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El misterio de la cripta zamorana

Supe la verdad sobre el artículo 135 dentro de un hoyo. Primavera del 2012, diez o quince metros bajo tierra en la localidad zamorana de Benavante. En esa comarca se conservan pequeñas bodegas excavadas en la tierra arcillosa y un buen amigo me invitó a conocer la suya. Allí, en la cripta misteriosa, supe la verdad sobre el artículo 135. Desde aquel día veo la política española de otro modo.

Estábamos sentados alrededor de la mesa, con la chaqueta puesta, ya que ahí abajo hace frío. El periodista Mariano Guindal, uno de los hombres mejor informados de Madrid, no pudo resistir la tentación de preguntarle a José Enrique Serrano lo que entonces muy pocos sabían en España. “Oyes –Mariano, muy madrileño, suele interpelar en plural castizo–, ¿nos puedes confirmar que la famosa carta del Banco Central Europeo a José Luis Rodríguez Zapatero no pedía ninguna reforma de la Constitución?

Se hizo el silencio. Serrano carraspeó un poco y nos miró con unos ojos azules que suavizan y regalan ironía al rostro severo del único hombre en España que ha sido jefe de gabinete de dos presidentes del Gobierno: Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Fue sincero y nos confirmó que la carta del BCE remitida con fecha 5 de agosto del 2011 –aquel terrible agosto en el que el euro estuvo a punto de saltar por los aires-, no pedía la reforma de la Constitución española. Jean-Claude Trichet iba por otro camino. El presidente del BCE exigía al Gobierno socialista de Madrid un nuevo tajo en el gasto público y la urgente reforma del mercado laboral, para enviar un mensaje tranquilizador a los embravecidos mercados financieros.

La inmediata aplicación de aquellas dos medidas exigidas por la alta autoridad financiera europea significaba dinamitar el adelanto electoral que Zapatero había anunciado públicamente una semana antes, a finales de julio. En caso de incumplimiento flagrante de las exigencias de Frankfurt, España podía verse abocada a la intervención e incluso a la formación de un “gobierno técnico”, como meses después ocurriría en Italia. (En noviembre del 2011, poco antes de las elecciones legislativas españolas, Silvio Berlusconi, que también había recibido una carta del presidente del BCE en agosto, -de la que hizo caso omiso-, ‘descubrió’ que se había quedado sin mayoría del Senado, viéndose obligado a presentar la dimisión ante el Presidente de la República. Fue substituido por el tecnócrata Mario Monti al frente de un gobierno ‘técnico’, formado por ministros sin militancia de partido y apoyado en el Parlamento por los dos partidos principales. Allí comenzó el definitivo declive de un singular gobernante apodado ‘Il Cavaliere’).

ZP volvió a demostrar aquel mes de agosto que es un hombre de recursos tácticos. “El presidente recordó que Angela Merkel había sugerido meses atrás la conveniencia de que los países europeos inscribiesen en sus constituciones el respeto a la estabilidad presupuestaria y la prioridad del pago de la deuda y actuó en consecuencia, con el apoyo de Mariano Rajoy, que no podía negarse, puesto que él mismo había defendido esa medida. Aquella iniciativa nos daba una salida y evitaba el riesgo de un estallido social en otoño del 2011”, explicó Serrano, siempre con una tenue sonrisa.

El secreto de Benavente dejó de serlo en noviembre del 2013, ahora hace un año, cuando Zapatero publicó la carta del BCE como documento anexo del libro ‘El dilema’, en el que trata de justificar su gestión de la crisis económica. Hasta aquella fecha nadie había podido confirmar el alcance exacto de la misiva. La reforma exprés de la Constitución se hizo en menos de cinco semanas, a toda velocidad, sin debate social, y sin pedir siquiera un informe previo del Consejo de Estado. La Brigada Aranzadi, siempre tan atenta a los reglamentos, no dijo ni pío. El Estado de Derecho –pronúnciese en el Madrid oficial, con las sílabas bien separadas y masticadas: Es-ta-do-de-De-re-cho- es muy flexible en España, cuando conviene. Sólo cuando conviene. Tres años después ningún otro país europeo de nuestro entorno ha modificado su constitución para esculpir en mármol la estabilidad presupuestaria y proclamar como principio fundacional la prioridad del pago de la deuda. No lo ha hecho Portugal, pese a ser país formalmente intervenido. No lo ha hecho la orgullosa Francia. No lo ha hecho la inventiva Italia.

El artículo 135 ha reaparecido esta semana con la propuesta del nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, de corregir su contenido en términos soberanos. Sánchez quiere desdibujar la consigna ‘PPSOE’ con la que avanzan los partisanos de Podemos. El PSOE quiere enmendarse a sí mismo y Zapatero, visiblemente molesto, ha respondido a Sánchez con una sonrisa envenenada. El nuevo secretario general trabaja a contrarreloj para definir un perfil propio, antes de que lo embistan Susana Díaz y el grupo dirigente de Sevilla, cosa que va a ocurrir con toda seguridad.

Los tres acontecimientos políticos más relevantes de esta semana han sido el discurso de Artur Mar, proponiendo la inmolación de CiU en favor de un nuevo sujeto político áun por definir; el fúnebre plenario del Congreso sobre la corrupción, y el movimiento griego de las izquierdas hispánicas. El PSOE, necesitado de una ruptura con su reciente pasado, pone en cuestión el blindaje constitucional de la deuda y Podemos, deseoso de un futuro factible, modera su mensaje, sin renunciar a la denuncia de la deuda. Ambas opciones suman hoy mayoría en las encuestas. Atención Bruselas, atención Berlín: en España se comienza a apuntar al corazón de la política de austeridad.

Ello ayuda a explicar el mitin de Mariano Rajoy ayer en Barcelona, dirigido a toda España y no a los catalanes ‘terceristas’, deseosos de una perspectiva de pacto, que tendrán que esperar a que concluya el ciclo electoral. Mientras llueve ceniza sobre su cabeza, Rajoy lanza el siguiente mensaje: os gustaré más u os gustaré menos, pero yo soy el garante del orden. El líder del PP no busca en estos momentos solucionar el problema de Catalunya. Intentarlo le obligaría a emplear un lenguaje y efectuar unas propuestas que podrían perjudicarle en el resto de España. Se siente en peligro y necesita adversarios que ayuden a definir su posición. La lista soberanista unitaria de Artur Mas seguramente le fastidia, pero al final del día es un estímulo. Ayer no hizo ningún esfuerzo para obstaculizarla. Al contrario. Su principal objetivo ahora es evitar una gran debacle de la derecha en las elecciones municipales y regionales de mayo, salvar Madrid (ayuntamiento y comunidad), por encima de todo, y afianzarse ante el Directorio Europeo como garante del orden interior, mientras las izquierdas españolas, en fase de alta competición, empiezan a hablar en griego (declinación Syriza).

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