A propósito de Ágora (1)

El hundimiento del mundo antiguo, ¿fe contra razón?

Son múltiples los asuntos del máximo interés que pone sobre la mesa el reciente estreno de Ágora, la última pelí­cula de Amenábar. Más allá de la propia valoración del film, cuya reseña viene en páginas anteriores, el mismo contexto histórico en que está situado, en el momento crucial en el que todo un mundo con más de cuatro milenios de existencia, el Mundo Antiguo, está viniéndose abajo para ser reemplazado no se sabe muy bien todaví­a por qué, invita a reflexionar sobre ellos. Aunque sólo sea por la visión, en ocasiones polémica, en ocasiones distorsionada, que la pelí­cula ofrece sobre algunos de los más importantes.

En uno de sus lanos ideológicos, la película de Amenábar está atravesada por una contradicción constante que la recorre de principio a fin, constituyéndose de esta forma como uno de los hilos argumentales que trazan su trama de fondo. La contradicción, en el límite antagónica, entre fe y razón. Tema que ha ocupado desde San Agustín hasta los enciclopedistas franceses, pasando los teólogos medievales españoles.En Ágora aparecen, de un lado, los miembros de la biblioteca de Alejandría, la elite intelectual de la aristocracia esclavista, educados en el pensamiento filosófico y científico de la Grecia clásica, escépticos ante los viejos dioses paganos e imbuidos de la creencia de que sólo la razón es capaz de explicar (y por lo tanto mover) el mundo. Del otro, las masas de esclavos que han encontrado en una nueva religión monoteísta –el cristianismo– la promesa de su redención de siglos de esclavitud, opresión y humillaciones. Y que levantan la fuerza de su fe ciega en ella como el arma más poderosa con la que arremeter –tras siglos de infructuosos levantamientos de esclavos brutalmente aplastados– contra la sociedad y el mundo de sus opresores.De este modo, la contraposición entre razón y fe, entre ciencia y religión, entre conocimiento y superchería que aparece en primer plano de la trama argumental, está sin embargo recorrida por la contradicción de fondo, una contradicción de clase, entre el viejo mundo que los esclavistas desean mantener a toda costa –incluso haciéndose cristianos en las formas y renegando de unos viejos dioses en lo que ya no creen– y las ansias de los esclavos por acabar furiosamente con ese mundo, aunque sea abrazando unas creencias que exigen otro tipo de sumisión y arrasando, para imponer su fe ciega, con todo el conocimiento y la sabiduría acumuladas durante los siglos de esplendor del Mundo Antiguo.¿Pero fue esto realmente así? La historia eurocéntrica La conclusión última a la que remiten las escenas finales de la película, es que con la muerte de Hipatia, la derrota de Orestes a manos del obispo Cirilo y la destrucción de la biblioteca de Alejandría, el fin del Mundo Antiguo va a suponer también, en el terreno de la ciencia y los conocimientos, una regresión histórica de la que el mundo tardaría más de 1.000 años en recuperarse, cuando tras el Renacimiento y el rescate de la ciencia y la filosofía griegas, Europa inicia el camino que llevará a la Ilustración y el pensamiento moderno.Esta es, sin embargo, una visión completamente parcial, subjetiva y distorsionada de la realidad del mundo que emerge, o está a punto de emerger, con la caída del Imperio Romano. Una visión deformada por una especie de eurocentrismo, que considera a Europa (con el añadido, en nuestros días, de EEUU como principal heredero de la civilización europea) como el centro inexcusable de la civilización mundial. Lo que no existe para Europa, desde esta visión, no tiene existencia en el mundo.Lo que va a ocurrir durante los siglos que suceden a los hechos, rigurosamente históricos, que trata Ágora, es que si bien Europa Occidental, con la invasión de los bárbaros, efectivamente quedará sumida durante siglos en el atraso, la ignorancia y el oscurantismo, esos saberes acumulados durante milenios no permanecerán en el olvido para el resto de la humanidad. Muy al contrario, no sólo serán asimilados por el mundo islámico, sino que éste se nutrirá de ellos para desarrollar nuevos conocimientos sin los cuales hubiera sido impensable en resurgir de la ciencia y la filosofía en Europa a partir del siglo XV. Desde Oriente hacia Occidente “Sin duda, ya no se puede hablar hoy día sobre la ‘oscura Edad Media’, más bien hay que tener en cuenta que paralelamente a una Europa que languidecía en la miseria y la decadencia, existía la resplandeciente civilización de la España musulmana”. (D. Claudio Sánchez Albornoz) Es de todos conocido el papel desempeñada por la herencia griega en el desarrollo del pensamiento musulmán y en la formación de la filosofía árabe.Si bien los antiguos saberes griegos desaparecieron de Europa Occidental conforme se fue desmoronando el Imperio Romano, ese conocimiento, por fortuna, quedó atesorado en diversos centros musulmanes, donde fue traducido desde los originales griegos o sus traducciones siríacas al árabe. Desde Damasco o Bagdad, entre otros lugares, esa herencia fue difundida y transmitida finalmente a Occidente, de forma que buena parte del Renacimiento italiano, y posteriormente europeo, no sería explicable sin aquella mediación.Primero con los califas Omeyas, y posteriormente con los Abasíes, en una época en la que el resto de Europa estaba sumergida en la barbarie más oscura, Bagdad en el Oriente y Córdoba en el Occidente, se convierten en los centros de civilización que van a iluminar al mundo con su brillante esplendor durante siglos.Heredero del tesoro científico y filosófico de los griegos, el islam va a dominar medio mundo durante 500 años no sólo con la fuerza del poder militar y su organización política superior, sino también con su sabiduría y superior civilización. Desde la Casa de la Sabiduría de Bagdad hasta la Escuela de Traductores de Toledo, el mundo musulmán va a ser el encargado de transmitir todo el legado filosófico y científico del Mundo Antiguo, después de enriquecerlo, a Europa Occidental. Gracias a esa brillante labor en el terreno del pensamiento, el Islam amplió enormemente el horizonte intelectual de la Edad Media y pudo dejar una profunda huella sobre la vida y el pensamiento europeo.Simplemente, lo que para Europa Occidental desapareció durante siglos, fue recogido, enriquecido y transmitido, primero por Bizancio, posteriormente por el mundo musulmán. Ignorarlo o considerar que durante 1.000 años ese legado de conocimientos permaneció sepultado hasta que los europeos de los siglos XV y XVI vinieron a rehabilitarlo es, sencillamente, ignorar o despreciar a las 4/5 partes de la humanidad. En contra de los que da a entender la película, Hipatia de Alejandría, gran astrónoma, tuvo sus continuadores directos en los grandes astrónomos y matemáticos árabes, encargados de desarrollar y elevar a un nivel superior el sistema cósmico ptolomeico. Fueron éstos, con sus cada vez más simples y elegante formulaciones matemáticas para explicar el movimiento de los planetas errantes, los que pusieron a Copérnico en la pista de formular su revolucionaria hipótesis del sol como centro del movimiento de los cuerpos celestes. Sin ellos, ni Galileo ni Kepler hubieran dispuesto de las herramientas y de la acumulación de conocimientos necesarios para levantar una nueva visión del universo, el sistema heliocéntrico, frente a aquel.La fundación, a finales del siglo VIII, del Bayt al-Hikma (la Casa del Saber o de la Sabiduría) en Bagdad, a la que inmediatamente después se sumará la Universidad del Califato Omeya de Córdoba, son, sin duda, dos de los acontecimientos más destacados de la Edad Media. Más de dos siglos antes de que la primera Universidad europea cristiana, que pueda considerarse como tal, se cree en Bolonia en 1088, el mundo musulmán es un verdadero hervidero de instituciones académicas.Es prácticamente imposible valorar la importancia del papel desempeñado por estas instituciones, que eran una combinación de Academia, Biblioteca y Centro de Traducción, en la transmisión del legado de las antiguas civilizaciones al mundo occidental.La Casa de la Sabiduría de Bagdad, compuesta por eruditos cristianos, judíos y árabes, se ocupó principalmente del "saber extranjero”: ciencia y filosofía griegas, las obras de Galeno, Hipócrates, Platón, Aristóteles y de comentaristas como Alejandro de Afrodis, Themistenes, Juan Filoponos, etc. Se ha dicho de ella que, en pleno siglo VIII, el Bayt al-Hikma de Bagdad supuso, “en cierto modo, una invasión intelectual que culminó en una especie de embriaguez científica y literaria entre doctos”.Desde Bagdad y Damasco, esta “especie de embriaguez científica y literaria” se va trasladando