Las investigaciones de Ramón Cueto pueden contribuir a escribir otro guión y merecen el máximo apoyo social, no sea que alguien haga «cualquier cosa» para que no cruce el límite marcado por las grandes farmacéuticas sobre como deben ser enfocadas y tratadas las grandes enfermedades de nuestro tiempo.
Ha vuelto a ocurrir. Un grupo de investigadores suizos de la Escuela Politécnica Federal de Lausana ha conseguido que ratas con una lesión medular puedan volver a caminar. Tras semanas de un particular tratamiento, las ratas lograron subir escaleras. Unos resultados espectaculares, una muy buena noticia.
En Europa hay nada menos que 230.000 personas con lesiones medulares y cada año hay 10.000 nuevos casos que acaban en la silla de ruedas. Cada año son 1.200 casos nuevos en España. Actualmente la medicina ha alargado su esperanza de vida pero su calidad tiene severas limitaciones (dolor sórdido, úlceras de la piel, infecciones recurrentes de orina…). En 2020 será una de las cinco principales causas de incapacidad. Es innegable que cualquier paso que da la neurociencia moderna en este campo es un latido de esperanza para estos miles de lesionados medulares, tetra y parapléjicos. Sin embargo, la regeneración de la función medular no parece encontrar el camino a su resolución definitiva. ¿Es por falta de conocimiento? ¿Por falta de medios? No
El milagro
De todas las técnicas experimentadas sí ha habido una que ha merecido el término “milagro”. Ocurrió en el año 2.000, cuando una investigadora española empezó a demostrar una tesis revolucionaria: es posible regenerar la médula seccionada. El único final asumido para un lesionado medular es siempre la silla de ruedas. De ahí que las líneas principales de investigación apunten a sustituir con fármacos y estímulos eléctricos la función de la médula.
Este es el camino en el que han dado un paso más los investigadores suizos, quienes han aclarado que el resultado únicamente “podría abrir la puerta a nuevas formas de tratar a estos pacientes”. No se trata de una cura puesto que las condiciones que se dan en el caso humano son distintas a las reproducidas en el experimento. La sección de la médula de las ratas fue límpia, quirúrgica. En los lesionados humanos las médulas se suelen seccionar en traumatismos severos.
Tras la sección de su médula espinal, las ratas fueron sometidas a neurorehabilitación a base de estimulación electroquímica y el uso de un arnés robotizado. Se usaron fármacos que cumplieron la función de los neurotransmisores que coordinan los movimientos de los miembros inferiores y, unos 20 minutos después, estimularon la médula con unos electrodos. En el caso de los lesionados humanos la mayor parte de lesiones ocurrieron hace años.
Un hito histórico
En febrero de 2.000 un grupo de investigadores españoles culminó varios años de trabajo con la restauración de la capacidad de andar en ratas parapléjicas, que tenían la médula espinal seccionada. Encabezados por la investigadora Almudena Ramón Cueto, directora de la Unidad de Regeneración Neural en el Instituto de Biomedicina de Valencia del CSIC, habían conseguido ya en 1998 la regeneración parcial en ratas de los axones medulares, los “cables” de las neuronas que transmiten las órdenes del cerebro por la médula. Demostraron por primera vez que los axones tenían capacidad de crecer, de regenerarse. Hasta entonces se asumía que los axones medulares no tienen capacidad de regeneración. «Sí es posible regenerar la médula espinal seccionada»
Partiendo de este hallazgo, en el 2000 implantaron las células de la glía envolvente en el punto donde la médula de más de dos decenas de ratas estaba dañada y demostraron que eran capaces de regenerar la fibra nerviosa y recuperar las conexiones nerviosas. Consiguieron la mayor regeneración descrita nunca en mamíferos adultos. Las ratas recuperaron la movilidad y cierta sensibilidad. La imagen de las ratas escalando por la reja de sus jaulas dio la vuelta al mundo. En todos los casos el trasplante les permitió volver a subir rampas de hasta 90º de inclinación. Y lo más sorprendente, la financiación venía de un empresario del calzado de Elche que pretendía encontrar una cura para su hijo ingresado en el Hospital de Parapléjicos de Toledo.Grandes ventajas, grandes inconvenientes
