Opinión

El mundo a través de un perfil

Recientemente un usuario de Facebook encontró navegando or la web una foto personal de su familia en una fiesta de aniversario. Al principio no se explicaba cómo podía haber llegado hasta allí un documento fotográfico de su vida privada. Poco después cayó en la cuenta y “buceando” en Facebook localizó dicha foto en la página personal de una sobrina. En la foto podía verse a la familia, padres, hijos, primos, la casa y toda una serie de objetos a través de los cuales cualquiera podría deducir información sobre la vida privada de cualquiera. Este usuario se dio retiró las fotografías de la web hasta que se enteró de que todo el material que se subía a Facebook pasaba a ser propiedad de Facebook, y que aunque se borrase varias copias permanecían almacenadas en alguna parte. Hasta aquí “el caso”. Son ya muchas las ocasiones en las que se pueden leer denuncias de este tipo u ocasiones en las que se ha tenido que pasar por “incomodidades” como ésta. El debate salta, como no podía ser de otra manera, en torno a dónde están los límites de la privacidad y cuáles son los mecanismos que una compañía como Facebook implementa para asegurarla. Por otra parte no es difícil encontrar en Internet información sobre las fundadas sospechas de la utilización de Facebook por parte de los servicios de inteligencia norteamericano. Lo que, aún basadas en hechos, a veces deriva en conclusiones conspiratorias que no hacen sino desprestigiar cualquier debate en torno a esta cuestión. Sin embargo lo que verdaderamente tiene importancia es el papel que cumplen las llamadas redes sociales a la hora de crear climas de opinión hasta el punto de incidir políticamente. Y lo hacen de forma mucho más contundente que otros medios tradicionales que son parte histórica de los aparatos de propaganda y difusión cultural de referentes como “el atractivo del estilo de vida norteamericano” o las veleidades de la calidad de vida en los países nordeuropeos. No solo estamos hablando de la capacidad de monopolizar la opinión en un conflicto como la Guerra de Irak o la crisis, sino de ahondar en el control individual y, por lo tanto, colectivo sobre la sociedad. Tener a disposición de los principales centros de poder herramientas que permiten tomar decisiones y ejecutarlas política, diplomática, cultural, económica o militarmente de acuerdo a millones de perfiles entrecruzados con el aliciente cualitativo de toda una intrincada red de relaciones sociales virtuales que reproducen las reales. En este como en otros medios, las alternativas independientes y progresistas deben ser una constante. Deberían ser los gobiernos los que limitaran la violación de las libertades, no ya individuales, sino las colectivas, porque esta capacidad de control no busca otra cosa que el incidir en el rumbo de un país, como hemos visto en Colombia o en Irán recientemente. Mientras tanto Internet ha de ser, cada vez más, un medio de difusión de alternativas que aunen la respuesta. Ahora ante la crisis, o en la difusión de miles de pensamientos independientes frente al pensamiento único.

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