Energí­a fotovoltáica, una alternativa si hay voluntad

El imperio donde siempre se pone el sol

Sin duda, España dispone de unas condiciones naturales para ser ello si lo comparamos con nuestros vecinos. Poca nubosidad, baja humedad ambiental, el clima seco y la incidencia de los rayos solares dan a España unos valores de radiación directa envidiables. De media en España hay unas 2500 horas anuales de sol aseguradas, que van de las 1700 en el área cantábrica a los 3000 en ciertas zonas mediterráneas, del sur de Andalucí­a y Canarias. Pero lo mismo que en el Imperio se puso el sol y pasó finalmente a ser, a partir del siglo XVII, terreno de disputa de Francia e Inglaterra, la gran potencia solar también parece condenada a retroceder despedazada. Parece que España es un paí­s condenado a que el sol siempre se ponga.

Hierrentabilidad, pan para hoy Aunque España ha llegado a ocupar la segunda plaza del ranking de “potencias fotovoltaicas” superando a Japón y sólo detrás de Alemania, no significa que ese, el de convertirse en un líder mundial, fuera el proyecto llevado adelante por el gobierno de Zapatero, puesto que no ha sido un crecimiento basado en una gran inversión en investigación y desarrollo acompañando la producción de paneles sino en dotar a los productores unas condiciones de hiperrentabilidad que se han convertido ahora, en un coste inasumible para tener altas cuotas de energía solar. España se ha colocado entre las tres primeras potencias productoras de energía solar en 2007, tras unos años donde no se acababa de despegar, porque se establecieron desde el estado unas primas y subvenciones que garantizaban una alta tasa de ganancia para los capitales invertidos. Esas primas garantizaban 45 céntimos de euro por kilowatio producido y la compra por las empresas eléctricas de la producción, todo durante los 25 años, que se calcula que es la vida media de una instalación. En tanto la inversión inicial era amortizada en 10 años, eso dejaba quince años de ganancia neta. La famosa prima (de 45 céntimos por kW/h) se calculó con los datos de 2003, momento en el que el silicio, la materia prima para fabricar paneles, estaba muy caro. El precio de este material bajó después y así se generó una auténtica hiperrentabilidad. El boom solar Estas condiciones generaron la llegada de miles de nuevos inversionistas, capitales de todo tipo. Si bien la industria fotovoltaica española se venía desarrollando desde hacía más de 25 años con tecnología propia, especialmente en 2007, el crecimiento industrial fue asombroso, con un aumento en la inversión industrial y la puesta en marcha y el anuncio de numerosos proyectos, desde la producción del polisilicio de las placas hasta la instalación final y entrega de llaves en mano. Hace tan solo unos meses de los diez principales parques solares que se levantaron en el mundo nuevo fueron españoles. Las inversiones en este sector se incrementaron un 500% durante 2007. Se instalaron 435 MW de esta energía en España, un 408% más que el año anterior. El capital dedicado subió de los 107,8 millones en 2006 a más de 536 millones. Entre los inversionistas podemos encontrar familias propietarias de empresas de otros ramos como la familia propietaria de los laboratorios almirall hasta grandes emporios de la oligarquía española (como acciona) o alemanas (Solarworld AG), líderes absolutos a escala global. De este modo, la capacidad española de producción de paneles fotovoltaicos alcanzó los 347,3 MW al final de 2007, lo que supone albergar el 18% de la fabricación mundial y se consiguió que España superara ya en agosto del 2007 el objetivo fijado para 2010, 400 MW. La Unión Europea ha adoptado importantes decisiones sobre política energética, que cogen de bandera el ecologismo para poner en manos de monopolios eléctricos (y ahora solares) la producción de energía limpia. Desde este redil la UE establece como objetivo para el año 2010 que todos sus países miembros reduzcan al menos en un 15% las emisiones de gases causantes del efecto invernadero. También exige que el 12% de las fuentes energéticas de todos los estados sean renovables. Bajo el boom, la dependencia Para conseguir tales resultados, nuestro país cambió su condición de país exportador de tecnología solar a la contraria, se empezó a importar tecnología sobre todo alemana. En 2004, las exportaciones movieron 290,7 millones. Durante 2007, sólo se exportó por valor de 171 millones de euros. Mientras que las importaciones han pasado de 217 millones en 2004 hasta los 2.389 millones en 2007. En segundo lugar, lo que caracteriza