La decisión de China de crear un Banco Asiático de Infraestructuras con un fondo inicial de 100.000 millones de dólares está empezando a dar sus frutos. Los responsables chinos afirman que al menos 35 países se unirán al nuevo marco financiero conjunto antes de la fecha límite establecida el 31 de marzo. El vice primer ministro Ígor Shuvalov anunció el día 28 que Rusia se une a la iniciativa china.
Podría convertirse en el hito que marcase el comienzo de una nueva aproximación, flexible y sofisticada, por parte de China para que participen activamente tanto los países en vías de desarrollo, que necesitan préstamos para estimular su economía, como las naciones industrializadas en busca de negocios lucrativos.
Era previsible la resistencia de los EE UU a que sus aliados tradicionales se unan a una estructura financiera liderada por China. Refleja la lógica de la aproximación de suma cero a la ascensión de China hacia el liderazgo global. También es indicativa de la lenta erosión de la preeminencia de los EE UU en las economía mundial. La pregunta del millón de dólares es cómo afectará esto a la posición y las perspectivas de Rusia. El sábado 28 de marzo el vice primer ministro Ígor Shuvalov declaró en un foro internacional en China que Rusia se unirá al proyecto. Según informa RIA Novosti, el político ruso dijo que Putin se ha mostrado a favor de participar en el proyecto.
Las recientes guerras de sanciones, los conflictos en diferentes partes del mundo, desde Oriente Medio a Hong Kong, aparejados a los intentos estadounidenses de aliviar los problemas económicos de sus propios ciudadanos alcanzando un acuerdo de comercio global con la UE, a expensas de los negocios y contribuyentes europeos, todo esto ha minado la credibilidad de las instituciones financieras internacionales.
Además, el Congreso de los EE UU ha impedido, sin mucha visión de futuro, que China y las economías emergentes tengan más capacidad de decisión en la dirección del Fondo Monetario Internacional. Esta oposición ha llevado a una contrarreacción, que ha resultado en el inesperado apoyo al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras de Pekín.
Sin embargo, la idea de unirse al banco chino ha desatado un aluvión de críticas por parte de los EE UU, creando así una brecha en la Alianza Transatlántica, y ha despertado, a partes iguales, esperanzas y miedos de echar a perder el Consenso de Washington. Como recordatorio, el Consenso de Washington representa un paquete de reformas obligatorias para países en vías de desarrollo o que pasen por dificultades económicas, elaboradas conjuntamente por instituciones con sede en Washington, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los EE UU.
El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura está diseñado específicamente para dar financiación para construir carreteras, vías férreas y proyectos energéticos. Por tanto, se presenta como una alternativa al Banco Mundial y otras instituciones financieras relacionadas con los EE UU. También competiría con un instituto de crédito similar de Japón, el Banco Asiático de Desarrollo (ADB), que solía ser el mayor prestamista para las naciones asiáticas.
Para evitar acusaciones de adoptar una postura demasiado controladora, al prestar dinero sin ofrecer transparencia, China prometió tomar en consideración diferentes opiniones e incluso ofreció a los participantes derecho de veto.
Los inteligentes movimientos de Pekín han creado confusión entre los partidarios incondicionales de los EE UU. Pero, finalmente, algunos de ellos rompieron filas y decidieron tomar ese tren, en apariencia por miedo de quedarse aislados. El Reino Unido, Alemania, Francia e Italia han solicitado unirse al gran banco chino. Este ostentoso acto de deserción enfureció a los EE UU. Sin embargo, puede haber diferentes interpretaciones para este cambio radical de postura.
En la actualidad, los mercados financieros están dominados por dos gigantes, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Ambos surgieron como fruto del sistema Bretton Woods de 1944, que estableció la superioridad del dólar estadounidense como el único denominador común en economía internacional. Esta primacía no había sido desafiada hasta hace poco, cuando los graduales cambios en la jerarquía de los poderes económicos provocaron guerras en el comercio y las divisas.
El dinero habla por sí mismo, y parece que pronto se echará a hablar con acento chino.