SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El hundimiento de la legislatura

La expresión más cabal de la ramplonería política del Gobierno la encarnó ayer su presidente. Pese al carácter “dramático” de la EPA y la presentación -si bien muy parcial- del nuevo cuadro macroeconómico y del Plan Nacional de Reformas, Mariano Rajoy no se dignó comparecer ante la opinión pública. La vicepresidenta remitió su presencia a una futura sesión parlamentaria todavía sin fecha. Desde que el jefe del Ejecutivo declarase “quien me ha impedido cumplir mi programa ha sido la realidad” (ABC de 2 de septiembre de 2012), y sostuviese que “incumplía sus compromisos pero no su deber”, parece sentirse libre de todo control interno -la oposición parlamentaria en España no existe- y sólo vinculado por los ucase de la troika. De ahí que no reparase -a fin de cuenta Rajoy carece de capacidad de empatía y dispone de una habilidad analítica bastante tosca y rutinaria- que ayer se le hundió la legislatura.

El naufragio que se produjo entre el jueves y ayer viernes no tiene que ver sólo con una EPA que sitúa el desempleo en más del 27% (y sobre la que recayeron términos tales como “vergonzosa”, “fracaso”, “inasumible” o “intolerable”), tampoco con el hecho incontestable de que en España la economía sumergida alcance más del 25% del PIB, ni siquiera con la constatación de una brutal crisis fiscal del Estado cuyo aparato recaudatorio sólo logra captar el 36,4% del PIB pese al aumento de la presión fiscal (IVA, IRPF, Sociedades…) y nos sitúa a la cola de Europa (por delante de Irlanda, pero por detrás de Grecia); ni tiene enteramente que ver con que -como consecuencia de lo anterior- el endeudamiento público alcance este año cerca del billón de euros, casi el 100% del PIB.

Además de por todo lo anterior, el naufragio del paquebote popular se ha producido por la combinación de tres factores: la quiebra de la fiabilidad política del Gobierno y del PP -todo lo que se ha prometido se ha incumplido-, la comprobación de su escasa competencia técnica en materia económico-social y en la gestión de los interés de España en la Unión Europea y la ausencia de un discurso político que, además de cubrir los frentes mencionados, ofreciese respuesta a la crisis institucional, al fenómeno de la corrupción y a la precarización del modelo territorial a raíz de la apuesta independentista en Cataluña.

El Gobierno anunció ayer que al final de su mandato los niveles de desempleo estarán en el 25%, que hasta 2016 no se logrará un déficit del 3%, que durante 2014 permanecerán los incrementos de tipo del IRPF después de haber prometido que el 31 de diciembre de este año revertirían, lo que se aplaza a 2015 (año electoral)… es decir que el cuadro macroeconómico no sólo se ha caído para el ejercicio actual, sino hasta 2016, fuera de los límites de la actual legislatura.Pero con la muy razonable duda de que a tales pronósticos les suceda como a los anteriores: que fallen como una escopeta de feria.

Llama la atención, además, que ministros tan supuestamente cualificados como algunos de los que se sientan en el Consejo no hayan acertado ni por aproximación en ninguna de las variables macroeconómicas esenciales: ni en el paro, ni en el déficit, ni en el nivel de endeudamiento. Y por si fuera poco, el Gabinete vuelve a hacer lo que ya le fragilizó al inicio de la legislatura: lo contrario de lo que prometió. Porque ayer sí hubo un claro anuncio de aumento de impuestos contra lo que afirmó el mismísimo presidente. Efectivamente: las empresas pagarán más por Sociedades; los bancos por su pasivo en depósitos y los ciudadanos por el incremento de algunos impuestos especiales y medioambientales.

La ausencia de discurso político -el Gobierno sólo se refiere a magnitudes macroeconómicas y a normas legales o reglamentarias- está, además, haciendo estragos. La ciudadanía se encuentra, de un lado, desmoralizada y, de otro, se ha tornado eurófoba. La desmoralización ha de entenderse en un doble sentido: de una parte, resignada, afligida y desesperanzada; de otra, ayuna de criterio cívico ante un Gobierno ineficaz en la recaudación, parsimonioso en la lucha contra el fraude fiscal y desentendido en la adopción de medidas ejemplares para combatir la corrupción que anida tanto en sus filas como en la de otros partidos. Eso de “hacer laica la virtud e inyectar en nuestra raza la moralidad social” que pedía Ortega, no parece concernirle al Gobierno del PP, que ya cometió el irreversible error moral de aprobar con resultados fallidos una amnistía fiscal.

Pero es que además, este Gabinete y este PP, han convertido un país calificado por Octavio Paz en carta a Enrique Krauze el 21 de junio de 1989 como de “exaltada euroforia”, según el texto que recoge Juan Pedro Quiñonero en su opúsculo titulado España, una temporada en el infierno, en otro eurófobo en el que es posible sin escándalo que para ilustrar la catastrófica EPA del jueves un periódico de difusión nacional de ideología conservadora recurra a una enorme fotografía en portada de la canciller Angela Merkel. Responsable de un Estado en el que cada vez más de sus nacionales observan España, según el barómetro del Instituto Elcano, como un país “poco trabajador”, “débil” y “corrupto”

Si algunas de las excelencias del Gobierno del PP las notarán los ciudadanos españoles allá por 2016, y teniendo en cuenta que la fiabilidad de su presidente y de sus ministros no dispone ya ni del beneficio de la duda, es muy posible que Rajoy esté para entonces como Rodríguez Zapatero y el PP como el PSOE y en España se haya instalado un multipartidismo que carecerá de un Napolitano para cohesionarlo a la vista de la autorictas de la que goza la Jefatura del Estado. En definitiva, hundida la legislatura, la única razón por la que este Gobierno permanece con respiración asistida se debe a que a Bruselas le interesa la mayoría absoluta popular y porque España se ha quedado a solas consigo misma, abandonada por las élites políticas (extractivas), apoyada en sus muchos siglos de ser y estar, a pesar de los pesares y curada de espantos y decepciones.

Deja una respuesta