A pesar de haberse pegado el mayor batacazo electoral europeo después del descalabro de los dos grandes partidos griegos (Nueva Democracia y Pasok) en enero del 2015, Mariano Rajoy está logrando transmitir una tranquilidad pasmosa.
A pesar de haberse pegado el mayor batacazo electoral europeo después del descalabro de los dos grandes partidos griegos (Nueva Democracia y Pasok) en enero del 2015, Mariano Rajoy está logrando transmitir una tranquilidad pasmosa. Asombra la habilidad de este hombre para moldear el silencio en un país de gente chillona. Sólo José María Aznar le ha importunado estos días. Aznar, inefable, quisiera una retirada gradual de Rajoy, sin sucesión automática en favor de Soraya Sáenz de Santamaría.
El Partido Popular no ha entrado en barrena pese a perder 3,6 millones de votos y 63 diputados, y bajar hasta cerca del 10% en Catalunya y el País Vasco. Aunque muy erosionado, sigue siendo el Partido Alfa. Los profesionales de la mayor organización política de España saben que no es el momento de desestabilizar el barco. Ahora, no. Para eso ya existen los inenarrables barones del PSOE, que en menos de siete días han convertido a su secretario general, Pedro Sánchez, en el principal perdedor de las elecciones.
Desde el tiempo de los romanos en España gana el que más resiste. En España hay que ser rocoso y persistente. Hay que tener ganas de vencer y mucha capacidad de aguante. Proyectar fuerza. Este ha sido el gran error del PSOE esta semana: renunciar a la “voluntad de poder”.
Rajoy, maltrecho, tiene a su favor los deseos de estabilidad del Directorio Europeo, la enorme preocupación del empresariado, el cainismo del PSOE, el miedo de Ciudadanos a la repetición de las elecciones, el importante resultado de Podemos, las pocas ganas de Pablo Iglesias de ponerse a las órdenes de los socialistas, y la creciente ulceración de la Catalunya soberanista. Si logra que esos factores permanezcan alineados, puede acabar obteniendo la investidura para presidir un gobierno de minoría a la espera de la recomposición de los dos partidos hasta ahora principales.
Hermético y con mucha voluntad de poder, Rajoy ha decidido resistir. Ha comenzado a construir una empalizada alrededor de sus 122 diputados y la va a fortificar con el miedo de Ciudadanos a unas nuevas elecciones.