La conexión entre las élites del procés y los centros de poder globales

El hilo desde Waterloo a Washington

Internacionalización es la palabra fetiche de las élites del procés. Desde Pujol a Mas o Puigdemont, han invertido millones de dinero público en “acción exterior”, afirmando que “frente al inmovilismo del gobierno y el Estado español es necesario tejer complicidades internacionales”.

Se han esforzado en buscar “padrinos globales” que den cobertura a sus planes de ruptura. ¿Los han encontrado? Los hechos de la intervención de centros de poder internacionales en el “caso catalán”, presentado como un “asunto doméstico”, sigue siendo un aspecto cuidadosamente ocultado en la política española.

La constitución de un nuevo Estado -y más cuando afecta a España, uno de los Estados claves de Europa Occidental- está en el centro de las relaciones internacionales, se trata en definitiva de relaciones de poder. Y necesariamente debe contar con la participación activa de los principales centros de poder mundiales.

Para desgajar un país que es la cuarta economía de la zona euro, las élites del procés necesitan contar con el apoyo, abierto o encubierto, de centros internacionales más poderosos.

Abrimos un serial donde, apoyándonos en el trabajo desarrollado por varios investigadores y periodistas, desentrañaremos la “telaraña internacional” del procés.

Comenzando por EEUU, la hoy única superpotencia. ¿Qué papel ha jugado Washington en la “crisis catalana”? Vamos a comprobar como, mientras desde la Casa Blanca se emitían comunicados respaldando una “España fuerte y unida”, importantes centros de poder en Washington daban protección, cobertura y aliento a Waterloo, a los círculos más agresivos de las élites independentistas.

La conexión rusa

“Catalunya ha estado y está en el tablero internacional, y el Kremlin ha jugado sus cartas”. Así se expresa Lluis Foix, desde el núcleo duro de dirección de un medio tan relevante como La Vanguardia.

La operación judicial contra una de las tramas corruptas de las élites del procés ha vuelto a poner de actualidad la “conexión rusa” con sectores del independentismo catalán”. Ha sido ridiculizada, presentado como delirios las conversaciones intervenidas a Víctor Terradellas, donde afirmaba que Moscú había ofrecido “contar con 10.000 soldados y pagar toda la deuda catalana” si se proclamaba la independencia.

Pero Terradellas no es un cualquiera. Forma parte del círculo más próximo a Puigdemont. Como responsable de relaciones internacionales de la ex Convergencia y presidente de la Fundación CatMón ha tenido durante años conexiones con centros de poder globales.

Está documentado que Terradellas se reunió tres veces en Moscú, en otoño de 2017, en torno al 1-O y la proclamación de la DUI, con Serguéi Markov, ex diputado del partido de Putin -Rusia Unida-, y que ha desempeñado importantes cargos institucionales de Rusia. Las élites del procés ofrecieron el reconocimiento como parte de Rusia de Crimea -territorio ucraniano anexionado tras ser invadido militarmente-, a cambio de que Moscú diera cobertura a la fragmentación de Cataluña.

Está también documentado que Xavier Vendrell -ex miembro del grupo terrorista Terra Lliure, ex conseller y miembro del “gobierno en la sombra” que dirigió los pasos hacia la DUI- aprovechó las relaciones con “un grupo creado en la época de Gorbachov” para recabar el apoyo económico de Moscú. A cambio se ofrecía convertir a Cataluña en “una nueva Suiza”, con opacidad completa para camuflar las más turbias operaciones de los grandes capitales.

Como ex superpotencia, Rusia tiene experiencia en usar la fragmentación. Impulsó la segregación de Abjasia y Osetia del Sur de Georgia, potencia las tendencias centrífugas en Ucrania, en la región moldava de Trandsniester o en Nagorno-Karabaj, en Azerbaiján.

Es impensable una intervención militar abierta de Moscú en una “plaza fuerte” de EEUU como es España. Pero es ingenuo pensar que el Kremlin no utilizó la carta catalana para intervenir en Europa. Aprovechándose de unas élites del procés dispuestas a entregarse a cualquier “padrino internacional”, sea este Trump o Putin.

