Tras las elecciones municipales, el PSOE tuvo dudas de si apoyaba al candidato de Podemos, José María González, Kichi, o dejaba que la candidata del PP, Teófila Martínez, siguiera cuatro años más en el sillón de San Juan de Dios.
Tras las elecciones municipales, el PSOE tuvo dudas de si apoyaba al candidato de Podemos, José María González, Kichi, o dejaba que la candidata del PP, Teófila Martínez, siguiera cuatro años más en el sillón de San Juan de Dios.
Durante esos días, pese a las dudas que suscitaba Podemos en su versión de Izquierda Anticapitalista, la inmensa mayoría de los votantes socialistas de la ciudad se indignó ante la segunda posibilidad.
Al final, gracias al dejar hacer, dejar pasar (con todo el dolor de su corazón, dicho sea de paso) del PSOE de Susana Díaz, pero sobre todo por una llamada de Pedro Sánchez al secretario local de los socialistas gaditanos, Fran González, pidiéndole que votara a Kichi, Podemos gobierna la ciudad de Cádiz.
Con días mejores y días peores, con arrebatos de democracia asamblearia y tics autoritarios algo, a trancas y barrancas, el sol sale todas las mañanas en Cádiz. Y hay algo que nadie les puede negar a los podemitas: administran los dineros públicos con más sentido de la responsabilidad y de la justicia que el PP, que convirtió Cádiz en un gran escenario de autobombo y propaganda. Por no seguir ese camino, la mayoría de los medios de comunicación están tan sumamente críticos, y Kichi ha sacado los pies del tiesto. Normal.
Pero esa es otra película. Vamos a lo que vamos. Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas propiciaron acuerdos no escritos en la izquierda y fruto de ellos el PSOE y Podemos gobiernan donde gobiernan.
Sin embargo, las elecciones generales han arrojado unos resultados que truncan los acuerdos en la izquierda –y en la derecha-. Los nacionalistas catalanes y vascos tienen la sartén por el mango, y eso es lo que hay.
Por tanto, hacen falta acuerdos transversales que recorran el arco parlamentario para formar gobierno y evitar unas nuevas elecciones.
Autodescartados los nacionalistas por la deriva independentista y el PP por el tancredismo de Rajoy, una corrupción que apunta a septicemia y una incapacidad manifiesta para el diálogo en tiempos de acuerdos y consensos, el PSOE de Pedro Sánchez es objetivamente la única fuerza política que puede intentar esa operación transversal que necesita España como el comer.
Y, por pura lógica, sus potenciales socios de gobierno o de legislatura son Podemos y Ciudadanos, dos formaciones políticas que irrumpieron con manos limpias, formas muy democráticas y sin prejuicios.
Sin embargo, tras el primer intento a tres, el PSOE, que representa en teoría la vieja política, mantenía a duras penas encendida la llama de un posible acuerdo transversal, mientras que las dos formaciones políticas emergentes estaban empeñadas en olvidarse de las reformas en que coincidían para instalarse en reproches ideológicos y personales que conducían a la incompatibilidad.
Al final, en la mañana del viernes, Rivera, que se debió oler la ‘tostá’, rompió de facto las negociaciones al descalificar el documento de Podemos, que según el líder de Ciudadanos estaba elaborado para sacarlos a ellos de la negociación y dinamitarla.
Poco después Iglesias rompió la propia mesa al sacarse de la manga una consulta a la militancia más propia de un trilero que de un político hecho y derecho. Ni esperó que el PSOE le respondiera públicamente a su documento-trampa.
Además, si la pregunta que formuló el PSOE a su militancia era una autopista para el sí, las que planteará Podemos a los suyos son de república bananera, un insulto por duplicado a la inteligencia de su militancia.
Aunque ya solo caben unas nuevas elecciones, no estaría mal que, ayudados por un manual básico sobre historia de los partidos políticos (y su consolidación) en las democracias occidentales, reflexionaran sobre sus respectivas posiciones, aparcaran los postureos, la ‘carguitis’ y los ejercicios tácticos de salón y pactaran esas reformas que urgen para que España no se vaya al carajo definitivamente.
Si no lo hacen, aunque la rima sea chunga, Podemos y Ciudadanos tendrán que acostumbrarse a formar parte de ese dicho propio de protestas y ‘manifas’ que ubica al PSOE y al PP en la misma mierda.
En fin, cuando pudieron, estas criaturitas se dedicaron a mirarse el ombligo.
Y tanto ombliguismo, claro, se paga en las urnas.