosas, el año 2005 se convierte en uno de los principales en el rediseño de la política próximo-oriental rusa y tiene dos vertientes: una tradicional «a la soviética», consistente en la venta de armas modernas a Siria e Irán, y una novedosa más ágil, inventiva e imaginativa acelerando la firma de contratos económicos por importantes cantidades para evitar que se reprodujesen situaciones como las del Iraq de Saddam Hussein, que inmerso en un durísimo embargo internacional firmaba protocolos de actuación que no fueron cumplidos por los ocupantes tras su derrocamiento e invasión del país.Rusia, a pesar de haber condonado el 90% de la deuda a Irak, se encontró con que sólo podía optar a una parte muy reducida del pastel petrolífero iraquí, la participación de Lukoyl junto con la empresa estadounidense Conoco-Phillips en la explotación de uno de los yacimientos petroleros más ricos del país, el Kurna Oeste-2, pero con el convencimiento que los intereses rusos quedaban a merced de EEUU, dueño y señor del reparto de los recursos en Irak.Rusia se convertía en el primer país exportador de armas superando a los EEUU por primera vez en mucho tiempo. En paralelo a estas ventas armamentísticas, Rusia decidía firmar con Siria un acuerdo sobre la devolución de la deuda que el país árabe mantenía con ella desde la etapa soviética. En síntesis, Rusia decidía cancelar el 73% de la deuda de 13.000 millones de dólares, el resto se devolvería bien en dólares, en moneda siria o participando en proyectos económicos conjuntos.Así fue como Rusia pasaba a convertirse en un socio privilegiado en el ámbito energético, especialmente en la explotación y mantenimiento de centrales hidráulicas y térmicas así como en la extracción de gas y petróleo en yacimientos o en el oleoducto Kirkuk-Baniyas. Ni qué decir tiene que este acuerdo fue duramente criticado por los EEUU, que si bien no logró que los rusos diesen marcha atrás sí logró que no se extendiese a la venta de armas, especialmente a los misiles Iskander-E, que pueden alcanzar cualquier parte del territorio israelí.Rusia daba una de cal y otra de arena, pero las bases ya estaban bien asentadas y le servía a Putin para expandir su política próximo-oriental a otros países en los que Siria juega un papel: Líbano, Palestina, Irán e incluso Irak.