Este reportaje ha sido elaborado a partir de datos y hechos aportados por el libro “La telaraña. La trama exterior del procés”, de Juan Pablo Cardenal, publicado por Ariel. Y de informaciones publicadas en El País, La Vanguardia y El Periódico de Catalunya.


El “Estado profundo” de la superpotencia y el procés

15 de marzo de 2016. 14:44 del mediodía. Danna Rohrabacher, presidente del Subcomité para Asuntos Europeos de la Cámara de Representantes de EEUU va a dar una rueda de prensa.

En plena rampa de lanzamiento del 1-O, y ante miembros de la delegación catalana en EEUU, Rohrabacher afirma “no ver ningún motivo por el que haya que negar al pueblo de Cataluña el derecho a decidir si quiere ser parte de España”. Añadiendo una delirante valoración de la situación catalana: “la persistente tozudez de una mayoría étnica dominante alimenta las frustraciones que conducen no solo a la inestabilidad, sino también al caos, al odio y la violencia”.

Rohrabacher ha sido durante décadas un peso pesado en la política exterior norteamericana. Impulsó la ayuda militar a los muyahidines afganos que se enfrentaban a la invasión soviética, escribió durante años los discursos de Ronald Reagan, uno de los más influyentes presidentes norteamericanos, es partidario de subir el tono del enfrentamiento con China, e incluso sonó como candidato a Secretario de Estado en el primer gobierno de Trump.

¿Y cuál es la especialidad de Rohrabacher? La promoción de la fragmentación, que para Rohrabacher es “una fuerza dinámica de cambio en el mundo”. La constitución norteamericana prohíbe la secesión de un Estado miembro de la Unión, pero Rohrabacher se pregunta, para el resto del mundo: “¿Qué hay de malo en cambiar las fronteras creadas por monarcas hace dos siglos?”.

A eso se ha dedicado durante décadas. En la guerra de los Balcanes de 1998, fue un activo defensor de la independencia de Kosovo, convirtiendo al nuevo Estado en una megabase norteamericana. En 2012, llegó a escribir una carta al Departamento de Estado recomendando el patrocinio de los movimientos separatistas en Irán como forma de intervención en este país. Y tuvo un destacado papel en impulsar un movimiento independentista en la región paquistaní de Baluchistán, justo cuando EEUU necesitaba aumentar el control sobre Pakistán.

Cuando Rohrabacher abandonó su carrera política, tomó su relevo como “cicerone” del procés en Washington el congresista Mario Díaz-Balart. Forma parte del núcleo más reaccionario del Partido Republicano. Ocupando un papel clave en impulsar una intervención armada contra Venezuela, o en endurecer la política norteamericana hacia Cuba. Y tiene mando en plaza en la OTAN, como miembro de la delegación americana de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN.

Díaz-Balart ha recibido a Puigdemont y Torra en EEUU, y se ha pronunciado públicamente a favor de un referéndum por la independencia en Cataluña. Forma parte de un influyente grupo de congresistas hispanos, del ala más derechista del Partido Republicano, que han respaldado al procés, primero con Mas y luego con Puigdemont o Torra. Del que forman parte Ileana Ros-Lehtinen o Carlos Cubero.

Pero las conexiones del procés en Washington no se limitan a la “derecha republicana”. Recaban también apoyos entre destacados dirigentes del Partido Demócrata, como Eliot Engel, miembro del comité de Asuntos Exteriores del Congreso, partidario de la independencia de Kosovo, del traslado a Jerusalén de la capital de Israel o de más mano dura contra el mundo hispano.

No se trata de una relación individual con tal o cual político norteamericano. Las élites del procés han tejido una relación fluida con el “Estado profundo” norteamericano. Según el Registro de Agentes Extranjeros en EEUU, la delegación de la Generalitat mantuvo entre 2015 y 2017 -cuando se preparaba el asalto que culmino en el 1-O y la DUI- hasta 207 reuniones con instituciones estadounidenses. Entre ellas diez mantenidas con funcionarios del Departamento de Estado.