hacia occidente, a medida que el poder político y militar musulmán se expande en esa dirección. Aunque no sólo en ella. También la India, el Asia central o China recibirán los influjos del saber del Mundo Antiguo a través de la expansión musulmana. Innovando el saber griego Pero la cultura musulmana no se limitó exclusivamente a salvaguardar el conocimiento del Mundo Antiguo, guardándolo con cuidado y transmitiéndolo posteriormente intacto a las siguientes generaciones, aunque sólo por esto, el servicio prestado a la humanidad hubiese sido, en sí mismo, inestimable. Sin embargo no se conformaron con esto. Los sabios, científicos y filósofos de la Escuela de Bagdad, herederos del espíritu, de la tradición y de la pasión por el saber de la Escuela de Alejandría, ampliaron y enriquecieron el conocimiento legado por la antigüedad, haciendo numerosos y originales desarrollos en todas las ramas de la ciencia, con numerosos descubrimientos en las artes aplicadas y, sobre todo, ideando nuevos métodos de investigación que iban a resultar, a la postre, decisivos en el desarrollo de la ciencia moderna.Una de las características esenciales de la Escuela de Bagdad, fue el espíritu verdaderamente científico que dominó todo su trabajo: proceder de lo conocido a lo desconocido; observar con exactitud los fenómenos para deducir las causas por los efectos, aceptar como hecho solo lo que había sido demostrado empíricamente; estos fueron los nuevos preceptos enseñados por los maestros. Los árabes del siglo IX ya poseían este valioso método científico de proceder a una amplia acumulación de conocimientos empíricos ciertos como base desde la que desarrollar las hipótesis teóricas. Método que, muchos años después, en manos de los científicos modernos, iba a ser el instrumento con el que realizarán sus grandes descubrimientos.Concentrando su pensamiento en estos conocimientos empíricos concretos, los sabios musulmanes pudieron aportar a la ciencia el método de investigación que sus predecesores griegos o alejandrinos, dominados de forma casi exclusiva por la elaboración teórica y el pensamiento abstracto, fueron incapaces de concebir. Puede decirse, en ese sentido, que fueron los responsables de proporcionar “el segundo pie” necesario para que la ciencia moderna pudiera desarrollarse.Todo este inmenso legado que, desde Alejandría pasando por Bizancio y el mundo musulmán, se convertirá en el punto de arranque del moderno pensamiento occidental, tuvo, además, su punto de interconexión y transferencia en nuestro país entre los siglos XII y XIV. Tema del que nos ocuparemos en la próxima entrega. El influjo griego en los árabes y sus antagonistas En la universidad de Bagdad, la Bayt al-Hikma, donde Al-Khwariz-mi trabajó bajo el patrocinio del Califa Al-Ma’a-mun (813-33), floreció también un antiguo compañero suyo, Al-Hajjaj ibn Yu-suf ibn Matar. Este era el jefe de la corriente favorable a la recepción de la ciencia griega por parte de los árabes. Dedicó toda su vida a traducir al árabe las obras griegas. Aún en el califato de Harun al-Rashid (786-809), Al-Hajjaj había traducido Los Elementos de Euclides (…). Posteriormente (829-830), tradujo el Almagesto. Ahora bien, Al-Khwarizmi nunca menciona a su colega y ni siquiera sus obras. Euclides y su Geometría, aunque disponibles por la buena traducción de su compañero, son de todo ignorados por Al-Khwarizmi, cuando él escribe sobre Geometría. Y en el “Prefacio” de su Álgebra, Al-Khwarizmi claramente enfatiza su propósito de escribir un tratado popular que, al contrario de las matemáticas teóricas griegas, sirva a fines prácticos del pueblo en sus negocios de herencias y legados, en sus asuntos jurídicos, comerciales, de explotación de la tierra y de excavación de canales. Al-Khwarizmi es todo lo contrario de un discípulo de los griegos: es el adversario de Al-Hajjaj y de la escuela griega. Él es el representante de las ciencias populares nativas. En la Academia de Bagdad, Al-Khwarizmi representa una reacción en contra de la introducción de las matemáticas griegas. Su Álgebra produce una impresión de protesta contra la traducción de Euclides y contra toda la tendencia de acogida de las ciencias griegas(Solomon Gandz. Introducción al capítulo ‘Mensuración’ del Al-Kitab, libro fundador del Álgebra)

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