Las ventajas de la aplicación de esta técnica en humanos son inmensas. El paciente es su propio donante (trasplante autólogo). Por tanto ni generan rechazo ni hay que modificarlas para introducirlas en la médula. Además, se trata de un tratamiento seguro. Se trata de células adultas, maduras y diferenciadas. Al no ser células madre no tenían el riesgo de desdiferenciarse y producir tumores. Hasta ochenta artículos científicos han avalado la técnica. Tras el éxito, el plan era ensayar la técnica en primates y después, siempre en función de los resultados obtenidos, en seres humanos. A partir de 2001 la investigadora contó con el respaldo de la Fundación Investigación para la Regeneración del Sistema Nervioso (IRSN), formada por los propios lesionados y sus familiares. Logró demostrar que las células eran óptimas para el trasplante en primates, tal como había ocurrido en los roedores. En 2011 ya se habían cumplido todos los pasos preclínicos y los criterios fijados internacionalmente para que la estrategia fuera experimentada en humanos. La fundación está dando los pasos para acelerar los ensayos clínicos. Sin embargo, que doce años después de aquel hito histórico, una investigación cuyos resultados podrían ser merecedores de un premio Nobel, esté en stand by no puede ser fruto de los mecanismo normales de la experimentación. Y la causa podría residir en la última de sus ventajas: la cura es rápida, barata y, tal como admite la doctora, “no admite patentes de fármacos”.«El límite lo marcan los intereses de las farmacéuticas»
Carrera de obstáculosLa investigación ha sido una auténtica carrera de obstáculos. Según publica recientemente Interviu “en mayo de 2006 Almudena Ramón inició un ensayo en un primate llamado Chiqui. Fue en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia. Al mono se le seccionó la médula para después trasplantarle células de su glía olfatoria. A la sexta semana se comprobó con exploración electrofisiológica que existía corriente o paso de una unidad motora a un músculo cuádriceps del mono. Luego comenzó a controlar la colocación de sus extremidades inferiores. Pero un día la doctora Ramón no pudo entrar más a su laboratorio, como denunció en una querella. Los responsables del centro ordenaron el sacrificio del mono alegando que estaba sufriendo por el experimento, algo que desmintió el equipo de Ramón. “Ni nos dieron muestras del mono para seguir el estudio ni tenemos constancia de que esté muerto”, dice Almudena Ramón. La Fundación IRSN también ha denunciado que el Instituto de Biomedicina de Valencia ha puesto trabas a esta línea de investigación. Paralelamente a estos contratiempos la industria farmacéutica financia ensayos para introducir fármacos en el crecimiento in vitro de las células de la glía o, en el caso de Zeltia, ha patentado un fármaco a base de células de glía envolvente olfatoria modificadas genéticamente. Al cruzar el límite
El cine nos ha puesto encima de la mesa la situación de callejón sin salida a la que se ven abocados los lesionados medulares. Películas como “Mar Adentro” sobre el caso de José Luis Sampedro, o “Million dollar baby” de Clint Eastwood nos enfrentan la realidad extrema en que la eutanasia aparece como la única salida posible. Otras como “Al cruzar el límite” nos muestra como un científico busca atajos en su investigación usando a vagabundos como cobayas humanas y usando la desesperación de los pacientes para que traguen con que el fin justifica los medios enfrentándoles a que él les puede volver a hacer andar. Las investigaciones de Ramón Cueto pueden contribuir a escribir otro guión y merecen el máximo apoyo social, no sea que alguien haga “cualquier cosa” para que no cruce el límite marcado por las grandes farmacéuticas sobre como deben ser enfocadas y tratadas las grandes enfermedades de nuestro tiempo.
Para saber más: www.firsn.com / www.migueljara.com