De la OTAN a las FAES

En septiembre de 2013, pocos meses después de que el procés estallase, Roger Albinyana, entonces secretario general de Acción Exterior y Unión Europea de la Generalitat, se reunió con el inglés Jamie Shea, que ocupaba el cargo de asesor adjunto del secretario general de la OTAN para Desafíos Emergentes de Seguridad.

Esta no fue la única vez que Cataluña se reunió, pasando por encima de España, con la más alta dirección de la OTAN. Hay que añadir dos ocasiones más, en agosto de 2013 y el 7 de septiembre de 2015.

Entonces, Albinyana se reunió con un subsecretario general adjunto de la OTAN. Pocos meses antes, en septiembre de 2014, la Generalitat había solicitado a la OTAN que apoyara el proceso independentista, ofreciendo a cambio albergar en Cataluña una subsede de sus cuarteles generales en Bélgica y varias bases militares.

Quien gestionó este acercamiento entre las élites del procés y la OTAN fue Independent Diplomat, un “lobby” especializado en asesorar sobre cuestiones de autodeterminación, fundado por el alto diplomático británico Carne Ross.

Según reconoce José Antonio de Yturriaga, ex embajador en Irak o Irlanda, “Ross ha señalado adecuadamente que, en todos los casos recientes de autodestrucción impugnada, los Estados Unidos han sido cruciales. Kosovo y Sudán del Sur se independizaron porque los americanos así lo decidieron y llevaron consigo a una buena parte de la comunidad internacional”.

Y los caminos del procés y de la superpotencia norteamericana se cruzan en otras sorprendentes ocasiones.

¿Qué tienen en común la independencia de Cataluña y José María Aznar? Arthur Brooks, presidente del American Enterprise Institute (AEI), uno de los principales think tanks del Partido Republicano norteamericano.

En 2010, Brooks se deshacía en elogios con Aznar, con un “ójala tuviésemos en EEUU más políticos como él”. La AEI había sido la gran fuente de inspiración para formar FAES.

En mayo de 2017, el mismo Arthur Brooks, que había recibido a Puigdemont en EEUU, respaldaba la independencia de Cataluña afirmando que “podría tener un efecto resucitador sobre toda Europa”, al convertir Cataluña en una especie de paraíso fiscal, o de nueva Irlanda, con bajos impuestos para atraer a inversores internacionales.

La “tijera” americana

Los grandes centros de poder norteamericanos nos amenazan con una tijera. Algunas veces la utilizan para imponer, vía intervención del FMI, dolorosos recortes. Otras la esgrimen para trazar nuevas fronteras.

Esta es una política consciente de las élites norteamericanas. En marzo de 2016 se celebró en el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso de los EEUU un extenso debate bajo el título “La política de los EEUU hacia los movimientos de autodeterminación nacional”. Con participación de altos especialistas que buscan proporcionar elementos en el diseño de la política para mantener la hegemonía norteamericana en el mundo.

¿Qué concluyeron? Que a EEUU le conviene utilizar más la tijera de la fragmentación. Apostando por “un cambio de las políticas que solo enfatizan la estabilidad y el status quo de las fronteras existentes por otro de soberanía ganada”, con “una mayor flexibilidad para gestionar las aspiraciones de los movimiento de autodeterminación nacional”. Y donde se pueda imponer “la devolución de poderes soberanos y autoridad de un Estado hacia un ente subestatal de acuerdo con la supervisión internacional”.

¿A qué caso se dedicó el informe principal de este debate en el Congreso de los EEUU? A Cataluña. Estableciendo -un año antes de la DUI- que “no hay ningún precepto de la ley internacional que pudiera prohibir una declaración unilateral de independencia”.

¿Por qué EEUU da aliento y esperanzas a las élites más aventureras del procés? Washington no está interesado en fragmentar una España que es un peón fiable y plataforma privilegiada de su despliegue militar global. Pero García Margallo, ministro de Asuntos Exteriores con Rajoy y una especie de “verso suelto” en la derecha española, reconoció como EEUU utiliza en propio beneficio mantener abierta la herida catalana. A cambio de una declaración de apoyo de la Casa Blanca a la unidad de España se exigió una mayor participación militar de nuestro país en las operaciones de la OTAN en torno a las fronteras rusas.

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