Gorka Aguirre, responsable de los "servicios exteriores"

El hombre que sabí­a demasiado

El fallecimiento de Gorka Aguirre, histórico dirigente peneuvista, ha sido recogido en pequeñas reseñas por los medios de comunicación. Sin embargo, el personaje merece un amplio reportaje. Gorka Aguirre saltó a conocimiento público cuando apareció implicado, como intermediario del pago de la extorsión terrorista, en la red de financiación de ETA. Antes habí­a sido uno de los principales muñidores del pacto con ETA en Lizarra. Pero, sobre todo, ostentó durante treinta años la presidencia de los «servicios exteriores» del PNV, eufemismo que esconde un auténtico servicio de inteligencia y espionaje al servicio del nacionalismo étnico.

Algo más que un intermediario con ETA

Sobrino del primer lehendakari José Antonio Aguirrey yerno del ex consejero de Interior Luis María Retolaza, Gorka Aguirre formaba parte de uno de los clanes familiares más influyentes del nacionalismo vasco.

Su biografía es expresión de las profusas relaciones entre la línea nazifascista encabezada por los Arzallus e Ibarretxe y el terrorismo de ETA Todavía bajo el franquismo, Aguirre construyó en Bélgica y Francia sus contactos con la dirección de ETA. Como reconoce Iñaki Anasagasti, senador peneuvista, «Aguirre conoció en San Juan de Luz [centro de la recaudación de la extorsión etarra] a muchos dirigentes de aquella primera ETA, que se reunían en el bar Etxabe». Indisolublemente vinculado a la figura de Xabier Arzalluz, al que Aguirre asesoraba en los contactos con el mundo de ETA. Se decía que Aguirre «conocía a la dirección de ETA mejor que los propios pistoleros de los comandos». Y se demostró en 1993, cuando tras el asesinato de un sargento de la ertzaintza, Aguirre desvelo en una carta abierta que «Mikel Antza» era el jefe del aparato político de ETA, circunstancia que ignoraban la policía y la guardia civil. Miembro del Euskadi Buru Batzar durante veinte años, Aguirre formó parte del más alto staff de dirección de la línea nazifascista en el PNV. Dirigiendo en secreto, junto a Arzallus, Eguibar e Ibarretxe, las conversaciones con ETA que concluyeron en el Pacto de Lizarra.