el mercado solar español, a diferencia del alemán, es que se basa en inversiones a gran escala, no en instalaciones de pequeño tamaño en edificios urbanos o industriales sino en grandes campos de monocultivo de paneles solares. España es una zona privilegiada para realizar grandes extensiones de paneles solares. Sin embargo, en Alemania domina lo contrario. El estado garantiza a quienes producen energía en su propia casa que pueden venderla a precios fijos durante 20 años, lo cual ha permitido, sobre la base del dominio del sector por parte de monopolios como Siemens o SolarWorld (que recientemente ofreció a General Motors comprarle su división de Opel por 1000 millones de euros para reconvertir su producción a coches eléctricos y solares) un auge en la producción con la incorporación de miles de pequeños inversionistas. La instalación a pequeña escala tiene la importante ventaja de que se produce la energía en el mismo lugar de consumo y se eliminan tanto la dependencia energética como las pérdidas por el transporte, que suponen aproximadamente el 40% del total. El frenazo en seco 2009, tras la nueva legislación dictada por el Estado en septiembre pasado, se prevé un año de destrucción de capitales y empleo en el sector fotovoltaico. El crecimiento exponencial de la producción de energía solar ha sufrido, a partir de dicha nueva legislación, un frenazo brusco. Este frenazo, calificado por los representantes gubernamentales y de las empresas del sector, como un intento de regular y ordenar un crecimiento que se hacía insostenible, significa en realidad una aceleración de la concentración. Este hecho, sumada a la crisis financiera mundial hace que sólo las empresas del sector con más “músculo financiero”, es decir las grandes empresas que gestionan grandes extensiones de paneles, podrán sobrevivir a la reducción de primas y subvenciones hecho por el gobierno. Evitar una superproducción de capitales que pudiera generar un efecto similar al del auge de la construcción, y que el precio a pagar desde el erario público por disponer de una fuente limpia de energía fuera demasiado alto son los argumentos esgrimidos por el Ministerio de Industria de Sebastián. La propuesta de Real Decreto de septiembre pasado, que fija una reducción de primas cuando la potencia instalada supere los 1.200 megavatios (MW), responde a la necesidad de contar con un "mecanismo" que impida un excesivo desarrollo de centrales solares fotovoltaicas y evite que se reproduzca una burbuja especulativa. Sin embargo el resultado final es inevitablemente la desaparición de pequeños capitales y la concentración del sector en manos de los grandes. La nueva regulación del gobierno favorece, tal como denuncia la Asociación de la Industria Fotovoltáica (ASIF), a las grandes empresas (puesto que la prima de 31 céntimos para todo tipo de instalaciones no diferencia según su tamaño, con lo cual saldrán favorecidos los grandes huertos mayores de 120 hectáreas, auténticos monocultivos de paneles solares. Aunque se imponga un límite máximo de potencia por instalación, hecha la ley hecha la trampa. Las grandes empresas han creado diferentes sociedades para diferentes huertos adyacentes y así podían gestar grandes superficies y esquivar la ley. La solución propuesta es que se impida la creación de huertas solares de gran tamaño. Un desarrollo basado en instalaciones en viviendas, naves industriales, edificios comerciales o mobiliario urbano. Salidas Para permitir que la fotovoltaica siga desarrollándose en España y evitar unos 10.000 despidos por el parón del mercado, ASIF apuesta por bajar la retribución de todas las instalaciones de un 10% a un 15% y por impedir que se hagan huertas solares de gran tamaño. Se reconoce la necesidad de ajustar su crecimiento y se propone un modelo basado en plantas pequeñas, con un incremento anual de la potencia solar en torno al 20 por ciento que irá acompañado de una progresiva reducción del coste del kilovatio fotovoltaico, un 5 por ciento anual a partir de 2010, y que podría permitir alcanzar los 20.000 MW en 2020. Pero a estas medidas hay que añadir un plan de desarrollo tecnológico e investigación para abaratar los costes de dicha energía. El gobierno ha contribuido, con dinero público y la “vista gorda”, a crear un sector fotovoltáico potente, con capacidad de liderazgo mundial. Pero, ¿lo ha hecho con miras a ser el imperio del sol o ha puesto una jaula donde los canarios han ido a picotear sin saber que el cazo del alpiste se escondía la tarántula?

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