Desde comienzo de año en Argentina se desarrolla una crisis política interna cuyo resultado es el desgaste del gobierno Kirchner y el avance de las fuerzas de derechas aliadas al imperialismo. De agudizarse esta crisis política podría desembocar en una crisis de gobernabilidad con consecuencias de largo alcance para el país y la región.
No es casualidad que este vendaval olítico que sacude a la Casa Rosada haya cobrado fuerza tras la visita a Buenos Aires del adjunto de la Clinton para asuntos del hemisferio, donde se reunió con los líderes de la oposición y no con el gobierno. La nueva estrategia de Obama para el Cono Sur tiene en Argentina un objetivo estratégico cualitativo: desembarazarse de los Kirchner, de esta manera Washington no sólo eliminaría un aliado relativamente estable de la Venezuela de Chávez, a su vez conseguiría meter una cuña en Mercosur, afectando los intereses de Brasil. La crisis política que sacude al país se inicia hace unas semanas cuando para mostrar su voluntad de continuar pagando la deuda externa, el gobierno de Cristina Fernández decide crear un fondo especial con una porción de las reservas internacionales que atesora el Banco Central. Sin embargo, el titular del banco, Martín Redrado, se niega a poner en marcha ese mecanismo bajo el argumento que no tiene la aprobación del Congreso de la Nación. El viceministro de Economía sale al cruce de los cuestionamientos al uso de reservas para pago de deuda azuzando el debate. Las fuerzas más reaccionarias de la derecha hacen su aparición con el argumento de la defensa “patriótica” de las instituciones y la autonomía del Banco Central. Parte de la centroizquierda en ascenso también se suma al coro de la defensa de la autonomía del Banco Central. En pocos días nos encontramos ante una oposición de derecha cada vez más radicalizada ahora con mayoría en el poder legislativo encabezada por el vicepresidente de la República y que se extiende hacia los núcleos más reaccionarios del poder judicial y de las fuerzas de seguridad. Pero este problema de origen económico solo lo es en apariencia, ya que no se trata de un problema causado por la necesidad de pagar deuda externa ante una situación financiera difícil, por el contrario, el gobierno argentino tiene actualmente un importante superávit fiscal y la deuda externa representa actualmente cerca del 40 % del PIB interno contra un 80 % en 2003 cuando Néstor Kirchner asumió la Presidencia. Por tanto ¿Cuál es el origen de la crisis política en Argentina y qué busca? La dimensión “interna” Como en la mayoría de los asuntos políticos relevantes, las respuestas pueden empezar a buscarse en las consecuencias; debemos preguntarnos ¿quién se está beneficiando de este vendaval político? Al igual que en las movilizaciones agrarias del 2008, la coyuntura favorece a la reorganización de la derecha, quienes debido a su atomización no lograba seleccionar un liderazgo que englobara a todas sus fracciones. Gracias a la crisis interna han encontrado una “causa común”, obteniendo una gran fuerza para desestabilizar al actual gobierno. En el 2008 los sectores que se movilizaron en apoyo de la burguesía rural y contra el gobierno “izquierdista”, cuajó en la victoria electoral del oligarca Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires y de los políticos de derecha en las elecciones parlamentarias de 2009. ¿Hasta dónde puede llegar la actual crisis? Es pensable que si la derecha más rancia y pro hegemonista llega al gobierno nacional, algo que no se logra desde las primeras décadas del siglo pasado, no sólo se legitimaría sino que sería para ella un triunfo histórico difícil de revertir y de duras consecuencias no sólo para el país sino para toda la región. Los Kirchner fueron la salida de las clases dominantes argentinas tras el corralito y la profunda crisis de gobernabilidad en que se vio inmerso el país. Mediante un gobierno con claras medidas populistas que combina la demagogia y el clientelismo, los Kirchner han enriquecido a sectores de la burguesía argentina, han mantenido el status quo y al tiempo han tomado algunas medidas populares, siempre intentando mantener neutralizada la organización popular que demanda las profundas trasformaciones que el país requiere. A pesar de todo ello, el aspecto principal del gobierno Kirchner es el de formar parte del Frente Antihegemonista. Está presente en todas las decisiones estratégicas progresistas de la región (el avance de Mercosur, el apoyo a Bolivia y Venezuela contra los intentos de golpe de Estado, la condena al golpe en Honduras, una política energética en pro de la unidad regional, la nacionalización de los medios de comunicación, etc) Por todo ello, aunque la crisis del gobierno Kirchner se cocina a través de sus propias y múltiples debilidades internas, es impensable una crisis institucional de esta magnitud sin la intervención de Washington en el marco de su nueva ofensiva en el Cono Sur. Obama pisa fuerte en Argentina Desde la llegada de Barak Obama la Casa Blanca se muestra cada vez más activa en los asuntos internos de Argentina. El país austral es una pieza importante en la nueva estrategia Obama para la región de la que también forman parte el golpe de estado en Honduras, el despliegue de la Cuarta Flota, las bases militares en Colombia, la reactivación de su aparato de inteligencia (CIA, DEA, etc.) y la consiguiente expansión de operaciones conspirativas. En este punto es muy interesante la lúcida valoración del columnista argentino Jorge Beinstein en “El pantano argentino”, sobre el origen y posible desarrollo de la crisis de gobernabilidad en su país: “La caída o degradación integral del gobierno kirchnerista sería para los norteamericanos una muy buena noticia, debilitaría a Brasil, reduciría el espacio político de Venezuela, Ecuador y Bolivia”. Aunque esta caída, afirma el economista argentino, no se llevaría adelante mediante una intervención militar directa “Si evaluamos la trayectoria en los dos últimos años de la confrontación entre una derecha, cada vez más audaz y agresiva, y un gobierno, crecientemente acorralado, no es difícil imaginar un escenario próximo de “golpe de estado”, no siguiendo los viejos esquemas de las intervenciones militares directas, ni siquiera pensando en una réplica del caso hondureño (golpe militar con fachada civil) sino más bien en un abanico de alternativas novedosas donde se combinarían factores tales como la manipulación de mecanismos judiciales, el empleo arrollador del arma mediática, la utilización de instrumentos parlamentarios, la movilización de sectores sociales reaccionarios (cuya amplitud es una incógnita fuerte) incluyendo acciones violentas de grupos civiles dirigidos desde estructuras de seguridad policiales o militares. En este último caso, deberíamos tomar en consideración las posibles intervenciones del aparato de inteligencia norteamericano que dispone actualmente de un importante know how en materia de golpes civiles, como las llamadas revoluciones coloridas o blandas, algunas exitosas como la “naranja” en Ucrania (2004), la que derrocó a Milosevic (Yugoslavia 2000), la de “las rosas” (Georgia 2003), la de “los tulipanes” (Kirguistán 2005), la “del cedro” (Líbano 2005) y otras fracasadas como la “revolución blanca” (Bielorrusia 2006), la “verde” (Irán 2009) o la “revolución twitter” (Moldavia 2009).” Habrá que seguir atentamente los acontecimientos del país austral, Washington está haciendo grandes esfuerzos por reconfigurar el mapa del Cono Sur a favor de sus intereses.