La investigación de la red de recaudación de la extorsión etarra con centro en el bar Faisán de Irún, donde se recogía el dinero en metálico para trasladarlo a Francia, tropezó, como no podía ser de otra manera con Gorka Aguirre. El auto judicial de Grande Marlaska precisa que Aguirre «ha desarrollado funciones de intermediación entre la organización terrorista ETA, en concreto su aparato de extorsión (GEZI) y empresarios, bien afiliados al PNV, bien relacionados de una u otra manera con el citado partido político (…) contactaba con el conjunto de miembros de la red de extorsión, más asiduamente con Joseba Elosua Urbieta de quien recibía tanto los listados de empresarios extorsionados, como incluso las cartas de extorsión, negociando posteriormente, llegando incluso a entregar dinero con destino final a las arcas de la banda armada». Asimismo, Aguirre avisó a Elosua de las matrículas de los coches policiales que lo investigaban. Información que es lógico pensar que Aguirre la obtuviera haciendo u uso espurio de las competencias de la ertzaintza en la lucha antiterrorista. El rastro dejado por Gorka Aguirre es la mejor prueba de la íntima relación de la camarilla nazifascista del PNV con ETA, amparándola, facilitando su financiación, utilizándola como el brazo armado que impone el terror necesario para imponer a la sociedad vasca sus delirantes planes étnicos. Los «servicios exteriores» del PNV Pero, con no ser precisamente poco todo lo anterior, la significación de Gorka Aguirre le viene de haber dirigido durante veinte años los «servicios exteriores» del PNV. Bajo este nombre se esconde un auténtico servicio de inteligencia y espionaje al servicio del avance del nacionalismo étnico y la disgregación. La historia de estos «servicios exteriores» es la de los intentos de la camarilla más etnicista por forzar la independencia de Euskadi con ayuda de una potencia extranjera, a la que no tenían reparos en ofrecerle Euskadi en bandeja de plata. Fueron fundados por el lehendakari José Antonio Aguirre, abuelo de Gorka Aguirre, cuando el PNV accedió a poseer un régimen propio que controlar. Su primera misión, nada gloriosa, fue la de negociar la rendición del Ejército del Norte republicano y la entrega de Santander a los italianos. Destacados dirigentes peneuvistas se entrevistaron en Roma con el conde Ciano. José María Lasarte, diputado del PNV, recibió instrucciones de Ajuriagerra, presidente del Euskadi Buru Batzar, para negociar la rendición: «Vaya usted a Roma y hable con el Duce, indicándole el problema actual en la forma en que se le ha indicado a Domingo Lasarte. Además, usted debe plantear el problema vasco en toda su amplitud: 1. Qué es Euzkadí. 2. Los vascos no son españoles. 3. Por qué los vascos están en la guerra. 4. Actuación de los vascos con gran civilidad en esta guerra, únicos en los dos bandos… Más tarde, los servicios exteriores del PNV trasladaron al lehendakari Aguirre a Berlín, para intentar encontrar un lugar para una Euskadi independiente en el «nuevo orden» nazi. La carta que Aguirre quería entregar a Hitler decía: «Creemos en el talento político del Führer (…) esperamos que en el nuevo orden a establecer en Europa y particularmente en España, el problema vasco será tenido en cuenta (…) el problema vasco está íntimamente ligado al problema racial alemán y por lo tanto es lógico y natural esperar que el Fürher lo acoja y lo resuelva». Cuando la derrota nazi era ya segura, Manuel Irujo, jefe de los «servicios exteriores» viajó a Londres para ofrecer al Foreign Office colaboración a cambio de «resolver el problema vasco». Entronizada la superpotencia yanqui, la red etnicista se puso al servicio de Washington. Apoyándose en los centros regionales vascos de Iberoamérica, el PNV crea una amplia red de espionaje en Iberoamérica que pondrá al servicio de la CIA, a cambio de que EEUU permita la presencia de un observador permanente del gobierno vasco en la ONU. En los momentos álgidos de la Guerra Fría, el servicio de espionaje del PNV se dedicará a delatar a la CIA a cualquier comunista o revolucionario. Mucho más cercano en el tiempo es el papel jugado por los «servicios exteriores» del PNV en la última ofensiva disgregadora, impulsada desde que Ibarretxe accedió a la lehendakaritza. Cuando Arzallus toma la dirección del PNV, trae consigo un «consejero» muy especial: Hans Josef Hochem, un abogado y agente del servicio de inteligencia alemán, que tiene un despacho en la última planta de Sabin Etxea, sede del PNV, desde donde dirige la reorganización de los «servicios exteriores» que presidirá Gorka Aguirre durante los siguientes 20 años. Arzallus (que ya había planteado a ETA en sus conversaciones secretas, de las que Aguirre fue uno de los muñidores, que «tengo el respaldo de al CSU bávara para una independencia al estilo Lituania para el 2002» ) expuso el plan con claridad en 1992: «Vamos hacia un IV Reich, aunque no como sucesor del de Hitler, sino como continuación del Iº Reich. (…) Al final veo una Europa de los Pueblos con inspiración germánica, con los actuales Estados superados, y entonces, digo yo, el vasco y el catalán no tendrán que ser inquilinos de nadie en esa Europa del futuro». Resulta imposible no ver la mano de Aguirre y sus «servicios exteriores» en este nuevo intento –y ya van…- de la camarilla nazifascista del PNV por intentar forzar la disgregación de España entregándose en los brazos de una potencia extranjera.

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